La TV muestra miles de personas empujándose por adquirir los adornos, regalos y degustaciones y a los comerciantes brillando como el sol de la mañana. Se trata del día más importante para ellos, sin embargo poco se muestran las jugueterías y casas comerciales, adentrándose las cámaras por las calles populares de venta masiva, barata y de pésima calidad, donde la aplastante mayoría de los productos son provenientes de la explotación abusiva que los modernos mandarines chinos realizan contra su pueblo y se rompen al menos parpadeo. Señal inconfundible de las nuevas realidades y condiciones del mercado.
Los niños y niñas son empujados al consumismo desenfrenado y lloran si no pueden obtener ese o aquel otro regalo presionando a los padres a gastar más y más apretando los dientes. Todo sea por el niño Jesús y la “felicidad” individualista y egoista del retoño. Las pantallas invasoras de la vida muestran los más sofisticados e inútiles juegos que sólo se diferencian de las viejas imbéciles pistolas de vaqueros en que son de diseños extravagantes y disparan rayos laser que eliminan de una vez a cuanto ET, alien, depredador, marciano, iraquí o cualquiera víctima que se les pone por delante.
Las niñas pelean por las diferentes variedades de Barbie, la rubia anoréxica bonita y hueca, típica yanqui-europea, ideal como pareja desechable. Aprenden desde pequeñas a ser tratadas como muñecas y hacen gastar a los padres miles de pesos en cosméticos infantiles para asemejarse a las atractivas imágenes de las mujeres que muestra la propaganda mercantil, sin darse cuenta de que la intención es despertar el deseo de los machos que son educados para poseer a cuanta representante del sexo opuesto se les cruza en el camino, para hacer atrayente el producto que ofrecen, mientras los camarógrafos de la TV muestran culo tras culo de las chicas en la playa, pues ya viene la temporada y hay que enviar a la gente a gastar a la costa.
Se trata de una escuela gigantesca no sólo de consumismo desenfrenado y del establecimiento y reproducción cultural de placeres egoistas y hedonistas, sino de formación de prácticas y valores de distanciamiento, agresividad, odio, discriminación, falta de consideración y utilización de los otros así como de reproducción de los roles de género.
Una novedad que llama la atención es el aumento de las solicitudes y ventas de bicicletas, no sólo para niños y niñas, sino también para jóvenes y aún para adultos. habrá que analizar por qué sucede eso: Una hipótesis es el aumento de las ofertas de vehículos en general y la fuerte competencia entre automóviles de diferentes marcas, ya que la falta de capacidad adquisitiva de extensas capas de la población para tener acceso a su cero kilómetros les estaría llevando a comprar cualquiera cosa que les lleve de un lugar a otro. Por otra parte y como problema estructural, está la complejidad del Transantiago en la capital con sus aglomeraciones y demás críticas, lo que lleva a buscar soluciones de movilización. Un taxista dijo que se veían bastantes personas cargando paquetes, sin embargo no hay un gran aumento del uso de taxis. Puede ser, aunque habría que preguntar a más taxistas, sabiendo de todas maneras que nunca van a relatar la verdad de la milanesa. También está presente el aumento de la juventud, ecologistas y deportistas que han ido progresivamente apoderándose de los espacios y formas de transitar de forma más limpia, sana y económica. Resulta muy agradable a la vista y a la moral ver decenas y decenas de personas de todas las edades desplazándose por diferentes calles de la ciudad de esa manera, y más cuando son grupos, conversan entre ellos y toman decisiones de rumbos y velocidades en común.
Otra característica es el aumento de los juegos de violencia, que siempre han sido mercancías bien vendidas, pero en estos últimos años ha habido un crecimiento potente en la oferta y consumo de figuras al viejo estilo de los héroes, sólo que esta vez predominan las figuras tecnológicas. Recordamos que hubo una época de auge de los muñecos japoneses, con figuras y personajes de todo tipo, que pasaron a llevar la vieja aspiración de tener representaciones de los héroes como Superman, Batman y etcétera. Esos muñecos japoneses que hicieron la alegría de los fabricantes de pilas hoy día han cedido el paso a los más sofisticados transformers, comandos ultra Delta y demás. En todos ellos hay formas de matar, destruir y aniquilar contendientes.
