La ONU anuncia alto al fuego en Libia
Tras diez días de hostilidades, la ONU anunció que se arregló un alto al fuego donde se garantiza ‘el fin de todas las hostilidades, la protección de los civiles y la defensa de las propiedades’
EFE
04/09/2018 19:19
TRÍPOLI
La misión de la ONU para Libia (UNSMIL) anunció que los grupos libios que combaten en los alrededores de Trípoli han acordado y firmado un acuerdo de alto el fuego este martes.
Las milicias combatían desde hace díez días en diversas zonas cercanas a la capital.
Con este alto al fuego también se permitirá la reapertura del aeropuerto de Maitiga, uno de los principales enlaces de la zona.
En un escueto comunicado difundido a través de Twitter, la UNSMIL asegura que el acuerdo “garantiza el fin de todas las hostilidades, la protección de los civiles y la defensa de las propiedades civiles y públicas”.
Los combates entre milicias que suceden desde hace una semana en Trípoli, los peores desde el inicio en 2014, han causado la muerte de al menos 47 personas, 21 de ellas civiles, y heridas a 128, según la Organización Mundial de la Salud.
Los enfrentamientos están protagonizados por la Séptima Brigada, originaria de Tarhuna, a unos 65 kilómetros al sureste de Trípoli, por un lado, y las Brigadas Revolucionarias de Trípoli y Nawasi, dos milicias aliadas del gobierno, por otro. El gobierno reconocido internacionalmente declaró el estado de emergencia en Trípoli y los alrededores.
La oficina de derechos humanos de la ONU ha denunciado que todas las partes envueltas en el conflicto han “disparado indiscriminadamente y usado armas con efectos de amplio radio, incluidos misiles, proyectiles de tanque y artillería en zonas residenciales densamente pobladas”.
“Pedimos a todas las partes que pongan fin a los ataques indiscriminados y adopten todas las precauciones posibles para no alcanzar a civiles y objetivos civiles”, ha reclamado la portavoz de la oficina que dirige actualmente Michelle Bachelet.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha entregado medicamentos y ha desplegado a 10 equipos de traumatología.
“Los controles de carretera siguen siendo un gran reto para ofrecer atención sanitaria, especialmente porque las ambulancias no pueden llegar a los heridos”, explica el doctor Syed Jaffar Hussain, el representante de la OMS en Libia. “Dado que se espera que haya más civiles heridos, por lo que es imperativo que los doctores y otros trabajadores de la salud puedan moverse libremente para salvar vidas sin demora, sin arriesgar su propia seguridad”.
La portavoz de la oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos aseguró que preocupan especialmente grupos vulnerables como los migrantes y desplazados internos.
“Los cerca de 8 mil migrantes que han sido detenidos arbitrariamente están atrapados en centros de detención en zonas donde ha habido combates, sin acceso a comida o tratamiento médico”, decía Liz Throsell. Otros migrantes fueron liberados de los centros, pero después han sido capturados por grupos armados que les obligan a trabajar para ellos.
ACNUR ha entregado ayuda para más de 2400 refugiados y migrantes en los centros de detención de Triq Al Matar y Qaser Ben Ghasheer, pero tuvo que cancelar la distribución en Abu Salim, donde hay 450 personas, por la inseguridad. La agencia pide que todos los refugiados y migrantes sean trasladados a zonas más seguras. Sin embargo, el sábado, la guardia costera libia rescató a 276 personas en aguas del Mediterráneo y los desembarcó en Al Khums, a 120 kilómetros al este de Trípoli.
Los migrantes y refugiados no son los únicos en peligro. Los combates han obligado a desplazarse a cientos de libios, mientras que otras muchas personas estarían atrapadas en zonas donde sigue habiendo enfrentamientos “sin electricidad, agua y alimentos”. El 2 de septiembre, al menos dos desplazados Tawerghan murieron y cinco mujeres resultaron heridas cuando cayeron proyectiles en el campo de al-Fallah, donde se refugian más de 900 personas.
En Janzour, al oeste de Trípoli, 27 familias libias se refugiaron en una escuela. Este lunes un equipo de ACNUR pudo visitarles y llevarán ayuda a las 150 personas que se refugian allí.
Según la UNSMIL, varios trabajadores humanitarios fueron atacados cuando intentaban evacuar a los civiles atrapados en el área de Jilat al Firjan. Uno de los grupos armados también habría confiscado tres ambulancias.
La oficina de derechos humanos reclama “acceso inmediato, sin impedimentos y seguro” para los trabajadores humanitarios.
