El día en que la revolución envejeció
Publicado el 20/Agosto/2013 | 00:51
Por: Felipe Burbano de Lara
Diario Hoy
fburbano@hoy.com.ec
El fracaso de la iniciativa Yasuní quiebra cualquier ilusión que los jóvenes se hayan podido formar sobre un modelo de economía que deje atrás la lógica depredadora de los recursos naturales para volverse sustentable. El jueves en la noche la revolución ciudadana envejeció de modo repentino, quizá irreversible, porque el presidente Correa repitió lo mismo que hemos escuchado desde hace 40 años para justificar la explotación de la Amazonía: ideas viejas, desarrollistas, sin credibilidad alguna, que siempre incumplieron sus promesas. El envejecimiento significa también volver sobre la política de proclamar unos principios con grandilocuencia –el repetido buen vivir junto a los derechos de la naturaleza- y hacer lo contrario en la práctica. ¿De qué sirvió el espíritu ecologista de Montecristi? ¿De qué han servido tantos textos del Senplades sobre el buen vivir y los derechos de la naturaleza?
Todo el lenguaje del cacareado postneoliberalismo nos ha conducido a un modelo de desarrollo sustentado en la capacidad del Estado para invertir y gastar, sin una propuesta consistente de cómo usar bien y mejor los recursos. Solo hay una fórmula: más y más intervención estatal, en todos los frentes, con presupuestos que crecen a tasas anuales muy superiores a las de la economía. Resulta tan irracional el comportamiento del Gobierno con el gasto público, que acaba de expedir, en nombre de la austeridad y la eficiencia, un acuerdo prohibiendo a las instituciones estatales realizar eventos en hoteles. ¡Imagínense cómo habrá sido el derroche de fondos para verse obligado a expedir un acuerdo de esa naturaleza! El Gobierno se presenta como responsable y austero en el manejo de unos recursos que deben representar el 0,00001% del presupuesto, mientras sigue la fiesta derrochadora en todos los otros ámbitos. Allí están, como muestra de los excesos, los 1000 empleados del IESS cuyos contratos no serán renovados.
Y está la eliminación parcial del subsidio de almuerzos a los funcionarios públicos quién sabe por qué usos incorrectos de fondos. Apenas vemos la punta del iceberg.
Todo envejeció el jueves: el lenguaje, el modelo económico, el estilo de liderazgo de Correa, su apelación instrumental a los sentimientos de los jóvenes para que acepten una decisión presentada como responsable. El presidente les pidió sacrificar su visión de un futuro ambiental por los $18 mil millones que le dará al Estado la explotación del crudo en el Yasuní. La revolución no ha sido franca y sincera para imponerse la tarea de cambiar las mentalidades del viejo desarrollismo, atrapada como se encuentra en el milagrerismo de los recursos naturales. Y a eso llama responsabilidad. Su envejecimiento significa, por un lado, haber echado por la borda su propio discurso del buen vivir y los derechos de la naturaleza; y de otro, volver al lenguaje de contadores que tanto criticaron a sus predecesores, ahora retocado con un aparente rostro social. Por no repetir la austeridad de la larga noche neoliberal, a la que se ha estigmatizado como pecado ideológico, el Gobierno nos conduce a un desbocado proceso de búsqueda de nuevos y más recursos, sin encontrar ni límite ni racionalidad a lo que hace.
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´Los otros son los culpables´
Publicado el 20/Agosto/2013 | 00:47
El mundo le falló al Ecuador y es responsabilidad de otros el fin la iniciativa conservacionista del Yasuní.
Por: Carlos de la Torre
Diario Hoy
cdelatorre@hoy.com.ec
El presidente Correa es incapaz de asumir un error. Él siempre está en lo cierto, encarna el bien y los errores son culpa de otros. En las sabatinas se ensaña con algún funcionario o servidor público que no ha hecho bien su trabajo demostrando que todos los errores son culpa de los otros, más no del líder que vela por que todos hagan bien su trabajo.
La idea de que el líder siempre está en lo cierto y es el dueño de la verdad está detrás de la reescritura de la historia sobre el 30 de septiembre. Quienes no están de acuerdo con la verdad oficial son llevados ante las cortes. La propaganda oficial no se cansa de repetir que lo que se vivió ese día fue un intento de golpe que exime de cualquier responsabilidad a quien entró a la brava al cuartel de los huelguistas, a quien perdió los estribos y debería haber aceptado, al menos, su responsabilidad y asumir que su falta de juicio contribuyó a que los eventos de ese día terminen trágicamente.
Ahora se pretende escribir otra narrativa. El mundo le falló al Ecuador y es responsabilidad de otros dar fin con la iniciativa del Yasuní. Los otros son los malos y el presidente el bueno que no tiene más remedio sino que tirar por la borda al proyecto estrella de su Gobierno. Este intento de escribir una versión de la historia desde el poder no convence a nadie.
