En distintas regiones del país se han realizado importantes y notorias obras de homenaje al Bicentenario, además de que entre muchas otras cosas se han publicado algunos libros, de los cuales cabe señalar que profesores y autores críticos han pasado desapercibidos en un libro que reune a varios analistas e investigadores coordinados por una socióloga de cierto renombre a la que no vamos a hacer propaganda. Ella seleccionó autores como Manuel Antonio Garretón, Castells y otros. Sin embargo lo que llama la atención es que se haya abordado la temática de las identidades. Llama la atención porque es tema que nunca se ha trabajado en serio. ¿Hay identidad chilena? ¿O en Chile se presentan varias identidades?
La identidad es definida por Castells, el actual guru de los sociólogos que estudian estos temas y similares, como un conjunto de elementos, especialmente culturales aunque sin descartar los rasgos antropomórficos y la lengua, que diferencian una colectividad de otra. Por alguna razón el libro que comentamos fue lanzado a la luz pública varios años antes del Bicentenario, aproximadamente unos cuatro o cinco, para dar tiempo a rebatir cualquiera propuesta demasiado inquietante que hubiese podido surgir de esta selección “democrática” y diversificada de autores. Garretón es hombre del estado fuerte y de los partidos consolidados, es decir, un intelectual sistémico. Su formación muestra un sólido asentamiento en el pensamiento positivista y weberiano, lo que le permite planear tranquilamente sobre las aguas nada rupturistas de Habermas, Bobbio, Luhmann y aún el marxista estructuralista Althusser, que en la década de los 60 influyó en un importante sector universitario progresistas que tenía al estado como la panacea del cambio social sin cambiar nada, como fue un sector de la Democracia Cristiana chilena de donde salió el Movimiento de Acción Popular Unitaria, Mapu, de vocación justamente hacia la unidad de los sectores tecnocráticos del desarrollismo capitalista con la aristocracia obrera pos-guerra que alentaba los frentes populares de conciliación de clases. De allí vienen políticos y analistas sistémicos que cumplieron papeles importantes en los contenidos de las negociaciones con los militares para modificar la dictadura pinochetista y establecer su continuidad mediante la actual dictadura civil, como Insulza, el actual secretario general de la OEA, Ernesto Ottone que en aquella época militaba en el Partido Comunista y cumplió un papel importante en las relaciones del PC con el nuevo partido Mapu y aún el actual secretario general señor feudal del Partido Socialista, Camilo Escalona, dejando por ahora de lado, sin ofender el papel protagonista de ninguno, a una tropa de intelectuales formados con base positivista y voluntad teleológica estatista.
A pesar de ello, y aunque la coordinadora de esta obra goza de cierta imagen progre dentro de la muchedumbre de intelectuales del orden establecido, en el libro se encuentran verdaderas joyas analíticas y descriptivas sobre las identidades que se observan en los territorios controlados por el estado chileno, con la indudable intención de subsumirlos dentro de un debate que no amenazara salir de los límites impuestos, es decir, dialogar dentro de los márgenes.
Una de las conclusiones que se pueden extraer de allí es que se hace muy difícil, yo diría que imposible, establecer las características de una identidad “chilena”, por lo que el debate llegó hasta ahí y sólo algunos profesores lo recomiendan a sus estudiantes, especialmente en áreas de posgraduación, pasando el intento a la oscuridad del silencio.
Efectivamente a lo largo y ancho de los territorios reivindicados como suyos por el estado chileno, se encuentran formas identitarias de cultura, tradiciones, economía, orígenes y más elementos, que hacen de ellas verdaderas comunidad de intereses, prácticas, dichos, historia, necesidades y demás, que diferencian notablemente unas de las otras. Sin hablar de las comunidades y pueblos originarios, que cada vez más reivindican su autonomía, no una autonomía integrada como plantea ya oficialmente la iglesia católica, sino la autodeterminación, podemos ver que el estado ha efectuado sin conseguirlo una permanente acción por integrar a esas experiencias de vida a un concepto de nación o de homogeneidad patriótica que no tiene asidero.
