Brasil: Comunidad xavante regresa a su territorio ancestral y genera polémica con asociación de agricultores capitalistas

Brasil repara viejas deudas con los indígenas a un alto costo



Brasil repara viejas deudas con los indígenas a un alto costo

Reuters
Maraiwatsede (Brasil), 10 de abril de 2013

Las claves

El área disputada en Marãiwatsédé, una franja de verde sabana cerca del borde de la Amazonia unos 600 kilómetros al noroeste de Brasilia, es apenas un punto en el mapa del mayor país de América Latina. Sin embargo, los acontecimientos de los últimos seis meses llamaron la atención de toda la nación.
Las dimensiones del área en disputa en el caso de los Xavante es de aproximadamente el tamaño de la Ciudad de México, relativamente pequeña frente a la superficie del país. Y Brasil suele proteger los derechos de propiedad de firmas locales y extranjeras.
La senadora Abreu, que es presidente de la Confederación de Agricultura y Pecuaria, dice que el verdadero culpable es la falta de “claridad” legal, un asunto frecuente en un país que tuvo seis constituciones en el último siglo.

Damião Paridzané tenía nueve años en 1966, cuando la Fuerza Aérea lo subió junto a otros cientos de indígenas Xavante en un avión carguero. El Gobierno, ansioso por usar las fértiles tierras de la tribu en el centro de Brasil para la agricultura comercial, los desplazó a una nueva reserva a 400 kilómetros de distancia.

Hoy, casi medio siglo después de ser desalojados, los Xavante están de vuelta. Paridzané es ahora el cacique, deslumbrante en su tocado de plumas verdes y azules. Y esta vez es el “hombre blanco” el que está siendo obligado a irse.

Intentando reparar las injusticias del pasado, el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff sacó del lugar a unos 7.000 granjeros y otros colonos, convirtiendo sus tierras en una reserva para los Xavante.

“Esta es una tierra tradicional”, dijo el cacique Paridzané. “No tiene nada que ver con el hombre blanco, los hacendados o las compañías extranjeras”.

Pero esta no es una historia con final feliz. El desalojo dio lugar a violentos choques, los granjeros apelaron ante la Corte Suprema y el pueblo que dejaron atrás está en ruinas.

Las dimensiones del área en disputa en el caso de los Xavante es de aproximadamente el tamaño de la Ciudad de México, relativamente pequeña frente a la superficie del país. Y Brasil suele proteger los derechos de propiedad de firmas locales y extranjeras.

Pero el sector agrícola teme que este episodio sea el preámbulo de futuros conflictos ante el avance de granjeros y mineros hacia la jungla de la Amazonia, donde algunas tribus todavía no han tenido contacto con el mundo exterior.

En otras partes de Brasil, los reclamos de las tribus de la Amazonia demoraron la construcción de unos de los principales proyectos de Rousseff, una gigantesca hidroeléctrica conocida como Belo Monte, y lograron el apoyo de celebridades como el director de “Avatar” James Cameron.

Algunos ven el cierre de un ciclo a medida que los Xavante y sus tierras vuelven a un estado más primitivo.

El ajuste de cuentas históricas, advierten los personeros del sector agrícola, tendrá un impacto para la economía de Brasil, que emergió como uno de los principales exportadores del mundo.

Gilmar Delosbel, el director regional de la cooperativa de soja Aprosoja, dijo que la incertidumbre creada por las disputas podría llevar a los agricultores a pensarlo dos veces antes de adentrarse en nuevas áreas. Y eso, a su vez, podría frustrar la meta de Brasil de reemplazar a Estados Unidos como el mayor productor de soja del mundo.

El área disputada en Marãiwatsédé, una franja de verde sabana cerca del borde de la Amazonia unos 600 kilómetros al noroeste de Brasilia, es apenas un punto en el mapa del mayor país de América Latina. Sin embargo, los acontecimientos de los últimos seis meses llamaron la atención de toda la nación.

A pedido de los Xavante, el Gobierno demolió muchas de las casas, graneros, escuelas y otros vestigios de los granjeros que habían controlado la zona durante los últimos 50 años.

Un video grabado recientemente por la policía muestra a tropas federales disparando balas de goma y gases lacrimógenos contra unos 50 productores que intentaban impedir el desalojo de algunas personas.

El espectáculo de las otrora prósperas granjas transformadas en escombros ha horrorizado a los productores agrícolas y a sus poderosos aliados en Brasilia, que temen que se esté sentando un precedente para tomas de tierras en otras partes del país.

La Funai, el departamento de asuntos indígenas del Gobierno brasileño, comenzó a preparar una propuesta de una nueva reserva Xavante en 1992 y sus planes fueron aprobados en 1998.

Los grupos de presión del sector agrícola, liderados por la influyente senadora Katia Abreu, intentaron bloquear los desalojos cuestionando los límites del territorio indígena.

Pero la Corte Suprema denegó su apelación final en octubre y la Funai comunicó a todos los “intrusos” que tenían un plazo de 30 días para retirarse.

A fines del 2012 la policía y el Ejército fueron enviados a la zona para remover a los granjeros que resistían.

Pero unas 270 familias de agricultores están en el limbo tras registrarse con el Gobierno y solicitar ser reubicados en otras tierras. De ellos unas 105 familias, principalmente de bajos recursos, están siendo instaladas en pequeñas parcelas de las inmediaciones.

Los brasileños están ahora debatiendo si los ex colonos fueron tratados injustamente.

Paulo Roberto de Azevedo Junior, el coordinador de la oficina regional de la Funai, dice que los granjeros sabían que estaban ocupando un territorio indígena y que sus títulos de propiedad eran falsos.

Aunque los límites de la reserva indígena habían sido aprobados en 1998, los productores dicen que eso no justifica su desalojo.

La senadora Abreu, que es presidente de la Confederación de Agricultura y Pecuaria, dice que el verdadero culpable es la falta de “claridad” legal, un asunto frecuente en un país que tuvo seis constituciones en el último siglo.

El problema, dicen los granjeros, es que la Funai está desalojando gente de áreas donde las autoridades locales estimulaban los asentamientos hasta fines de la década de 1990.

También sostienen que la Funai y otras agencias han sido demasiado agresivas a la hora de determinar cuáles son las tierras ancestrales. La naturaleza nómade de muchas de las tribus y la geografía hostil de la Amazonia complicaron aún más las cosas, porque dificulta el mapeo y la demarcación.

El cacique Paridzané prometió a su padre y a su abuelo que recuperaría sus tierras y dice que el proceso es irreversible. Rechazará cualquier pedido de los granjeros de alquilarles sus antiguas parcelas o los intentos del Gobierno de pavimentar una carretera que reduciría el tiempo para transportar los productos de los agricultores a los puertos del nordeste de Brasil.