Venezuela: Crisis sistémica y desastre del estado-nación

El Estado-nación como hijo supremo de la revolución burguesa mundial, como mando legitimado de un orden social constituido no tiene la más mínima autonomía frente al orden que reasegura. Lo único que es auténticamente autónomo es la insurgencia del pueblo que clama por el no-Estado, del no-Capital, del no-Imperio



Crisis sistémica, desastre del estado-nación, caso minero
Por: Roland Denis | Martes, 07/04/2015 07:35 AM
Aporrea

Sistema en crisis sin acción política libertaria no cae

Raul Zibechi, intelectual uruguayo, hace una aproximación a los que es hoy la crisis sistémica del PT brasileño y su desplome completo http://www.rebelion.org/noticia.php?id=197287, tomando los argumentos esbozados por Frei Betto (http://goo.gl/OYzcf0) . Perfectamente se podrían adjuntar esos mismos argumentos al intrincado mundo de un PSUV convertido en una guarida de negocios y negociantes resguardada por zonas de control electoral y movimiental dentro de la base popular. Sus conclusiones de ambos son enfáticas: “volvemos al combate”.

Nada que ver con los nuevos salvadores sistémicos, metástasis de viejos izquierdistas que ahora someten la “realidad” (¿cuál, la que tu me impones?) al escarnio de sus luces rendidas y oportunistas que buscan nuevos aires a sus posicionamientos personales dentro del poder, soñando ubicarse dentro los próximos órdenes de gobierno posrevolucionarios como lo hicieron con los “revolucionarios”. Magistrados de la rendición que ahora rondan los circuitos de opinión declarando el apocalipsis y pidiendo “salvaciones” centristas y de coalición “representativas de la nación” tipo Heinz Dietrich, sin el más mínimo compromiso con nadie.

Todo ha venido de la pelea, y volvemos a la pelea posiblemente con una extraordinaria rabia pero igualmente extraordinaria experiencia, sin olvidar que nosotros no construimos recuerdo a partir de memorias frías y librescas sino de vivencias hechas, peleadas y cumplidas. La memoria la hacemos y rehacemos sobre un presente que se renueva y bifurca, en este caso sobre el umbral de un nuevo tiempo por venir. Será una renovada pelea revolucionaria después de la “revolución”, aquella que ya a estas alturas “fue” o al “menos pudo ser”, y que muere atascada en la hojilla hiriente de quienes se nombraron sus “representantes”-”lideres”-”jefes”, “padres e hijos”, es decir, sus sepultureros.

El proyecto de la toma democrática y pacífica del poder por parte de movimientos que recogen las energías condensadas en décadas de lucha se está viniendo al agua por la misma debilidad de su diseño original. No se trata de las terribles instigaciones imperialistas que sirven para todas las escusas. Es que no puede sobrevivir algo que se entendió como la insurgencia libre y abierta “desde abajo” de un poder constituyente que venía organizándose desde los años noventa en barrios y pueblos, en función de “refundar la república”, al cabo de una década sea una suma serializada y administrada de islotes victimizados, muchos de ellos resistiendo a fenómenos de violencia clasista y criminal amparados por las propias estructuras represivas y militares del Estado. Esa es una situación muerta, de una sociedad en un momento alzada que perdió su empatía con la verdad que brotó del espinazo rebelde del 27 de febrero; esa memoria vivida, creadora de enormes verdades políticas está muriendo, quedando momificada en la memoria fría del libro, el documental, del ceremonial institucionalizado, el acto desapasionado.

¿Qué pasó?, que más allá de burócratas y corruptos, de reformistas, quinta columnas o reformistas, ese diseño original no contemplo lo que en síntesis Simón Rodríguez dejó muy en claro: “La América ha de ser ORIJINAL”, su proceso emancipador no se puede moldear con lo que el movimiento de liberación kurdo llama “la modernidad capitalista”, la forma Estado como estructura de cierre al servicio de los lazos dominantes de una sociedad, sea como fuese que se presente. Si son los lazos dominados por el complejo comunicacional y militar-industrial de los EEUU, será para ellos. Si es para servirles a unos parásitos defalcadores de la renta de Estado, será para ellos y a ellos servirá esencialmente (como lo ha probado matemáticamente el modelo burocrático-corporativo-rentista que inventaron por allá en el año 2004-2005 entre PDVSA, Ministerio de Planificación, Banco Central, Miraflores, agentes partidistas y el cierre de la comandancia militar). Si es para convertirse en consulados de un gigantesco imperio global y transnacional, se convertirá en ellos aunque eso debilite toda su soberanía. Si ayer sirvió para sostener el despotismo stalinista o fascista, a ellos sirvió.

