Sales y soles
El reloj de las abejas
Gorka Andraka
Gara
Cuesta imaginarlo. Las abejas sostienen el planeta, giramos sobre sus alas. Sin ellas, sin su polinización, los árboles, por ejemplo, no darían frutos y provocarían un desastre alimentario. Por no hablar del milagro de la miel, ese prodigioso manjar. Para producir un kilo, las abejas vuelan 150.000 veces hasta las flores. Ida y vuelta, unos cuatro viajes alrededor del mundo.
La cosecha de miel de enero a junio en el Estado español ronda las 15.000 toneladas, un 50% menos que en temporadas anteriores. El tiempo no ha acompañado ni en invierno, demasiada lluvia, ni en primavera, cortos intervalos de calor. Variables climáticas y humanas. Algunos pesticidas utilizados para combatir las plagas en las semillas dejan residuos en el néctar y el polen. Las abejas pierden el sentido de la orientación y no saben regresar a sus colmenas. Por si no fuera bastante, en los últimos años muere cada invierno el 30% de la población de abejas. Sin explicación, sin causa aparente.
Hace unos días salude en Bilbao a Joseba, mi amigo el mielero. Vive autoexiliado en un pueblito navarro que sólo cuenta ya con un par de vecinos. “Mientras tú resistas, tenemos futuro”, le solté a bocajarro. Joseba sonrió y se quedo callado, serio, como las vacas frente al tren. “Si las abejas desaparecen, al ser humano sólo le quedarán cuatro años de vida”, sentenció Albert Einstein, el premio Nobel de Física. La cuenta atrás se acerca. Joseba y sus abejas lo saben. Y han decidido no esperar sentados, cuidarse, luchar, cambiar. Juntos.