Autor: “Gustavo Esteva”

Esteva: La hora de la autonomía

Una corriente sigue empeñada en la conquista del “Estado” y el empleo de la ingeniería social (la transformación de arriba hacia abajo) y se afilia aún al desarrollo y a la democracia formal; no es propiamente anticapitalista, hasta cuando declara serlo, y tampoco tiene a mi entender un carácter revolucionario. Atribuyo estos rasgos, en cambio, a quienes intentan reorganizar la sociedad desde abajo y empiezan a crear un mundo nuevo, redefiniendo con su acción, en la práctica, el sentido y contenido del cambio social radical. Estas dos corrientes son el marco de los impulsos contrapuestos que caracterizan la lucha por la autonomía.


México: El fin de la ilusión

La sociedad capitalista está fincada en la protección de la propiedad privada, pero no se protege en ella lo que tiene la gente –como el agua de los pueblos–, sino lo que es de los dueños de los medios de producción. La propiedad privada de la planta nunca dio a Bonafont derechos sobre el agua de los pueblos. En vez de proteger a éstos, como es su obligación, el actual gobierno, que se declara continuamente del lado de los pobres, tomó sin vacilar el lado del capital cuando los pueblos decidieron defender lo que les pertenece. El episodio contribuye a disolver la ilusión de quienes pensaban que este gobierno estaba de su lado, que hacía justicia a los pobres.


Las otras violencias

Para sobrevivir y crear una opción, debemos tomar seriamente en cuenta la metamorfosis grotesca que sufrió el patriarcado capitalista y democrático que teníamos al instalar en su lugar el régimen que ahora padecemos.
Lo que se empieza a llamar “agonía patriarcal” por la rebelión de las mujeres está llevando a su extremo los peores rasgos del patriarcado. No sólo es una violencia que parece ilimitada. Es la centralidad de su evangelio de muerte, conforme al cual se intenta sustituir todo lo vivo por productos del hombre.


México: Cuesta arriba

Mal empieza la semana cuando te ahorcan el lunes. Apenas empezábamos el nuevo año cuando nos cayeron encima claras anticipaciones del horror que viene. No cabe anticipar lo que ocurrirá, en esta era de incertidumbre radical en la que hemos entrado. Pero podemos rechazar sin reservas el mundo que se nos quiere imponer, como ha sugerido Agamben: optar por un modo de vida del que aún tenemos memoria y experiencia, basado en nuestras capacidades, en la autonomía que podemos construir con otras y otros en barrios y pueblos, y en la austeridad que prescinde alegremente de cuanto interfiere con la interacción gozosa y directa con los demás y con la Madre Tierra.


Desacuerdos

No tocamos aún fondo. Se extienden la violencia y el ejercicio autoritario por todas partes; la degradación moral que a menudo los acompaña no parece tener límites. Se profundiza la miseria y empieza a cundir el hambre. La degradación ambiental llega a extremos sin precedente. Aumentan las ganancias de unos cuantos, lo mismo que los precios. Todo esto nos encuentra cada vez más divididos. Además de las diferencias convencionales de clase y condición social, aumentan la distancia entre nosotros narrativas en las que creemos con firmeza y sustentan posiciones encontradas. Empezando con el Covid. Para unos el confinamiento es necesario, para otros innecesario …


Relevos

En número creciente, personas de 10 a 20 años están tomando en sus manos la rebelión y son ya fuente de esperanza. Están creando posibilidades inesperadas de transformación. Es tiempo de escucharlos.


Tiempo de catástrofe

La alianza entre el gran capital trasnacional, el gobierno mexicano y actores locales que impulsa los “megaproyectos” tiene un propósito muy claro: colonizar el sureste. No son meros proyectos de inversión. Como todas las empresas coloniales, ésta afirma que busca el beneficio de quienes serán colonizados. Como dijo el director del proyecto principal, se necesitará un genocidio: liquidarlos como lo que son para convertirlos en algo mejor.


El gran viraje

“No más bla bla bla”, dijo Greta Thunberg hace una semana en la Conferencia COP26. En lo que significó un viraje fundamental en su campaña, advirtió que el cambio no vendrá de gobiernos y corporaciones, sino de la propia gente. “La supervivencia de la raza humana depende de redescubrir la esperanza como fuerza social”, señaló Iván Illich hace 50 años. Las calles de Glasgow ilustraron en estos días ese redescubrimiento, pero quizá nada lo muestre con tanta claridad como La Travesía de los zapatistas. En cada punto de la Tierra Insumisa, como rebautizaron al viejo continente, se manifiesta cuando llegan la fuerza social de una nueva esperanza, formulada desde abajo por quienes están construyendo un mundo nuevo y se ríen cada vez más del bla bla bla que arriba continúa.


México, Chiapas: Ante el abismo

Chiapas no está al borde del abismo. Ya cayó en él y parece insondable. En el mundo entero se profundiza la mutación de un modo de producción en un modo de despojo, el cual necesita para operar el control y el miedo. Más que organizar producción y consumo para ganancia de unos cuantos, se busca el saqueo continuo y general, lo que exige inevitablemente usar la fuerza. En medio de confusión, desorden y desconcierto, queda claro que nada puede esperarse de arriba. Es irrelevante el color ideológico de quienes presiden gobiernos y corporaciones. ¿Y abajo? Cuentan decisivamente, los nudos y espacios de comunidades y barrios que lograron mantenerse y florecer, y hoy constituyen organizaciones sólidas para emprender desde abajo la reconstrucción.