El Estado-nación como hijo supremo de la revolución burguesa mundial, como mando legitimado de un orden social constituido no tiene la más mínima autonomía frente al orden que reasegura. Lo único que es auténticamente autónomo es la insurgencia del pueblo que clama por el no-Estado, del no-Capital, del no-Imperio, siempre y cuando el sujeto político que se ha creado en esta insurgencia sepa abrirse un camino que se libere por completo de esta herencia que es la base política que garantiza la reproducción de las enormes fatalidades que vive el mundo de hoy. Esta verdad que se ha hecho tan evidente con el paso de los años, es precisamente lo que no ha podido resolverse en absoluto, todo lo contrario. La “crisis sistémica”, del mundo convertido en datos económicos de beneficio, jamás podrá resolverse a favor de los pueblos y la vida si esa ruptura no se termina de multiplicar en una movilización discontínua y transversal, pero infinitamente articulada por todos los rincones del mundo. Esa será para nosotros la contribución “la pelea y la política que vine”, la que debe continuar.

En el desastre estatal, el patético caso minero

Me cuenta un amigo –de la mayor confianza e inocencia en el caso- que lo primero que hizo Elías Jaua al llegar al Ministerio de las Comunas, fue reunir a unas doscientas personas y enfatizarle lo siguiente: “Aquí lo que sea Poder Popular lo decidimos nosotros, el que esté de acuerdo será un camarada, el que no un simple funcionario público”…Hayan sido así o algo muy parecido sus palabras no es nada raro de parte de un personaje como él, un auténtico retrato del déspota en potencia, por solo tocar los aspectos autoritarios, dejando de lado los morales. El asunto es que desde que Chávez nombró a todos sus ministerios: “ministerios del poder popular….”, simbólicamente adelantó la muerte del proceso revolucionario que él mismo conducía. Que Elías Jaua haya dicho esto sin ningún desparpajo hace unos meses delante de “camaradas-funcionarios” sin que nadie le calle la boca, es un “síntoma estructural” de todo lo que hemos vivido. Es el momento regresivo en que el Estado-Nación se atribuye la condición de sujeto dirigente de una supuesta revolución sin resistencia significativa. Esto llega al paroxismo de gentes aceptando cualquier aberración burocrática-autocrática bajo el argumento de que todo es válido frente a un enemigo que el mismo poder autocrático designa: oligarquías, imperialismo, etc, cuando por años lo que han hecho es alimentarlos con el 60% de divisas otorgados a ellas y recibir a las multinacionales gustosos en sus oficinas.

Si queremos ver algo que mas allá de oficinas corruptas, hospitales destrozados, ineficiencia absoluta, contrabandeo de divisas, bienes, gasolina, alimentos, etc, que de verdad retratan en perfecta representación lo que es la imposibilidad de construir nada nuevo sosteniéndose en el mismo poder de siempre, veamos el caso minero.

Llegado Chávez al poder un movimiento para entonces de no menos de cien mil trabajadores mineros fue de poner toda la esperanza en lograr no solo una reivindicación personal o grupal, sino la reorganización soberana de todo un territorio rebozado de riquezas. Las primeras comunas mineras, creadas a partir de la toma de “Nuevo Callao” en el año 95 con la expropiación popular de la transnacional inglesa que controlaba esa enorme mina, generaron una conciencia colectiva que más allá de todo individualismo “por la apropiación del oro”, se pueda crear un horizonte en donde instituciones y pueblo trabajen en en función de un interés común por el bien de toda una nación y el bien de una naturaleza tan afectada por estas actividades.

Esta ilusión primaria dio pie para la generación de todo un movimiento “chavista” hasta los tuétanos que aisló por una etapa todas las mafias condensadas alrededor del mundo material y simbólico del oro. Para hacer corta la historia precisamente desde el año 2005 hasta el intento de la toma de Las Cristinas (mayor mina de oro de Suramérica entre las mayores del mundo) controlada por la Cristalex canadiense, el movimiento avanza sin repuestas oficiales, pero con características muy propias, de un mundo que condensaba todas “inmoralidades” que acompañan la pobreza y el hombre nómada marginal que busca como sobrevivir aún sea internándose en la en los subsuelos de la tierra y que tanto disgustan la archihipócrita moralidad burguesa; pero era “pueblo en lucha”, sin ponerle más apedillos ni juicios morales. Era una “masa alzada” y esperanzada con quienes se ha podido hacer de algo que representa no menos de la cuarta parte del país un verdadero paraíso humano y natural.

