Feliz cumpleaños insurrección rojinegra zapatista
Sergio Rodríguez Lascano
(Texto basado en la ponencia leída, el 1 de enero, en San Cristóbal de las Casas, en ocasión de la presentación del libro sobre el Primer Coloquio Internacional in memoriam Andrés Aubry)
A dos de los nuestros:
A Eladio Villanueva Saravia, muerto después de cumplir su deber regresando de una reunión de trabajadores. Por varios años secretario general de la Confederación General del Trabajo del Estado Español. Sindicalista revolucionario, heredero de la mejor tradición del anarcosindicalismo de los años 30. Enamorado de la lucha zapatista, fue un factor no únicamente para la solidaridad con las comunidades indígenas sino para mirarse en su espejo. Eladio, amigo, compañero, formabas parte de los irreductibles, de los insumisos, de los subversivos. Tu recuerdo está en nuestros corazones.
A Calixto Tlacotzi Meléndez, bracero indígena de la montaña de la Malintzi en San Pedro Tlalcualpan, Tlaxcala. Murió el lunes 16 de noviembre y las palabras que sus familiares le escucharon antes del deceso fueron: “Avisen al Subcomandante Insurgente Marcos que cumplí, que no me vendí, que no me rendí, que no me dejé engañar”. Sus compañeros de la Asamblea Nacional de Braceros agregaron: “el compañero murió en pie de lucha y, como él, otros hemos tomado la decisión de vivir y morir sin rendirnos”. De esa estirpe era nuestro compañero Calixto, de esa estirpe son nuestros compañeros braceros.
En el seminario de hace dos años in memoriam de Andrés Aubry —maestro-estudiante, compañero de las comunidades zapatistas rebeldes—, el Subcomandante Insurgente Marcos, en su primera intervención, terminaba poniendo en el centro del debate siete tesis, las últimas cuatro decían:
“CUATRO.- El Capitalismo no tiene como destino inevitable su autodestrucción, a menos que incluya al mundo entero. Las versiones apocalípticas sobre que el sistema colapsará por sí mismo son erróneas. Como indígenas llevamos varios siglos escuchando profecías en ese sentido.
“CINCO.- La destrucción del sistema capitalista sólo se realizará si uno o muchos movimientos lo enfrentan y derrotan en su núcleo central, es decir, en la propiedad privada de los medios de producción y de cambio.
“SEIS.- Las transformaciones reales de una sociedad, es decir, de las relaciones sociales en un momento histórico, como bien lo señala Wallerstein en algunos de sus textos, son las que van dirigidas contra el sistema en su conjunto. Actualmente no son posibles los parches o las reformas. En cambio, son posibles y necesarios los movimientos antisistémicos.
“SIETE.- Las grandes transformaciones no empiezan arriba ni con hechos monumentales y épicos, sino con movimientos pequeños en su forma y que aparecen como irrelevantes para el político y el analista de arriba. La historia no se transforma a partir de plazas llenas o muchedumbres indignadas sino, como lo señala Carlos Aguirre Rojas, a partir de la conciencia organizada de grupos y colectivos que se conocen y reconocen mutuamente, abajo y a la izquierda, y construyen otra política”.
Dos años después, quisiera abordar estas cuatro tesis, buscar su desarrollo y tratar de ubicar lo que, desde mi particular perspectiva, representa uno de los rasgos centrales del pensamiento zapatista.
1. Hace muchos años, un socialista norteamericano, Hal Draper, escribió un pequeño panfleto titulado “Las dos almas del socialismo”. En él, realizaba un análisis histórico de las dos formas de entender la lucha por la construcción del socialismo: una desde arriba y otra desde abajo. Él concluía: “Desde el comienzo de la sociedad, han existido un sinfín de teorías ‘probando’ que la tiranía es inevitable y que la libertad en democracia es imposible; no hay otra ideología más conveniente para una clase dominante y para sus intelectuales lacayos. Se trata de predicciones autosatisfechas, ya que ellas solamente son ciertas mientras son tomadas como ciertas. En último análisis, el único camino de demostrar su falsedad es la lucha misma. Esta lucha desde abajo nunca ha sido detenida por las teorías desde arriba, y ha cambiado el mundo una y otra vez. Escoger cualquiera de las formas del socialismo desde arriba es mirar hacia atrás, al viejo mundo, a la ‘vieja mierda’. Escoger el camino del socialismo desde abajo es afirmar el comienzo de un nuevo mundo”.