Con información de EFE
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Las luchas entre milicias sumen a Trípoli en la peor ola de violencia desde 2014
La guerra se ha instalado en la capital libia, donde el poder lo ostentan los grupos armados y las autoridades no logran frenar los enfrentamientos
ABC
04/09/2018 02:43h
«En algunos barrios de Trípoli el bombardeo es indiscriminado y en otros hay cierta sensación de normalidad, con la gente incluso en las cafeterías, pero esto no es una batalla más entre los distintos grupos armados de las que ya habíamos visto desde 2014, esto es más fuerte», asegura Emad Badi, analista político y escritor. Responde desde la capital libia a través de las redes sociales cuando los cortes de electricidad se lo permiten. No puede usar el teléfono porque la línea no es estable. Badi tiene 26 años y desde hace siete solo conoce la guerra, como el resto de libios que han visto cómo los sueños que tenían en 2011 tras el derrocamiento y asesinato de Moamar Gadafi se han convertido en pesadilla. Libia acelera el descenso al caos en el que vive desde la llamada «primavera árabe», que puso fin a 42 años de dictadura, y Trípoli se ha convertido en la última semana en el espejo al mundo de ese desgobierno absoluto. Al menos cincuenta personas han muerto a causa de los choques entre diferentes grupos armados y el Gobierno libio de Acuerdo Nacional (GNA), sostenido por Naciones Unidas, ha decretado el estado de emergencia.
La guerra se ha instalado en las calles de la capital y las autoridades son incapaces de controlar la situación porque la auténtica autoridad en las calles de este país la imponen los distintos grupos armados como la «Séptima Brigada», la milicia Al Kani, las Brigadas Revolucionarias de Trípoli, la Fuerza Especial de Disuasión (RADA), la Brigada Abu Selim o la Brigada Nawassi, inmersas en una especie de pulso por erigirse en la más fuerte para convertirse en el brazo armado del Gobierno que cuenta con el respaldo internacional.
Los choques estallaron el fin de semana pasado en una zona próxima al antiguo aeropuerto internacional de la capital y se han ido extendiendo por otros barrios. «No ha sido una sorpresa para nosotros y por eso tratamos de vivir con la mayor normalidad. Estos grupos combaten por el control de la capital desde 2014 y estos últimos choques no cesarán hasta que los que han perdido terreno vuelvan a recuperar algo de poder», piensa Nadia Ramadán, activista de la capital de 28 años que también atiende a este medio a través de las redes cuando la electricidad se lo permite y que como Badi pertenece a esa generación de libios que creció con Gadafi y fue protagonista de la guerra que acabó con el antiguo régimen.
Esta «no sorpresa» explica que no se haya producido un éxodo masivo de civiles, «lo que tenemos son desplazados que huyen de las zonas más calientes a otras partes de la ciudad», explica Badi. Muchos de ellos buscan refugio en escuelas y mezquitas, pero el lanzamiento de cohetes y morteros es indiscriminado y «no hay lugar seguro», lamenta.
Proceso negociador
En medio de la violencia, la Misión de Naciones Unidas para Libia (UNSMIL) convocó a los diferentes grupos armados a una reunión para tratar de frenar los combates a petición del GNA. El organismo internacional emitió un comunicado en el que anunció que un «encuentro urgente» entre las milicias «que tendrá lugar el mediodía del martes en un lugar que será anunciado más tarde», sin detallar qué grupos y milicias han sido convocadas. El Consejo de ancianos de Trípoli también se sumó al intento de negociar un alto el fuego, pero tampoco ha tenido éxito. Expertos consultados aseguran que en la capital el tejido social no es tan cohesionado como el de otras ciudades y por ello, de momento, ni los jeques, ni este consejo son capaces de frenar la destrucción.
Libia tiene en la actualidad dos gobiernos. El GNA, respaldado por la ONU y con el reconocimiento internacional, aunque con escaso poder sobre el terreno, como se ha visto una vez más esta semana, y un segundo en Tobruk, al este del país, salido de las elecciones de 2014. Este segundo Ejecutivo está bajo la tutela de Jalifa Haftar, ex coronel del régimen de Gadafi que en la década los ochenta fue reclutado por la CIA y devino en su principal opositor en exilio. Haftar está respaldado por países como Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos y es el auténtico hombre fuerte que ha logrado controlar las principales infraestructuras petroleras y formar la mayor fuerza militar del país.
Lucha por el poder
Mientras algunos expertos ven la mano de Haftar detrás de este repunte en la violencia en la capital, Ramadán no lo percibe de esta manera porque «ya había tensión entre los grupos desde hace tiempo. No pelean por un gobierno u otro, lo hacen solo para tener más y más poder, crecer para intentar que les reconozcan como una especie de armada legítima y así tener acceso a recursos ilimitados». Ramadán apunta a que en estos momentos «no hay forma de saber qué grupo es el más poderoso, son todos fuertes y por eso la lucha se alarga. Siempre alegan que ellos combaten por los libios que hacemos largas colas ante los bancos por culpa de una economía destrozada, pero en cierta forma son ellos realmente los que mandan en el país y hemos comprobado en los últimos años que no hacen nada por la sociedad».
Badi teme que ante la falta de poder exhibida, el GNA «decida actuar de forma reaccionaria y opte por legitimar a alguno de estos grupos armados» y advierte de que «esto permitiría a las milicias elegidas diversificar sus recursos como grupos armados, serían los administradores de la seguridad».
Al mismo tiempo que la ONU convocaba una reunión para tratar de impulsar el alto el fuego, milicias de la ciudad costera de Misrata anunciaban que se dirigían a la capital, y desde la vecina Zlitan apuntaron a que ellos también enviarán refuerzos a Trípoli para intentar controlar la situación. Como ocurre desde 2011, la guerra entre milicias avanza mucho más rápido que la diplomacia.