Correa fue quien destrozó esta iniciativa con la que nunca se comprometió. El Yasuní fue la excusa para darse una imagen de Gobierno progresista al exterior y para apaciguar internamente a quienes veían grandes contradicciones entre la retórica progresista y prácticas ultraderechistas como la criminalización de la protesta, la destrucción del movimiento indígena y la profundización del extractivismo.
El fin de la utopía del Yasuní desenmascara al correísmo , lo desnuda y lo presenta tal como es: un proyecto desarrollista estatista y extractivista cuyo objetivo es perpetuarse en el poder. Un proyecto que no duda en acusar de terrorismo a los activistas sociales y en demandar a quienes cuestionan sus políticas en la esfera pública. Es el gobierno que dice tener un proyecto técnico de modernización pero que se basa en el despilfarro de los recursos en proyectos delirantes como la ciudad del conocimiento que costará millones de dólares, en las becas Prometeo para traer mil profesores que trabajan en el extranjero que ganarán seis mil dólares al mes, más pasajes y un subsidio de quinientos para vivienda. ¡Todo este despilfarro se financiará con el petróleo del Yasuní!
¿Será que de tanto andar con aduladores el presidente cree que se aceptarán sus palabras como la única verdad? No se da cuenta que su doble discurso sobre conservar y explotar el Yasuní abrió expectativas en varios sectores de la sociedad que se sienten traicionados y engañados. Las mentiras del Gobierno durarán mientras quienes las inventaron estén en el poder. Luego la sociedad las descifrará cómo lo que son: retórica cuyo objetivo fue legitimar con promesas progresistas a un proyecto caudillista y autoritario.
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El Universo
ivsanc@yahoo.com
Martes, 20 de agosto, 2013
El Yasuní de la National Geographic
La edición en español de la revista National Geographic de enero del 2013 contiene un error de bulto en un artículo dedicado a nuestro Yasuní: llama reiteradamente “guaranís” a los huaoranis. Es incomprensible que una revista prestigiosa, que celebra con este número especial sus 125 años de aparición, incluya un error tan tonto. Además, el artículo de Scott Wallace lleva un título igualmente imperdonable para nuestro gobierno: “Selva tropical en venta”. A lo largo de 32 páginas de fotografías extraordinarias y un texto condensado, el artículo ratifica lo que muchas personas ya sospechaban en la comunidad internacional y en nuestro país: que desde hace varios años nuestro gobierno se ha venido preparando para decidir la explotación petrolera de la zona, y que la Iniciativa Yasuní ITT nació fallida.
El anuncio de la semana pasada del presidente Correa ha confirmado las sospechas. No se puede vender un Plan A si cada vez que se lo presenta se menciona al mismo tiempo el Plan B. De todos modos, muchos ciudadanos se preguntan este momento en nuestro país y en el exterior cuál era realmente el Plan A. Detrás de esta interrogación yace una pregunta más inquietante: ¿Cómo andamos de plata? Porque algunos pequeños indicios sugieren el comienzo de una época de austeridad, después de seis años de generosa inversión social: el despido de 1.250 empleados del IESS, la suspensión del almuerzo o subsidio de alimentación para los empleados públicos, el cierre de algunas embajadas y los controles más estrictos para ahorrar materiales en las oficinas del Estado.
La decisión presidencial de explotar el petróleo en una reducida zona del área resulta dolorosa para todo el país, pero muchos la consideran necesaria para mantener los programas de nuestro gobierno en vialidad, salud y educación. La actividad petrolera inevitablemente tendrá consecuencias irreversibles e irremediables para nuestra Amazonía; negarlo sería ignorar las nociones más elementales de la teoría general de los sistemas. ¿Acaso teníamos alternativa?, porque “la agobiada Iniciativa Yasuní ITT del presidente Correa” (como dice Wallace) nunca constituyó una verdadera alternativa. No podemos culpar a todo el planeta por “habernos fallado”, ni repudiar la supuesta “hipocresía internacional”. Si presumimos tanto de soberanía y dignidad, ello nos obliga a hacernos cargo de nuestros propios problemas en lugar de echarles la culpa a los otros. Además, somos tan consumistas como los países del norte, pero menos educados y cuidadosos del ambiente que ellos.
En la entrevista concedida por el presidente Correa a Wallace, el mandatario supuestamente afirmó el derecho a explotar nuestros recursos naturales, aunque estaría dispuesto a someter al voto popular la decisión. Se impone una consulta a los ecuatorianos en torno a la decisión, pero esto no tendría ningún sentido si al mismo tiempo no inventamos alternativas para obtener recursos que eviten la explotación de aquella zona. Eso nos coloca en una alternativa difícil e histórica: o mantenemos la espiral ecuatoriana de consumo, extracción y depredación de nuestro ambiente, o desarrollamos una nueva conciencia y nos convertimos todos en ambientalistas. Para salvar este territorio que –según la National Geographic– contiene “por hectárea de selva tropical más especies de insectos que las conocidas en la totalidad de los territorios de Estados Unidos y Canadá”.