En el fondo, aquí se ubica el debate central que hoy se expresa en el conjunto del pensamiento de izquierda. Y no en un debate mal formulado, abstracto y profundamente ahistórico, sobre el poder. En el que, por un lado, algunos confunden tomar el poder con ganar elecciones, aunque se mantenga intacta la lógica interna del capital (es decir, la explotación, el incremento del trabajo abstracto, la autovalorización del capital), el despojo, (el permanente proceso de separar a los productores de los medios de producción); el desprecio en el que se persigue al que piensa, se viste, vive o es diferente; y la represión, al mantener intocada la vieja estructura burocrática del Estado oligárquico o dictatorial: la policía y el ejército.
Y, por otro lado, están quienes ubican la lucha contra el capitalismo únicamente como gestos y símbolos: hoy dejo de creer en el capital y, por lo tanto, me desenchufo de él. Este día no voy a trabajar, hoy no siembro… ¡Cómo si el trabajador en su cotidianidad pudiera tener opciones de esta naturaleza! Mal entendiendo lo que son las experiencias zapatistas, por las cuales lanzaron la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.
El problema del poder es algo muy serio que no puede ser banalizado: Ni por aquellos que se dicen revolucionarios y se la pasan planeando la próxima participación electoral, para ver si, por fin, pasan del 5 por ciento de la votación. Ni por aquellos que dicen representar la revolución con minúsculas y hacen una teoría cerrada de la intuición ética zapatista de no luchar por el poder, para acabar en la semiparalización de una subjetividad abstracta y, casi siempre, ajena a la lucha real de los de abajo.
La renuncia zapatista a tomar el poder es una decisión ética y política, pero eso no quiere decir dejar de luchar por generar una nueva relación social, en la cual el que mande lo haga obedeciendo. Donde el poder no sea ejercido por una nueva casta sacerdotal que haga de la información el monopolio de su poder. Donde no exista una clase política con intereses materiales especiales separados y en contra de los trabajadores del campo y la ciudad.
El debate sobre las dos almas del pensamiento de izquierda se refiere a dos visiones no únicamente del proceso de organización de la lucha social, sino del mismo funcionamiento del sistema de dominación. La crisis actual, de la que hablamos hace dos años, ha puesto otra vez en el tapete de las discusiones el tema de estas dos almas.
Si pudiéramos hacer un resumen de lo que se promueve desde la izquierda frente a esta crisis, podríamos decir que los reformistas ya no promueven ninguna reforma de verdad (reformismo sin reformas), y que los revolucionarios son lo que promueven una salida reformista (revolucionarios reformistas) que busca dotar al Estado de viejas herramientas, las cuales fueron útiles en el paréntesis que abrió la dictadura del dinero inmediatamente después de la Revolución rusa. (Que ahora algunos quieren ridiculizar como un simple golpe de Estado. Un “golpe de Estado” que puso a temblar a Wall Street, a la City londinense, a la Bourse en París; que hizo que cambiara la forma del Estado y que llenó de esperanza a millones de seres humanos por todo el mundo).
El problema que tienen estas visiones es que no entienden cuál es el corazón de la dominación capitalista. El problema no es si la propiedad es privada o estatal, cuando el Estado está al servicio de una burguesía parasitaria. Eso lo sabemos bien en México. El petróleo estatizado no fue una herramienta para la sociedad en contra de la burguesía, en cambio, sí fue el basamento sobre el cual se construyó el capitalismo mexicano. Igual podríamos decir de los ferrocarriles o de la electricidad.