Por ejemplo la ramada y la cueca junto a la chicha en cacho para el 18 de septiembre, provenientes de las regiones centrales en que se impuso desde temprano la cultura del hacendado español que tenía decenas y cientos de siervos gracias a las encomiendas, lo que explica el “traje”, botas y espuelas del huaso, se lleva al norte y parece ridículo en medio del desierto y las culturas tradicionales de allí. Si cualquiera va a Calama, percibe de inmediato que hay el sentimiento de la identidad nortina en que se ha combinado la tradición del trabajador minero, salitrero u otros, con las expresiones de los pueblos atacameños y aymaras.
Las ciudades como Antofagasta, La Serena y Coquimbo han tenido la función de subordinar a las tradiciones rurales, donde se asientan hasta el día de hoy los remanentes y aves Fénix de las culturas tradicionales, sin conseguirlo plenamente debido al fuerte regionalismo que hay en Antofagasta y la creciente recuperación de las tradiciones en la cuarta región, por ejemplo de pescadores artesanales, diaguitas, pirquineros, campesinos y aún sectores urbanos descendientes o inmigrantes del campo que componen buena parte de los barrios periféricos de Coquimbo y La Serena.
En Iquique, los miembros de comunidades se han agrupado en Alto Hospicio, una nueva comuna que muy pronto llegará al medio millón de habitantes, que está a minutos de esa ciudad y donde habitan muchos aymaras provenientes del interior y aún de regiones peruanas y bolivianas. Las fiestas de La Tirana consiguen reunir y expresar en conjunto todas esas culturas, trajes, bailes, cantos, instrumentos, comidas y más que hacen la diferencia. El papel de la iglesia ha sido intentar la suficiente síntesis con sus figuras sagradas, la virgen y los santos, que se han sincretizado y mimetizado desvirtuando los contenidos tradicionales, sin conseguir integrarlos, ya que muchos de los grupos y tinkus siguen operando en sus localidades específicas conservando sus características identitarias.
En la región de San Felipe y Los Andes existían hasta hace pocos años alrededor de 200 artesanías diferentes típicas de la región, tanto en uso de materiales naturales como de confección de alimentos como mermeladas, dulces y compotas. Hoy día las artesanías que quedan no llegan a la cantidad de 50, hay un evidente avance civilizatorio que aniquila las costumbres y con ello las identidades, permitiendo así la homogenización necesaria al estado para configurar una identidad de nación única, la identidad chilena.
Esa identidad “chilena” inexistente, pero constantemente procurada por el poder, se ha ido estructurando sobre la base del estado republicano. La república surge de la propuesta y primer paso lanzados por el cabildo de Santiago del 18 de septiembre de 1810, que se propone acabar con la Capitanía colonia de España y establecer el modo floreciente del capitalismo que se organizaba en Europa. Ya hemos conversado en artículos anteriores sobre la formación de las dos burguesías europeas, la jacobina y la girondina, esta última dependiente de la oligarquía por el hecho de crecer en los puertos gracias a la gigantesca circulación mercantil, dinero y riquezas que las monarquías traían del filón de oro americano. Los señores burgueses ingleses, tras el frustrado intento de Oliver Cronwell de acabar con la oligarquíay la posterior necesaria coinciliación de reparto del poder a que se llegó, lograron atraer parte importante de los hijos de la oligarquía americana, algunos arrebatándoselos a la masonería de Cádiz e incorporándolos a las logias de Londres, para lo cual se creó la llamada logia Lautaro, donde no sólo estaba Bernardo O’Higgins, sino que pasaron varios próceres, como el mismísimo Simón Bolívar. La masonería inglesa vine de la tradición de la burguesía villana, no de aquella asentada como parásitos en las ciudades portuarias, sin embargo esas contradicciones internas no fueron óbice para la alianza en contra de España, su rival en el control de los mares y las colonias. De allí que junto a un nuevo estado, regido por el jacobinismo capitalista, era fundamental la independencia de España para romper su hegemonía y permitir la libre expansión del capitalismo inglés en aquellos otros territorios de ultramar, en especial ante el debilitamiento que representaba para Inglaterra la lucha independista de los estados de norteamérica.