Aún es tiempo

Bajo el manto de la llamada “bioseguridad”, supuestamente para protegernos del bicho, se nos inocula ahora el virus de la obediencia, sometiéndonos a disposiciones que cancelan nuestra libertad de movimiento y toda capacidad autónoma y nos exponen a innumerables despojos, acosos y ­agresiones. Aún es posible reaccionar. Con clara conciencia de que la verdadera amenaza que pesa sobre nuestros modos de convivencia se llama capitalismo, podemos apelar a la capacidad auténticamente democrática de gobernarnos por nosotros mismos y resistir organizadamente el empeño de privarnos de toda libertad y autonomía.


México: Nunca más

Se repitió esta semana el ritual oficial. Ni las autoridades ni los portadores de banderitas se dieron por enterados del vacío que ahora enfrentan. Cuando se oye de nuevo “Los héroes que nos dieron patria”, mucha gente se pregunta: ¿A quien se la dieron? ¿Y en qué consiste esa “patria”?


Humptys Dumptys y sus maravillas

Alicia se entusiasma ante la propuesta de Humpty Dumpty: que cada palabra signifique lo que quiera el que la diga. Pero de inmediato se preocupa: ¿cómo vamos a entendernos? ¿Cómo hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes? Humpty le responde sin vacilar: “La cuestión es saber quién es el que manda” (Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas).
Nos invade una plaga de Humptys Dumptys. El significado común de ­pa­labras y acciones cambia continuamente en boca de las autoridades.


Vergüenzas

Es difícil evitar una sensación de vergüenza ante lo dicho y hecho en relación con algo muy extraño denominado “conmemoración de la caída de Tenochtitlan”. En uno de los momentos más atroces de la historia humana, cuando la guerra total arrasa todo a su paso y se han desvanecido los horizontes que se empleaban de guía, los pueblos verdaderos abren hoy caminos creativos de construcción de la nueva era. No “cayeron” ni entonces ni ahora. Al contrario. Son semillas de lo nuevo. Y están ­floreciendo.


Buscar opciones

En vez de estar mirando hacia arriba, esperando de los gobiernos remedios a nuestros predicamentos o líneas de comportamiento a seguir, nos toca arraigarnos en nuestra realidad. Se trata de acordar normas de comportamiento, caminos a seguir, formas de organización, con las personas de nuestro entorno. En el caso de la chatarra alimentaria es posible reforzar la voluntad personal con la acción en común. Es lo que hicieron comunidades oaxaqueñas que aprovecharon la pandemia para impedir la entrada de alimentos chatarra y concentrar el empeño colectivo en las capacidades autónomas de producir comida sana. A final de cuentas, se trata simplemente de vivir y cuidar la vida en comunidad, no de “proteger” cuerpos individuales. Nunca debimos abandonar esa actitud. Es la que adoptaron muchas comunidades, particularmente las indígenas, que han tenido mucho éxito en el manejo del bicho.


Nuestra travesía

El esfuerzo, aquí y en todas partes, necesita concentrarse en lo que tenemos a la mano, en la acción concreta en cada lugar y contexto, para la construcción autónoma de un modo de vida más allá del patriarcado y el capitalismo, que es la forma de resistencia más eficaz. Comprende, naturalmente, tejerse paso a paso con grupos con semejante rebeldía, para aprender de ellos y practicar solidaridad, como lo hacen hoy en Europa los zapatistas.
Una concurrencia masiva el día 1º, con un sí contundente, sería en sí misma un juicio histórico de las víctimas sobre lo que padecieron en el último medio siglo por la acción u omisión de un régimen en agonía que incluye al actual gobierno. Ese juicio tendría en sí mismo un inmenso valor político. De esa manera, acaso, podríamos empezar nuestra propia travesía.


Ante la guerra

Esta guerra tiene en todas sus instancias carácter patriarcal, pero adopta diversas formas y estilos, según se trate de mujeres, defensores de derechos o territorios, periodistas o pueblos indígenas. Aunque esos parecen ser los principales blancos, se dirige también contra muchas otras personas y grupos.


Fuerzas y debilidades

Se extienden las capacidades concretas de gobernarse. A menudo por estrictas razones de supervivencia, la gente se reinventa y cambia sus maneras de pensar y actuar. Se junta con otras, otros que están también en un ejercicio autónomo y poco a poco se tejen entre sí insumisos y rebeldes. Es útil explorar bien dónde están hoy las fuerzas y las debilidades políticas, la capacidad de resistencia y conducción, la posibilidad misma de detener el horror.


Más allá del Estado

Es indispensable insertar en el análisis la cuestión patriarcal, los miles de años de pensar que nuestra coexistencia requiere formas de mando, dominación y control. No logramos imaginar un mundo en el cual podamos realmente gobernarnos, en vez de que alguien lo haga por nosotros, supuestamente en nuestro nombre. Pero sólo de eso se trata: de construir esa alternativa, más allá del Estado, como ya han empezado a hacer muchos grupos y pueblos.


Recuperar el piso

El Estado-nación, como forma política del capitalismo, se creó sustituyendo creencias y convicciones basadas en tradiciones ancestrales y experiencias cotidianas con nuevas construcciones abstractas. Aunque hubo resistencia en todas partes, se logró crear, a menudo por la fuerza, a individuos homogéneos sin género –el ciudadano, el homo economicus– que quedaron subordinados a las nuevas estructuras.
Es difícil que fluya en la conciencia general la convicción de que se ha vuelto especialmente urgente construir modalidades de organización social y política que pongan en relación a los grupos, entramados y organizaciones, en barrios urbanos o en comunidades rurales.
Afortunadamente, al atreverse a abrir los ojos de esa manera se descubren por todas partes iniciativas a ras de tierra de quienes hace tiempo se dieron cuenta de esta perspectiva.


Barbarie

Desde pequeños, infortunadamente, nos han programado para respetar, obedecer y hasta a amar a quienes nos oprimen y destruyen.