Los zapatistas son transparentes, su anticapitalismo busca trastocar el corazón de la dominación, no le temen a la palabra expropiación de los medios de producción, de comunicación y de la tierra, para regresarla a manos de los campesinos. No estatización sino expropiación. Y esto se debe a que no hay mucho espacio para dónde hacerse
Decididamente, la fase actual del capitalismo ha confiscado los derechos de la vida, la vida misma. Los fenómenos de incautación se han multiplicado y amplificado en todas partes. Se ha expropiado a la gente de sus derechos fundamentales: en tanto que “recurso humano”, no tiene derecho a la existencia mas que en función de su rentabilidad. “Ahora bien, la fuerza de trabajo en acción, el trabajo mismo, es la propia actividad vital del obrero, la manifestación misma de su vida. Y esta actividad vital la vende a otro para asegurarse los medios de vida necesarios. Es decir, su actividad vital no es para él más que un medio para poder existir. Trabaja para vivir. El obrero ni siquiera considera el trabajo parte de su vida; para él es más bien un sacrificio de su vida. Es una mercancía que ha adjudicado a un tercero. Por eso el producto de su actividad no es tampoco el fin de esta actividad”. (Carlos Marx: Salario, Precio y Ganancia). Para que luego nos cuenten sobre quién inventó el concepto de biopoder.
El capitalismo en su fase actual, conocida como neoliberalismo, con sus repercusiones en el terreno de la economía, la política, la sociedad, la cultura, la ideología, la comunicación; con su proceso de reordenamiento y reorganización del trabajo por medio de la combinación de procesos tecnológicos muy sofisticados con el regreso del trabajo esclavo, con su deslocalización y relocalización, con su outsourcing, con su precariedad, ha sido complementado con una violencia semejante a una avalancha por su intensidad y extensión. Todos los límites de la moral y la naturaleza, la edad y el sexo, el día y la noche. El capital celebra sus orgías (Marx dixit). Todas las coyunturas y los esqueletos de todas las instituciones que se construyeron en el origen del capitalismo crujen y se desmoronan. Como piel de víbora yacen en el suelo, en especial la democracia representativa (el gran fraude del Obama’s dream no es sino la más espectacular demostración). Efectivamente: todo lo sólido se desvanece en el aire.
2. En especial, la argamasa de las instituciones estatales se ha desmoronado. La actual fase que vive el capitalismo representa el punto más alto al que se llegó, pero también el origen de una crisis que no puede y no debe ser reducida a su vertiente económica, sino al conjunto de las relaciones sociales que el capitalismo ha edificado. Ya que la sola vertiente económica deja de lado una serie de aspectos claves que definen los rasgos característicos de esta fase: la redefinición del Estado-Nación y, por lo tanto, del concepto de soberanía en su dos variantes: la del proceso productivo y la del espacio territorial del capital, con la virtual eliminación del espacio homogéneo del Estado nacional, la ruptura de la cadena “territorio-Estado-riqueza”.
Asimismo, la conversión de territorios, ubicados formalmente en tal o cual país, en “factores productivos” en la lógica de la internacionalización del capital. De alguna manera, se trata de la subsunción del territorio al capital, más aún, la subsunción de la vida, de todo lo vivo, al capital; la agudización de la contradicción trabajo vivo / trabajo muerto y, por lo tanto, el incremento de la terciarización del trabajo. La crisis de la pareja fábrica-Estado, fábrica-ciudad, para pasar a la nueva pareja: territorio-capital.
Estos son algunos de los rasgos nuevos más importantes. Sin dejar de mencionar que la esencia básica del capitalismo es la competencia y la eliminación del otro. Por lo tanto, es un sistema que vive y se desarrolla en función de crisis permanentes: la crisis es el caldo de vida del sistema. Por eso, hay que tener cuidado con todas esas interpretaciones que nos ubican en un sistema armónico y estable. Donde parece que todo ha sido planeado y ejecutado a la perfección, donde la lógica de las corporaciones ya subordinó todas las viejas contradicciones. Donde todo es producto de un complot.