Sin embargo no se hacía fácil aquí liberar esclavos, siervos y encomendados para que ofreciesen su fuerza de trabajo, ya que la incipiente burguesía no había instalado sus relaciones de producción y había que avanzar en brazos de la oligarquía de la tierra, los terratenientes, los señores feudales de nuestro suelo. Distinto fue el caso de norteamérica, donde un importante conjunto de estados del norte se había enriquecido gracias al guerrerismo y la industria militar se expandía con la colonización del oeste, la industria del carbón, carnes, cueros y posteriormente de ferrocarriles. No fue difícil acabar con los esclavistas del sur y establecer la unidad férrea de los estados que hasta el día de hoy lleva el nombre de Estados Unidos.
Así, la independencia de los territorios colonizados del centro y sur del continente no se hizo por motivos económicos, sino estrictamente políticos de control y administración del poder. Lo contrario fue para los ingleses que apoyaban esa independencia de las colonias españolas, ya que para ellos significaba desplazar al imperio español del usufructo e intercambios con esas tierras. Y precisamente porque sus motivaciones eran económicas bastándoles el control político local de los independentistas, no hicieron gran énfasis en el desarrollo industrial y de las nuevas relaciones de producción, las que adquirieron vuelo en el norte del continente solamente porque las nuevas relaciones de explotación ya se encontraban sólidamente asentadas, en cambio en el centro y en el sur fue la oligarquía la que se encargó de constituir los nuevos estados de tal modo que obligatoriamente continuaran siendo dependientes de Europa y del coloso capitalista que nacía en el norte.
Así José Martí, el líder independentista cubano, consigue percibir que el peligro no está solamente en España, sino también en Estados Unidos. Él también había pasado por la logia lautarina de Londres y tuvo la visión de percibir que las propuestas de los autonomistas en Cuba sólo servirían para seguir colonizados de otra forma, muy parecida a la que posteriormente le fue impuesta a Puerto Rico, el estado libre asociado. Como dato histórico es interesante observar que Cuba fue el último país en independizarse de España, ya que mientras algunos lo hacían desde 1810, ellos sólo consiguieron poner fin al predominio español el primero de enero del año 1900, o sea, 90 años después, gracias al “apoyo” de los marines yanquis que atacaron a los españoles cuando los mambises los tenían rodeados en Santiago de Cuba. Eso significa que los yanquis entraron a ocupar la isla queriendo aparentar que ellos habían acabado con el ejército español, cuando sólo faltaban horas para que éste fuera derrotado por el ejército libertador cubano.
No pasó así con Simón Bolívar, latifundista como O’Higgins y con el cual estableció lazos que continuaron posteriormente, ambos activos contertulios de las reuniones lautarinas de Londres. En ellos anidaba la conciliación y acuerdos de la burguesía inglesa con su propia oligarquía, a diferencia del radicalismo revolucionario que insuflaba a la burguesía e intelectuales franceses, por poner sólo un ejemplo. Los franceses habían dejado malas experiencias para la oligarquía americana, ya que en su colonia de Haití, que fue la primera realización victoriosa de lucha independentista, la oligarquía fue barrida por la revolución de los esclavos. Mal ejemplo que había que extirpar y que los afros haitianos pagan hasta el día de hoy.
Por otra parte en las regiones caribeñas de Venezuela, Colombia y Panamá, la insurgencia venía desde abajo, en especial de las comunidades descendientes de esclavos africanos, y se hacía difícil controlar las fugas que desembocaban en nuevos y multiplicados quilombos o palenques, que también se extendían por Ecuador hasta las regiones nortinas del actual estado chileno y aún regiones tropicales de la actual Bolivia, como Los Yungas. Hacia el norte esas rebeliones se extendían por centroamérica y hacia el sur-este se reproducían de manera alarmante en los territorios de Brasil.
