Nota de Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
La ETA en España está en proceso de desarme después de haber puesto fin a la lucha armada, en tanto las Farc de Colombia están en negociaciones de paz mundialmente divulgadas con el gobierno Santos. Eso demuestra que lo que se ha venido sosteniendo hace años del cambio de época, al fin entra en las reflexiones sobre la lucha armada. Los tiempos actuales demuestran que ya no son necesarias las vanguardias ni la lucha por la toma del poder, de allí que ha ido abriendo camino una nueva mirada pacifista que desde los de abajo, desde la marginalidad, desde el campo, desde las periferias de las ciudades avanza en casi todos los países del continente en procesos de autoorganización local instalando formas de vida comunitaria autónoma y autosostentable, en fin, demostrando que otro mundo es posible con los hechos y no más con las promesas.
Los gobiernos progresistas han tocado fondo, pues no es posible administrar la nueva modalidad del capitalismo mediante la destrucción de la madre tierra, el extractivismo desenfrenado y el aniquilamiento o sometimiento de las comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas, pescadores artesanales, afectados por represas, favelados, ecologistas y juventudes bajo el pretexto de entregar canastas a los pobres y ciertos beneficios a una capa media encorbatada que cuando pueden te viran la espalda. La acumulación destructiva de dinero sangriento está pasando la cuenta y algunos grupos aferrados a políticas fracasadas aprovechan la situación para desarrollar tácticas violentas adentrándose justamente en los territorios donde la autoorganización ha ido avanzando despegándose de los apóstoles de la toma del poder.
Hay una alianza tácita entre gobiernos progresistas y gobiernos no progresistas de atacar a la naturaleza y a las comunidades para extraer ganancia en pos de la acumulación que permite generar redes clientelistas en la población para que sostenga el modelo de poder centralizado, de allí que los grupos de la lucha armada hoy día parece que sólo actúan para ser reconocidos como interlocutores y así poder confabular la “paz por arriba”, una paz sistémica de continuidad de la acumulación sangrienta y del rol de exportadores de materias primas que nos adjudica el capital internacional, dejándonos esa salida para poder repartir las famosas canastas de pobres que mantendrán como ovejas lastimeras a la población quieta en el marasmo del “bienestar”.
Si desde abajo vienen las olas de los marginados no sólo resistiendo los embates del capital y los gobiernos, sean del color que sean, sino construyendo una nueva civilización basada en el buen vivir, o nos sumamos a esa ola o nos ponemos contra. Las guerrillas hoy día sólo pueden crecer en el sentido contrario a la expansión de las formas de vida comunitaria y construcción de otro mundo desde abajo, de modo que son contraproducentes, pero la vieja izquierda del poder no abandona los dogmas del centralismo y autoritarismo estatal, llevando al campesinado la buena nueva del socialismo que cuando llega al poder se lo come el capital.
Las guerrillas nunca han sido pretexto para el ataque de las instituciones oficiales a la población, que oprimen con o sin oposición, y en el caso de Honduras y Paraguay la capacidad de la izquierda de contener la resistencia y las iniciativas de los de abajo era demasiado débil, lo que la hace prescindible. En cambio la izquierda en los países “progresistas” es fuerte, tiene control de población, sindicatos subordinados e intelectuales por todos lados, como el PC chileno, cuyo rol es hacer atractivo el modo clásico de conseguir y repartir prebendas estatales y evitar la conciencia y desarrollo de la autogestión comunitaria.
Los partidos y las guerrillas son en la época actual la modalidad de la izquierda del capitalismo de estado de arrebatarle a la población su potencial autoorganizativo ofreciendo collares de colores como los españoles a los indios (que dicho sea de paso tampoco funcionó mucho) de que el estado traerá médicos de otros países, hará escuelas por todos lados (disfraz simpático y atractivo para instalar la escolarización y la alienación en todas partes), sistema de salud (que no cura sino mantiene), cobre para Chile (que a esta altura da lo mismo que administre el capital un propietario privado que uno estatal), canastas para pobres, planes trabajar para cesantes, en fin papá-estado a todo trapo.
No gracias, fuera las formas de lucha violenta que hoy se ponen en contra de la autoorganización y despliegue de la potencia de los de abajo. Apoyamos la denuncia de la represión contra el campesinado, pero al mismo tiempo llamamos a los grupos armados a disolverse y que sus cuadros honestos se incorporen en decenas de barrios y localidades para ayudar a levantar las formas pacifistas de vida comunitaria autónomas, autogestionarias y de empoderamiento territorial en muchos lugares, de manera que la represión tendrá que enfrentar al pueblo que defiende lo suyo como una madre al niño en brazos, es decir, con tutti, en lo que la historias y las legislaciones llaman por su nombre: autodefensa.
Obispo asegura que hubo ejecución en operativo de las FTC
El obispo Pablo Cáceres, vicario general de la Diócesis de Concepción, indicó este viernes que el caso de la familia Ovelar se trata de una ejecución perpetrada por las Fuerzas Militares y que no hubo tal enfrentamiento, como insisten desde el Gobierno.
Lo que ocurrió el pasado viernes sigue en la nebulosa. Los rumores sobre una posible ejecución crecen y ahora hasta el propio obispo Cáceres señala que las FTC actuaron con inusitada brutalidad y que los miembros de la familia Ovelar nada tienen que ver con el grupo armado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).
“Estuve en la casa de la familia Ovelar, donde ejecutaron a dos personas. No se puede barnizar ni defender lo que hicieron los militares. Fue una ejecución abierta, algo que ni se puede explicar. Hubo 200 disparos”, señaló el religioso en contacto con Radio Cardinal.
Agregó que luego de la balacera, ningún agente fiscal se acercó al lugar del hecho, tampoco un médico forense. Denunció que los militares llevaron a los heridos en la camioneta de las FFAA.
Sobre la versión que sostienen desde el Ministerio del Interior, negó que se trató de una simple balacera. “No es cierta la versión que apunta a que los campesinos respondieron con fuego. Ellos no tenían siquiera cuchillitos para defenderse.”
El sacerdote incluso fue más allá y acusó a las Fuerzas Conjuntas de plantar un fusil como evidencia en el rancho de la familia Ovelar.
“Fue un montaje y mal hecho, con crueldad. Le conozco a esa familia. Solo por tener el apellido Ovelar fueron vilmente ejecutados. Una vergüenza el actuar de las que alguna vez fueron gloriosas Fuerzas Armadas”, espetó Cáceres.
El pasado viernes, un hecho todavía no esclarecido terminó con el fallecimiento de dos personas.
“El EPP es nefasto, pero no se puede acusar a cualquiera que es del EPP. Hay tarados que dicen que defiendo al EPP, pero la violencia es detestable. No se puede combatir al terrorismo con más terrorismo. La población tiene miedo al EPP, pero tiene más miedo de las FTC”, indicó el sacerdote.
Por su parte, el ministro del Interior, Francisco De Vargas, descartó una equivocación de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) durante el operativo en el que hubo un enfrentamiento con supuestos integrantes del EPP el pasado viernes en Kurusu de Hierro, Concepción.