El capitalismo, para su existencia, necesita seguir generando mercancías, entre otras, la mercancía fuerza de trabajo. No puede sobrevivir únicamente con la especulación financiera. La fórmula D-M-D’ sigue siendo, a la larga, la única viable para que el sistema siga funcionando. Los que pensaban que la fórmula D-D’ sería la panacea que eliminaría del vocabulario del capitalismo la palabra crisis, hoy están viviendo las consecuencias de su estupidez.
Una de las contradicciones más grandes a las que se enfrenta el sistema es que, dado el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, se podría sustituir una buena parte de la fuerza de trabajo y la reducción de la jornada de trabajo podría ser aún más drástica de lo que ha sido, pero el viejo problema de la realización de las mercancías sigue presuponiendo la existencia del trabajo vivo. Esto es solamente un ejemplo para señalar que, en la búsqueda de los rasgos distintivos de la actual fase del capitalismo, no podemos olvidar que existe una serie de elementos centrales que no sólo no han cambiado sino que se han recrudecido.
En ese marco, conceptos como Estado-Nación, burguesía nacional, comercio internacional, partidos nacionales, clase obrera nacional, sindicatos nacionales, revolución nacional, son más caducos que nunca. Lo cual no elimina el sentimiento nacional de abajo y de los de abajo, basado no en las viejas ideas arriba señaladas sino en algo más profundo: historias, cuentos, relatos, canciones, poemas, sueños, conversaciones, mitos, ritos y leyendas. Estas palabras son más viejas y más nuevas que las otras. Atraviesan a las otras, las invaden, las anulan y, cuando ya se piensa que han dejado de existir, vuelven a emerger con una fuerza arrasadora.
De alguna manera, el sistema que se inició en el siglo XVI con el nacimiento de un modo de producción que, desde su fase preindustrial, manifestaba nítidamente su tendencia hacia un expansionismo devorador e ilimitado, está terminando con la imagen que fue diseñada por Marx en El Capital: un mercado mundial, efectivamente mundial, en los albores del siglo XXI. De alguna manera, la geografía, el diseño trazado por Carlos Marx en El Capital, apenas se está terminando de construir.
La mundialización de la producción y los intercambios comerciales y financieros son una realidad en todos los niveles, pero una realidad contradictoria, limitada y tensionada que anuncia tanto el desastre como la esperanza. O para decirlo con palabras más bonitas, las de Charles Dickens en Historia de dos ciudades: “Érase el mejor de los tiempos y el más detestable de los tiempos; […] la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos y nada poseíamos”.
3. En una novela cubana, El hombre que amaba a los perros, su autor Leonardo Padura escribe: “la vida es más ancha que la historia”. Creo que esto es profundamente certero, yo sólo le agregaría: “la vida también es más ancha que la teoría”.
Si hiciéramos un breve resumen de lo que ha sucedido desde la aparición del zapatismo, diríamos que hemos podido ver cómo la luz de la experiencia del zapatismo se ha filtrado a través de un prisma y de ahí han salido un sinnúmero de tonalidades (este seminario ha sido un ejemplo suplementario). Parafraseando a Marx diríamos: “De cada quién según su zapatismo, a cada cual según su ilusión”. Esto en sí mismo no es malo, al contrario, siempre y cuando no caigamos en visiones cerradas que no dialoguen entre sí. Y, desde luego, siempre y cuando no cometamos el error —otra vez parafraseando a Marx— de hacer realidad lo siguiente: “El problema de todo análisis del zapatismo es que se ha dedicado a interpretarlo cuando de lo que trata es de trasformar la realidad”. Y créanme, esto no se logra con discursos ni pensamientos, por muy críticos que sean. La única manera es en la práctica, es decir, en la vida misma.