Haber apoyado la lucha independentista en estas capas sociales oprimidas juntos a las comunidades originarias y demás sectores campesinos, habría dado otros resultados, tal vez impredecibles, o quizás la muerte, como sucedió con Manuel Rodríquez en Chile, cuya afinidad con campesinos y poblaciones de las villas lo hacían un verdadero peligro para el poder, por lo que O’Higgins lo mandó matar.
Nace pues, la república chilena, el estado chileno, dirigido por la oligarquía terrateniente, a la cual el ejército juró amor eterno y que demoró bastante en aceptar al empresariado minero y luego industrial. Desde los valles del centro ese ejército es enviado hacia el sur y el norte apoderándose de otros territorios, lo que hace de Chile un estado de ocupación. En el sur entran y ocupan el país mapuche, que no formaba parte de la colonia española y era independiente. En el norte ocupan territorios aymaras, muchos de los cuales habían sido previamente invadidos y ocupados por los estados boliviano y peruano. Como todo país constituido sobre la base del poder concentrado mediante el estado, el despojo territorial forma parte de las glorias militares necesarias a destacar para la instalación y aceptación de conceptos como patria y nación, que no provienen de las identidades o tradiciones, sino de la imposición mediante la fuerza del poder central.
Posteriormente se abren las minas y el estado debe aceptar la convivencia con esos sectores odiados por la oligarquía de los valles centrales, de allí a aceptar a la burguesía capitalista costó bastante, conformándose un estado chileno derivado de la experiencia de conciliación inglesa, no influido mayormente por la revolución francesa, excepto, claro las enseñanzas del Barón de Montesquieu que fueron aplicadas aquí a rajatabla, ya que se basa justamente en los acuerdos obtenidos en Inglaterra. Andrés Bello es seguidor de esas tradiciones traidas desde la masonería inglesa. De aquel país es copiada la Marina de Guerra, ya que la disciplina y jerarquías sajonas son más atractivas para la oligarquía chilena que los vulgares españoles, mientras el ejército se espeja no en los franceses revolucionarios, por favor! sino en el ejército reaccionario alemán. Así hasta el día de hoy tenemos una marina oligárquica y un ejército extremadamente autoritario.
Y con esa oligarquía terrateniente de los valles centrales, una marina calco de los ingleses y un ejército calco de los alemanes, pretenden constituir una “identidad chilena”. Eso sólo puede hacerse por dos tipos de personas, o muy ingenuos, que en este caso no lo son, o muy brutos, que es una característica que ha marcado y destacado a las clases dominantes chilenas económicas, políticas, religiosas y militares. Por extraño que parezca esa misma oligarquía sigue en los mismos territorios de los valles centrales exportando millones de dólares en latas, botellas y cajas de frutas, uvas, vinos, salsas y jugos. Sólo que han entendido y aceptado las ventajas de la industrialización y la globalización, ya que los procesos son totalmente maquinizados y la mano de obra es de las más explotadas del planeta, con cientos de miles de temporeros y temporeras que antes formaban las bases de la reforma agraria que se quiso hacer desde el estado mediante los gobiernos instalados sobre la alianza de clases de sectores de burguesía con sectores de la aristocracia obrera.
La oligarquía de los valles centrales históricamente se ha ido aproximando y articulándose estratégicamente con la burguesía agraria de más al sur, en especial las empresas forestales, celulosa y papel, conviviendo con el estado, otros empresarios y la reproducción mercantil en general mediante el turismo, los fondos estatales, comunicaciones, transportes, pesca industrial y energía, todos ellos terrenos en los cuales actúa y circula el capital internacional.
Sobre esa base clasista y económica se plantea actualmente la pugna entre la alianza de sectores de burguesía, capas medias profesionales e intelectuales, burocracia funcionaria y aristocracia obrera en contra del bloque de la oligarquía y sectores más conservadores. Los campos de Piñera y Frei están bastante perfilados y no hay en el desarrollismo capitalista una comprensión de los verdaderos factores de fondo que han dado forma a la actual situación, imaginando la mayoría de los analistas que se trata solamente de la debacle de la Concertación o del éxito de la estrategia derechista.