No se olvidan, aunque ya han pasado al baúl de los recuerdos, los viejos mecanos, que permitían construir diferentes figuras y estructuras, así como los cubos o figuras que encajaban con otros y se podían hacer miles de diseños y formas geométricas. No existen juegos de participación, estar juntos y colaboración entre niños. Sólo la competencia, ganar y perder, superar a otros, triunfar o ser derrotados, reproduciendo los juegos de guerra que nacieron en las viejas olimpiadas, en que las ciudades estado entre guerra y guerra realizaban esas jornadas donde se enfrentaban los mismos soldados que guerreaban, esta vez de forma “pacífica” con los mismos instrumentos de muerte como arco y flecha, espadas, jabalina, mazas y las expresiones físicas del combate, carreras, saltos, lucha cuerpo a cuerpo y demás.
La competencia nunca ha sido pacífica, sana y ética, pues genera y fortalece el sentimiento de que hay que superar al otro en vez de sumarse y hacer más y mejores cosas estando juntos. La competencia destaca la existencia de individualidades que pueden diferenciarse de otras gracias a su capacidad o posibilidad de imponerse sobre ella y dominarla. Los juegos de equipos son estrictamente temporales, ya que sólo se reunen a veces para ir a derrotar a otros, conservando y respetando en su interior las jerarquías de mejor a peros, de más bueno a más malo, teniendo el “mejor” la posibilidad de que lo contraten en nun equipo extranjero.
Para qué vamos a hablar de lo que se ha transformado el deporte, que de competencia-espectáculo ha pasado a ser un fenómeno de idiotización de masas. Cuando hay fútbol profesional se paralizan las actividades, se multiplica la venta de alcohool, se enfrentan a golpes unos contra otros y se exalta el sentimiento chauvinista de un falso nacionalismo patriótico que no existe en la vida real, sino que son chispazos y pantallazos de patrioterismo que sólo ayudan a los poderosos a mantener cierta cohesión en torno a los instrumento orgánicos e ideológicos del poder y la acumulación de ganancia entre unas pocas familias. Además son evidentes aspirinas, calmantes y desviaciones de los problemas y situaciones reales de la vida.
La navidad ya es un fenómeno cultural establecido y sólo podrá eliminarse progresivamente de los sentimientos y prácticas desplazando la función consumista poco a poco, evadiendo la distribución masiva de regalos, organizando en los barrios verdaderas fiestas populares donde los niños puedan jugar libremente entre ellos compartiendo con los adultos la alegría de estar juntos y de romper las prisiones individualistas de hogares cerrados, aprendiendo que no hay mejor alegría que el compartir, ser reconocidos e identificados como personas. La risa más constante, el canto, el baile, el tomarse de las manos y hacer rondas, intercambiarse flores y frutas entre los asistentes, comer juntos de una olla común, tocar guitarra y cantar entre muchos canciones chilotas o nortinas, eliminar el show espectáculo y gozar de la mirada fraterna del otro.
Feliz navidad sin árbol, sin pesebre, sin regalos, con mucho amor y alegría. Recordando que la alegría no está en el copete ni en las drogas, que son sustitutos de placer frente a esta sociedad llena de egoismos y agresiones, sino descubriendo e inventando modos de llegar al vecino y comenzar a sonreir y hablar desde nosotros, sin esperar resultados, practicando constantemente la comunicación que no va detrás del utilitarismo sino de la expresión propia de sentimientos, que nos vean abiertos y dicharacheros.
El comienzo del cambio está en cada uno de nosotros, no en la postergación de nuestra acción directa para un futuro posible como el cielo de los cristianos, sino en la entrega y construcción de un presente que se cambia en la misma dimensión en que nosotros cambiamos nuestro rostro y emisión de mensajes hacia los demás que nos rodean. Eso es mucho más difícil y complejo, la ruptura del individualismo desde nosotros mismos, ya que es fácil decirlo para que “se haga”.
Empecemos, pues.
Abrazos
Profesor J
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