Déjenme tratar de explicar esto: La idea de que nos reunimos para que el zapatismo nos diga cómo ve las cosas o cuáles son sus propuestas terminó en el 2005, con las reuniones preparatorias y con La Otra Campaña. Igual, creo que el dedicarse a analizar al zapatismo ya es un trabajo un poco inútil.
El zapatismo es lo que es y nadie mejor que ellos lo han explicado. No es como otros movimientos que esperaron a la llegada de expertos europeos o norteamericanos para que hicieran la interpretación de su lucha, claro, el resultado casi siempre fue empobrecedor. Por eso, nunca se ha entendido el lado profundo, cubano, de la revolución que triunfó en 1959 y se quiso reducir a una herramienta: la “guerra de guerrillas”.
Porque no se puede ser anti eurocentrista o fustigar a Hegel y su teoría del Estado para terminar hablando todo el tiempo de Hegel, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y Gramsci. Otra vez, ellos fueron lo que fueron. Ellos, junto con Marx y Engels, fueron revolucionarios de acción, no teóricos. Todo lo que escribieron lo hicieron a partir de un imperativo categórico: la transformación de la realidad. Se equivocaron y acertaron como todo aquel que se atreva a meterse a un movimiento no como observador sino como participante. Lo que sirva de ell@s y de otr@s lo usamos, y lo que no, lo tiramos. Creo que es lo mismo en el caso de Bakunin o Kropotkin. Así de fácil, así de sencillo. Pero no podemos vivir con la obsesión sobre un pasado que, lo siento, pero ya pasó.
Otra vez, como le gustaba repetir al revolucionario de Tréveris: “Dejar que los muertos entierren como Dios manda a sus muertos”.
El zapatismo, creo yo, es uno de esos inicios o comienzos en la historia, ya lo he señalado en otras ocasiones. De esos verdaderos nuevos comienzos han habido varios: la revolución francesa de 1789, la revolución de independencia en México de 1810, la Comuna de París de 1871, la Revolución de 1910-1919 en México, la revolución rusa de 1917, la revolución China de 1949-1950, la revolución cubana de 1959. La virtud que tienen esos comienzos es que se puede dialogar con ellos sin necesidad de juzgarlos, ponerlos en el tribunal, sentenciarlos y luego ponerlos en el paredón. Se pueden y se deben entender como parte de esa larga lucha de la humanidad por poner en sus manos el control de sus destinos, de esa larga lucha por la emancipación humana. Dialogar con ellos es bueno, de vez en vez. El consejo del filósofo Baruch Spinoza sigue siendo válido: ni reír ni llorar sino comprender. O mejor aún: reír, llorar, amar, comprender, pero sobre todo luchar.
4. Nosotros
“No morirá la flor de la palabra, podrá morir el rostro oculto de quien la pronuncia hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra no podrá ser acallada por la soberbia de los poderosos. Nosotros nacimos de la noche, en ella vivimos, en ella moriremos, pero mañana la luz será para los más para quienes hoy es negado el día… Nosotros somos la dignidad rebelde, el corazón profundo de la patria… para nosotros nada, para todos todo…”
El calendario zapatista no es igual al del dinero ni al de la clase política (como para exorcizar el 2010, se renueva la Cocopa que lanza un desplegado elogiando tanto al César como a Dios, es decir, se decide seguir haciendo el ridículo a costa del erario de la nación). Bueno, en ese calendario de los zapatistas, en un texto del 2005 titulado La imposible geometría del poder, se señalaba explícitamente lo que hoy está sucediendo con la clase política de todos los partidos: todo lo que ellos hablaban era un intercambio sin público, sin audiencia. Era y es un diálogo entre ellos.
Igualmente se advertía que si los medios de comunicación se embarcaban en esa lógica, perderían cualquier credibilidad. El ejemplo de lo publicado por el diario La Jornada, de manera vergonzante (es decir, no en primera plana), sobre la supuesta rendición de los zapatistas, no es sino un ejemplo de ese proceso.