La toma de la Cristalex fue reprimida ferozmente y varios líderes fueron de inmediato a juicio o encarcelados. Al poco tiempo la empresa canadiense se fue y dejó a la deriva la mina. El movimiento queda desconcertado, y solo los líderes orgánicamente chavistas tratan de insistir manteniéndose en el “proceso”. Mucha gente fue fiel, otra se aisló o regreso al individualismo puro del oro en todas sus vertientes de producción y mercadeo, legal o no.

Todavía en el año 2009 luego de una denuncia hecha por AIPO sobre la cantidad de reservas de oro del Estado fuera del país, se reactiva una iniciativa que da pie al regreso de las reservas auríferas al país y el asambleísmo minero revive debilitado, sacando además a la mafia rusa que hacía estragos en la zona. Sin embargo más allá de las reservas recuperadas esto no da pie a nada, un movimiento antagónico interno basado en la corrupción alrededor de la Guardia Nacional, y tantos agentes “políticos y sociales” (empezando por el gobernador del Estado Bolívar Rangel Gómez, Frente Francisco de Miranda y pare de contar) y que tiene que ver con el cobro al minero de “vacunas de oro” y otro tanto con la venta de combustibles, alimentos, etc, ya representaba una acumulación de capital gigantesca, equivalente a decenas de toneladas anuales de oro y diamantes en sus manos con un precio que no cansa de dispararse mundialmente; miles de millones de dólares.

¿A quién responde el Estado?. Todavía en el año 2012 hasta donde tengo conocimiento se dan las últimas asambleas mineras de importancia que dan pie para la formulación del proyecto de las comunas mineras-corredores mineros, repartidos en doce grandes áreas estratégicas de una producción que habría no solo que ordenar colectivamente todo ese mundo sino recuperar ambientalmente muchas zonas devastadas por la extracción y abrir otras fuentes de producción agroecológicas y turísticas, a través de una minería integral y colectivista en conjunción con el Estado. Esto se da en el contexto de una famosa “operación Caura” militar que termina siendo un desastre. Todo esto lo hace el propio movimiento minero.

La ley de nacionalización del oro que aprueba directamente Chávez parecía dar pie a una esperanza. Pero no ha sido así, por el contrario desde entonces se ha venido deteriorando la situación hasta el punto que no solo ha desaparecido ese “pueblo en lucha minero” sino que él mismo además de los clásicos mecanismos de vacuna y enriquecimiento ilícito de toda clase, este territorio gigantesco del sur de Bolívar está siendo tomado por bandas paramilitares, muchas de ellas sostenidas por las mismas fuerzas militares del Estado, agravando todos los problemas contaminantes y destructivos que ya tocan la existencia misma de las cuencas de los grandes ríos como el Caura y el Caroní. Más de treinta toneladas de oro anuales (3 mil millones de dólares al precio actual) se disuelven entre los intereses de mafias militares, paramilitares, gubernamentales, que a su vez venden esta enorme riqueza al capital transnacional que espera por ella, sobrando los crímenes y abusos de todo tipo. Ya campean los documentales en Youtube (ver la mafia del oro-Amazonas) que informan sobre esto como uno de los acontecimientos de deterioro social más insólitos del mundo, y aquí no se sabe ni se hable nada al respecto.

Desde el año pasado he participado en no menos de diez reuniones institucionales de alto nivel (PDVSA, Banco Central) junto a líderes mineros, pero no hay nada que hacer. Desde AIPO en estos días logramos denunciando con pruebas la insólita relación de robo de oro que había entre la directiva de Minerven y el BCV, la salida de la directiva de dicha empresa, pero esto no supone nada en sí, los nuevos podrán ser los mismos. Más allá de las voluntades aisladas que puedan existir en el gobierno, la estructura del Estado-nación al ver este nuevo cuadro de acumulación gigantesca de capital, legal o no, y ver que agentes entrometidos en él convienen a sus intereses políticos de reproducción, a la final se ponen a su servicio.

Nada que hacer en lo que respecta al Estado, solo la insurgencia popular poniendo al Estado contra la pared, tal y como sucedió en el caso minero en los años noventa, puede reventar este lazo encomiable y crear la raíz de un verdadero Gobierno Popular amazónico-indígena-minero. Se trata de una riqueza que solo sirve al mundo capitalista como símbolo ancestral de riqueza, pero que podrá resolver, además de la necesidad de ese pequeño nosotros de la pobreza nómada de nuestro país, que son cientos de miles de trabajadores, darles fuentes de riqueza a todo el país y la preservación creativa de un vastísimo territorio natural que lo están acabando y por lo cual el mundo entero nos reclamará con su indignación y con todo derecho.