Chile: Increible represión contra los menores de edad

09.Ago.10    Análisis y Noticias

Chile: Increible represión contra los menores de edad

El régimen solicita bajar edad penal a 12 años. Después tendrá que hacerlo hasta los 10 años y luego a los 8. Los médicos tendrán que cuidarse de los recién nacidos en los partos.

La actual composición orgánica del capital, en que el capital variable se reduce a una mínima expresión y el capital constante aumenta sorprendentemente, la precariedad del trabajo se profundiza, la exclusión y marginación de la mano de obra se agudiza a niveles impresionantes, la maquinización, robotización y cibernética en los procesos productivos, administrativos, transportes y comunicaciones avanza arrolladoramente, todo ello ha desembocado en una fuerte crisis existencial del rol masculino en la sociedad de personas separadas y en competencia. El papel del macho es ser proveedor del hogar, llegar con el dinero para que la mujer compre alimentos, cuide los hijos, lave la ropa, pague las deudas y mantenga la casa en condiciones para que el señor llegue a descansar en el hogar dulce hogar. El matrimonio, el amor, la familia, etc. son pretextos para tener una mujer a quien no haya que andar rogando que facilite el acceso, que esté a disposición para cuando el bestia tenga deseos de aparearse.

Pero ante las dificultades de contar hoy día con un empleo más o menos fijo, existe una circulación y rotación constante de la mano de obra de puesto en puesto, segun la conveniencia de los patrones y la fuerza de trabajo debe contentarse con migajas, so pena de volver a la calle donde cientos de miles esperan en rugiente y violenta multitud para ocupar ese lugar recibiendo cuatro centavos. El regreso a casa sin nada en las manos es motivo de fuertes tensiones, gritos, acusaciones mutuas y alusiones a la madre de cada uno.

El macho, frustrado, pues no se realiza el destino para lo cual lo han moldeado culturalmente, ni el dinero ni la mujer, tiene que vivir de la demagogia y la mentira, dándose aires en la reunión con los amigos, la mayoría en el bar bajo efectos del alcohol o en la esquina en medio de la droga, ya que la competencia entre unos y otros impide sincerarse y compartir la situación. Otra vez a casa y nuevas escenas, llegándose con facilidad a los golpes, descargando contra los niños que crecen en medio de la violencia institucional de esa institución de género, hogareña, religiosa y pretendidamente afectiva, esa prisión que deben soportar los menores hasta que revientan.

Cada vez más disminuye efectivamente la edad para la participación en actividades contestatarias y autónomas con los amigos del barrio o de la escuela, para fumar o ponerse a prueba con la marihuana, el vino, el ron o la cerveza, para vestirse de Pokemon o ponerse estrellas en los ojos, para tocarse el cuerpo con amigos y amigas, en fin, para violar todas las reglas posibles hasta tomar un arma de fuego o cortante y repetir las imágenes y comportamientos de la educación real que reciben de esta sociedad. O sea aprenden lo peor, porque sus modelos ejemplares viven en lo peor. Escapan para repetir, ya que no tienen referentes de vida compartida. En las escuelas aumenta el llamado bulling, o sea el abuso y violencia contra el más desguarnecido, que deberá aprender también a empuñar dicha violencia. Las escuelas se llenan de sicólogos y las calles de policias, mientras los chicos hacen bandas como carabineros que asaltan y roban cajeros automáticos. Ejercicio de poder y fuerza contra unos y otros.

Los chicos ya no aguantan más, por eso no es extraño ver adolescentes y niños encapuchados en las manifestaciones estudiantiles y ocupaciones de colegios, buscando cambiar alguna cosa.

Ayer domingo, las noticias informan de dos niñas que mataron adultos, una al “jefe del hogar” que golpeaba constantemente a su hermano y la otra al abuelo que andaba por las mismas. Muertos, así quedaron, el que siembra vientos cosecha tempestades. Las niñas fueron detenidas por la policía y los fiscales anuncian proceso judicial y sanciones, tal vez sean violadas en la prisión o torturadas por sus captores.

La solución: disminuir la edad penal, llegando ahora a los 12 años. Los niños no pueden participar en las reuniones de las juntas de vecinos porque no tienen discernimiento, pero pueden ser imputados y culpados de asesinato por la acción de autodefensa de sus vidas y de sus pares contra la violencia de las jerarquías superiores. Ellos no pueden votar para las elecciones oficiales, también porque no tienen discernimiento para distinguir el bien del mal, lo bueno de lo malo, una propuesta de la otra, como se afirma, aumentando así su aislamiento y condición de esclavos sociales. Para meterlos presos y acusarlos de asesinato, ahí si que las tienen todas.

Mal estamos.
Ya es urgente instalar modificaciones mínimas del entorno y del mundo inmediato de esos pequeñuelos, ya que hasta ahora las medidas y reglas institucionales sólo empeoran y agudizan la situación, reproduciéndose el comportamiento autoritario y violento de las instituciones y los adultos.

Tanto que se habla de que otro mundo es posible, pero ya estamos cansados del cielo de los cristianos, que se ofrece para un futuro probable mientras hay que asumir la condición de Job, es decir, aguantar todo lo que venga, total … hay premio después. Es hora de que los jóvenes y adultos del barrio se junten entre ellos y comiencen a compartir asuntos cotidianos y sencillos de la vida, como comprar juntos, cocinar juntos, almorzar juntos, cuidar una huerta, realizar un emprendimiento productivo y generar una forma de vida que permita el autosostenimiento de las familias, la cooperación y el apoyo mutuo, la reciprocidad como forma de relacionamiento.

Hay que buscar soluciones desde uno mismo, en habla directa con uno o dos vecinos de los más próximos, para luego ir ampliando poco a poco sin discursos ni demagogias, sino con una práctica del Buen Vivir. El aumento de la dotación policial y de la represión en los barrios no son ninguna solución, sino que es solamente un ataque a los efectos, a los resultados de causas más profundas, por lo que se mantiene la situación si no se atacan de raiz los verdaderos motivos de esa especie de guerra sin cuartel de unos contra los otros. Hay que quebrar el individualismo del encierro en las casas saliendo al encuentro de los otros. Eso no lo harán las instituciones ni los gobiernos, sino que es tarea de cada uno con su vecino más próximo.

Sin ello dentro de poco veremos a los barrios de las ciudades igual que una familia destruida en medio de la crisis y la violencia: unos matándose a los otros, lo que ya está ocurriendo y seguirá aumentando, dándole gas y argumentos a la represión y a los medios para sostener y justificar el cerco policial represivo para acabar con la delincuencia, cuando los verdaderos delincuentes son los empresarios y los políticos enquistados en las estructuras de poder.

Abrazos

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
Red de Economía Popular y Ecología Social
redecosocial@gmail.com