De la misma forma, en otro texto, se les había dicho a los intelectuales que despreciaron y se burlaron del movimiento de los estudiantes del CGH, que esa acción tendría consecuencias, que “los abajo firmantes” ya no tendrían el mismo peso y que lo perderían cada vez más si se dejaban llevar a los brazos de una clase política cada vez más descompuesta. De alguna manera, se les decía que se volvería a lo que era el ambiente intelectual previo a la insurrección zapatista. Y, finalmente, se daba a entender que el zapatismo iba a dar un nuevo salto.
Poco después, el zapatismo escribió una no despedida que, al final, parece que sí lo era a la señora sociedad civil: “… quienes nos han apoyado hasta ahora en la lucha exclusivamente indígena podrán, sin pena ni remordimiento alguno, deslindarse de esa ‘otra cosa’ a la que se refirió el Comandante Tacho en la plaza de San Cristóbal de Las Casas en enero del 2003, hace dos años y medio. Es más, hay un comunicado que, de acá allá, hace ese deslinde y que puede ser presentado en una solicitud de empleo, currículum vitae, reunión de café, sala de redacción, mesa redonda, templete, foro, escenario, solapa de libro, nota de pie de página, coloquio, precandidatura, libro de arrepentidos o columna periodística y que, además, tiene la ventaja de poder ser exhibido, como prueba de descargo, en cualquier juzgado… Pero quienes encuentren en su corazón un eco, así sea pequeño, de nuestra nueva palabra y se sientan llamados por el camino, el paso, el ritmo, la compañía y el destino que hayamos elegido, tal vez decidan renovar su apoyo (o participar directamente)… sabiendo que será ‘otra cosa’. Así, sin engaños, sin dobleces, sin hipocresías, sin mentiras”.
El zapatismo, entonces, no buscaba ya establecer, con todos y todas, vínculos de solidaridad en torno a la lucha indígena, sino vínculos de compañerismo con las y los explotados, despojados, despreciados y reprimidos de México y el mundo. Creo que nunca una fuerza política de izquierda fue tan clara y tan honesta en sus planteamientos
Así, ha venido surgiendo un Nosotros nuevo. Un nosotros en el que ya no esperamos a que el zapatismo nos diga qué hacer, ni el momento de hacer. Un nosotros que camina no atrás, no adelante, sino a su lado. De compañero a compañero. Un nosotros que puede ver los ojos de las comunidades zapatistas en rebeldía y ya puede sostener la mirada.
Un nosotros que entiende y respeta el silencio zapatista, porque ellos se han ganado el derecho a hablar, pero también a callar, y casi siempre después de un silencio prolongado algo fuerte suena. No es como el ruido permanente de la clase política que busca hacer hablar a los zapatistas, ya sea filtrando que se rindieron o ya sea comunicando las bondades de las Juntas de Buen Gobierno. Y uno se pregunta: si esos políticos dicen que son tan buenas, ¿por qué no, por lo menos, intentan imitarlas y dejan de cobrar las fortunas que les pagan por ser “representantes populares”?
El zapatismo no actúa a modo del dinero ni de la clase política, ni de aquellos que, desesperados, quieren que les digan si van bien.
El Tiempo zapatista es muy otro y creo que, cada vez más, debe ser nuestro tiempo. El espacio ya está claro: se ubica abajo y a la izquierda, en el lugar donde la gente trabaja, manual o intelectualmente. Donde lo que se posee, la fuerza de trabajo, se vende inmediatamente: en la fábrica, en el campo, en las escuelas, en la esquina del barrio, en los mercados públicos, en la sierra, en el llano, en el comercio informal, en la calle… (ahora permanentemente vigilada por cámaras de espionaje en la Ciudad de México, al mismo tiempo que Marcelo y su consorte sueñan que el zócalo de México es el Rockefeler Center o Les Champs Elisee, y que si no hay nieve la inventamos, como se inventan una realidad de un gobierno preocupado por los pobres y organizan consultas para saber si se sube el pasaje del metro sin hacer la pregunta concreta).
