Brasil y la aplanadora extractivista contra las comunidades indígenas

Los indígenas de Brasil, que no llegan al millón de personas en una población nacional de más de 200 millones de habitantes, sufren constantes agresiones, sobre todo en las regiones más aisladas de la Amazonia



Los indígenas de Brasil, que no llegan al millón de personas en una población nacional de más de 200 millones de habitantes, sufren constantes agresiones, sobre todo en las regiones más aisladas de la Amazonia, indican organizaciones indigenistas.

Sputnik, 12 de agosto, 2015.- Unas 215 etnias tienen entre 345.000 y 800.000 miembros, según los diferentes criterios estadísticos, y están presentes en todos los estados del país.

La Fundación Nacional del Indio (Funai) estima que hay siete pueblos con menos de 40 integrantes, algunos de ellos con menos de 10, lo que los aboca prácticamente a la extinción. También existen poblados no contactados, sobre todo en las zonas de selva fronterizas con Bolivia y Perú.

La principal amenaza para las organizaciones indígenas es la construcción de la central hidroeléctrica de Belo Monte, en el norteño y amazónico estado de Pará. Sus turbinas empezarán a funcionar a finales de este año, tras una enorme polémica por haber arrasado con 175 kilómetros cuadrados de selva y haber expulsado a cientos de indígenas.

Belo Monte fue uno de los símbolos del Programa de Aceleración del Crecimiento del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y cuando se inaugure será la tercera hidroeléctrica más grande del mundo.

Pero para construirla se desecó un tramo del río Xingú y se puso en jaque la supervivencia de distintos pueblos indígenas de la zona, como los kayapós, araras, jurunas, arawetés, xikrines, asurinis y parakañas, afirman los críticos.

Con el fin de contener la oposición, la empresa constructora Norte Energia cerró acuerdos con los jefes de los poblados para realojarlos, distribuyendo bienes como lanchas, vehículos y lotes de comida, lo que según la Funai ha tenido “un impacto devastador” en la organización social y cultural de pueblos como los araras.

En los territorios no amazónicos hay otras presiones de industrias extractivas, urbanísticas e inmobiliarias.

La lucha por la demarcación de tierras es una constante; hasta ahora era el Gobierno el que definía los límites de las reservas, pero cada vez hay más presiones para que el Congreso asuma esta competencia.

Los indígenas respondieron con una oposición frontal a la idea, ya que consideran que dejar la decisión en manos del Congreso, donde hay bloques influyentes que defienden grandes intereses agropecuarios, sería letal para sus comunidades.

Los enfrentamientos por territorio son la principal causa de conflicto entre las poblaciones nativas.

En 2012 el índice de actos de violencia contra indígenas creció un 237 por ciento en relación al año anterior, en buena parte por cuestiones agrarias, según datos del Consejo Indigenista Misionario (CIMI), que también alerta del asesinato de 563 nativos en la última década.

Para ofrecer una imagen más amigable, el Gobierno de Brasil impulsa para el próximo mes de octubre la celebración de los primeros Juegos Mundiales de los Pueblos Indígenas, una competición inspirada en los Juegos Olímpicos que recibirá a 2.000 atletas de etnias de 30 países.

La competición se celebrará en Palmas, capital del estado de Tocantins, en el centro-norte del país, y la mayoría de las disciplinas serán deportes indígenas tradicionales, como lanzamiento de lanza, remo en canoa, luchas corporales y arco y flecha, aunque también habrá otras de la cultura occidental, como fútbol, atletismo y natación.

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Fuente: Sputniknews.com: http://mundo.sputniknews.com/sociedad/20150811/1040216964.html