En realidad siguen en pugna los mismos viejos factores que han configurado la olla de grillos o bolsa de gatos que es el estado chileno, esto es, el espacio de disputa del poder, lugar al que caen muchos, como moscas en el papel pegante, haciendo el juego al reparto efectivo de tierras y demás medios de producción separados de la población y concentrados en pocas manos. La vieja estrategia de transformar al estado en el fiel de la balanza, se ha ido agotando. Venezuela sólo ha conseguido ciertos actos sociales gracias a su rol de productor burocrático mundial de la materia prima petrolera, mientras Bolivia por su parte lo ha hecho exactamente por lo contrario, más que por el rol exportador, por el predominio de la conciencia comunitaria en la población.
La enorme mayoría de la población de los territorios controlados por el estado chileno no ve en el aparato del estado ni en la actual economía las soluciones para sus necesidades y gustos, no se siente interpretada por el falso sentimiento identitario de nacionalidad chilena o de patriotismo, aunque tampoco hay el desarrollo de la conciencia de las identidades existentes. Las reivindicaciones hacia el estado, pidiendo una cosa u otra, no son materia de la población, sino de activistas sorprendidos de que la gente no se levante a exigir lo que tiene derecho, quienes organizan algunos pequeños sectores y los llevan a la conciencia de que el estado es quien debe resolver, al tiempo que huyen despavoridos de las formas autónomas de organización barrial comunitaria, pues la gente puede descubrir que puede hacer soluciones y cambios con sus propias manos, lo que agotaría el discurso de la vocación de poder.
Ello nos lleva a reconocer en esta parte geográfica que llaman Chile, la importancia de las identidades, raíces, comunidades, barrios y localidades que forman un verdadero abanico de mundos coexistentes entre si. Algunas son pueblos originarios ocupados, otros son comités de defensa del medio ambiente o contra represas e hidroeléctricas, algunos son espacios de vida en común en la forma de ecoaldeas, los de más allá emprendimientos productivos autogestionarios, ahí una biblioteca popular o un centro cultural, acá una huerta comunitaria o una escuela autónoma.
Todo ese tejido horizontal de autonomías en red, donde unos aprenden de los otros, puede expresarse progresivamente de tal modo de mostrar la variedad de perfiles y experiencias para que otros aprendan que hay muchos que no se subordinan a las propuestas establecidas o aquellas propuestas críticas que quieren lo mismo, que es posible organizarse y cambiar las cosas con las propias manos.
Por ello tal vez sea conveniente que se organcen simultameamente en todo el país las más variadas formas de manifestaciones pacíficas algunos días previamente acordados, donde cientos de colectivos y experiencias salgan a romper la rutina de las localidades haciendo acto de presencia y explicando sus motivaciones. La idea es salir de la invisibilidad y evitar que los medios de comunicación escondan las acciones, por lo que cada ciudad y localidad deberá preparar actos de gran impacto y una consigna territorial que consiga traspasar el bloqueo informativo y circular por el país.
A mediados de marzo va a ser el Encuentro Plurinacional de Autonomías y Comunidades que será al mismo tiempo la Otra Semana de Mechones, donde se confirmarán los días en que nos movilizaremos durante este año del Bicentenario, siendo las propuestas hasta ahora comenzar el 21 de mayo, seguir en un día a determinar del mes de julio, mes en que se ha propuesto también efectuar los Encuentros Regionales de Autonomías y Comunidades, luego el 18 de septiembre y el 12 de octubre. Finalmente la propuesta es cerrar el año organizando en barrios y localidades la Otra Navidad junto a la inscripción masiva para el Trabajo Voluntario Comunitario del verano 2011.
Hay que decir que esa no es la postura del Profesor J, aunque la subscribo, apoyo, estaré presente como uno más y ayudo a difundir, sino que es el punto alcanzado por el intercambio de varias agrupaciones.
Abrazos
Profesor J
profesor_j@yahoo.com
http://clajadep.lahaine.org