Nosotros y nosotras las que ya entendimos la importancia de la paciencia impaciente.
Nosotros los que ya no queremos que nos resuelvan nuestros problemas, sino que los queremos resolver junto con los compañeros y compañeras zapatistas.
Nosotras y nosotros los que ya entendimos que tampoco es conveniente crearles problemas gratuitos a las comunidades.
Nosotros y nosotras las que vivimos en la frontera del aguante. En los márgenes de la sociedad, pero esos márgenes son cada vez más anchos, más grandes, mientras que el centro es sólo un punto donde se aglutinan los 30 grupos financieros nacionales, los 100 grupos financieros internacionales y una clase política cada vez más cínica.
Nosotros y nosotras las condenadas de la tierra, los sin techo, los sin tierra, los sin papeles, los nobody, los sin cuerpo.
Nosotras y nosotros los que, en todo el mundo, decidimos que nuestro lugar es entre los de abajo, entre los migrantes, entre las mujeres violentadas.
Nosotros y nosotras las que reconocemos esfuerzos y esa lucha de esas nosotras que buscamos ser. Nada de que atrás de un gran hombre hay una gran mujer, no, nuestro lema es que al lado de cada mujer hay un hombre, no para defenderla sino para juntos cambiar las relaciones sociales de explotación que han permitido el mantenimiento del patriarcado ¿O, al revés?
Nosotras y nosotros los que decidimos echar nuestra suerte con las comunidades indígenas zapatistas, sin importarnos la correlación de fuerzas, ni los consejos prudentes, ni el tintinear de los señores del dinero.
Nosotros y nosotras que vivimos en Vicenza y Roma; en París, en sus banlieus tan llenos de rabia; en los Ángeles y Nueva Cork; en Madrid, Barcelona y Zaragoza; en Buenos Aires y Sao Paulo. En todos esos rincones del mundo que son el mundo mismo. Con todos ellos hemos construido también ese Nosotros y ese Nosotras que nos abarca y nos junta.
Nosotras sus compañeras, nosotros sus compañeros, en este inicio del 2010 podemos decir, con cierto orgullo: estamos list@s. Costó mucho, nos equivocamos demasiado, tuvimos que aprender a desaprender, el más complicado de todos los aprendizajes. Pero aquí estamos a su lado compañeros zapatistas.
Estamos frente a un nuevo discurso y una nueva práctica de la rebeldía y ésta no se ha elaborado con base en un caudillo, un dirigente o un partido, o incluso un Ejército rebelde ni en un Subcomandante. Puede contar con el zapatismo y con su jefe militar, el Subcomandante Insurgente Marcos, pero debe ser trabajado entre muchos y entre diferentes. Se trata de darle toda la fuerza a la sociedad de abajo, lo que permitirá que las acciones de ésta expresen el desarrollo de una energía humana que busque cambiar las relaciones de dominio y llevar a cabo un ajuste de cuentas con anteriores años de injusticia. Que construya un camino de solidaridad humana y que, al mismo tiempo, abra un espacio de rebeldía frente al conformismo social y la resignación ante las acciones de los señores del dinero y de la guerra.
Esta nueva práctica representa una dinámica de rebelión contra la injusticia, la mentira, la intolerancia, el despotismo, la insolidaridad. Representa también la voluntad de hacerse oír, por medio de romper con los equilibrios y las formas anteriores. Representa la posibilidad de reencontrar nuestras ilusiones perdidas, nuestro amor, nuestro respeto a la tierra, no a partir de discursos y prácticas viejas sino de la construcción de lo nuevo, lo diferente. Significa la rearticulación de un campo alternativo: el de los del México del sótano que buscan dialogar con el México de abajo, desde la perspectiva de que ya no es necesario voltear hacia arriba, que el mejor homenaje que les podemos hacer a los hombres y a las mujeres que promulgaron el Plan de Ayala es lograr la construcción de ese Otro campo político y social. Para eso se requiere la construcción de un nuevo discurso de equivalencias que permita evidenciar que ya no hay espacio para dónde hacerse.
Hace unos años, el Sup dijo que no era necesario voltear a Bolivia, que lo que se estaba preparando aquí era realmente nuevo. Se le interpretó mal por los cagatintas; no se trataba de decir que lo de Bolivia no era importante. Ellos lo están haciendo a su manera y la sabiduría de sus pueblos indios pondrá en evidencia que no se trata de construir el capitalismo andino (creo que ese animal no existe), como dice su vicepresidente, el delluziano Álvaro García, sino otra cosa. Y que nosotros, por nuestro lado, debemos intentar otro camino. Aquél que parte de lo que yo llamaría, no sin cierta prudencia, el método zapatista: Escuchar-preguntar-caminar-elaborar-caminar-preguntar-escuchar y corregir. Elaborar ocupa el cuarto lugar, corregir el octavo, pero existe, no nos hacemos tontos sobre la responsabilidad de lo que uno escribe. Escuchar ocupa el primero y el quinto, después de elaborar hay que volver a escuchar.
Escuchar, no tomarse el tiempo simplemente para oír sino para comprender la voz que viene de debajo de la tierra del sótano, del barrio. Escuchar el dolor de los de abajo no es una concesión —o como decía un líder de izquierda “algo que ya sabemos”—, sino que representa darle su lugar a quien está llamado a cambiar la situación. Significa ser simplemente una herramienta para que se construya como sujeto al conocer el dolor de los otros que con él sufren.
Preguntar, no a partir de querer confirmar una hipótesis de trabajo sino buscar la razón profunda de la lucha y del dolor. Significa conocer los agravios y reconocer los elementos de dignidad que permiten las respuestas.
Caminar que no es otra cosa que enlazar, que promover que los otros se conozcan, llevar la palabra del rincón más alejado del país a todos los rincones que conforman el país y el mundo de los de abajo.
Elaborar, significa asediar esa realidad que se nos ha revelado, sabiendo que se trata de eso, asedios, en tanto buscamos ubicar las tendencias de lo que pasa y de lo que la gente hace.
Caminar, una vez más, para ver si ese asedio es el que nos dijeron, el que nos expresaron.
Preguntar sobre las conclusiones a las que se han llegado después de todo el proceso.
Escuchar de nuevo, dejar que nos digan si esas conclusiones son las de ellos y no inventos metodológicos a los que éramos y, a veces, seguimos siendo tan afectos.
Finalmente, corregir, inevitablemente nuestro asedio fue limitado y requiere que se vuelva a construir, reconociendo explícitamente cuando nos equivocamos y cuando no supimos recoger o explicar la voz de los de abajo.
Bueno, eso es todo. Todavía es poco porque ese Nosotr@s sigue en construcción. No somos sacerdotes ni líderes, ni tribunos ni césares, ni intelectuales ni profesores rojos, somos simplemente albañiles de la Rebeldía, de la insumisión, de la insubordinación. Somos militantes.
Nosotros y nosotras los que sembramos una manzana que no comeremos.
Los que desde la sombra gigante del zapatismo construimos la otra sombra gigante de la diferencia.
Nosotros y nosotras que fuimos paridos el 1 de enero de 1994, y que alcanzamos nuestra mayoría de edad en junio del 2005.
Nosotros los que Nadie nos sabemos, los Nadie que somos, los Nadie que seremos. Los que venimos de la sombra, los que caminamos en la sombra, los que en la sombra nos diluiremos.
Y, perdón, no podía terminar sin una cierta nostalgia sesentayochera porque no puedo negar mi origen, parafraseando las palabras de los muros de París diría: joven insurrección rojinegra zapatista: cada día más bella, cada día más joven. Feliz cumpleaños.
Gracias.
San Cristóbal de las Casas 1 de enero del 2010.
Año 16.