El cuco Bolsonaro tratado como “amenaza”

El estigma de Bolsonaro como fascista ayuda a reafirmar el binarismo maniqueo izquierda-derecha y hace que gente que está consciente de que el PT brasileño es tan neoliberal como ese sujeto, vaya a votar por progresismo neoliberal, o sea, se vuelve a imponer la política de los males el menor. Eso quiere decir que la política de la violencia y violación de derechos humanos que lleva a muchos a votar izquierda, resulta funcional a la política de encajarnos en todas parte el capitalismo de rostro humano, de apoyar la política del deber ser o del querer ser, esto es el juego de las esperanzas, típico de las izquierdas que no tienen un ser, sino sólo prometen ser y vivir mejor, con lo que el capitalismo encuentra uno de sus mejores aliados en el progresismo, que de paso ayuda a contrarrestar la creciente influencia de la autonomía del protagonismo social en todas partes. Eso ya sucedió en Perú donde la izquierda fue convocada a votar contra el fujimorismo apoyando al candidato de la derecha neoliberal. El truco funciona.



La amenaza de Bolsonaro para Brasil (y América Latina)
Criticado por sus posiciones extremistas, el candidato de ultraderecha Jair Bolsonaro se asoma como el más seguro ganador de la primera vuelta presidencial del próximo 7 de octubre en Brasil. Sin embargo, el candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, ha visto crecer su presencia y, según las últimas encuestas, podría arrebatarle el gobierno de la nación más grande de la región.

Raúl Martínez
Radi U. de Chile
Martes 25 de septiembre 2018 16:17 hrs.

La elección presidencial en Brasil no sólo va afectar a la nación más grande de América Latina, sino también a todo el continente.

Son 147 millones de electores validados para acudir a las urnas el próximo 7 de octubre en primer turno, en una votación que todo indica que se dirimirá en un balotage 21 días después.

Gracias a la dispersión de la centro-derecha, el ultraderechista Jair Bolsonaro aparece como el más probable triunfador en la primera vuelta. La división de los sectores conservadores en cuatro candidaturas le permite capitalizar en intención de votos imponiéndose con un 28% de las preferencias, según el sondeo dado a conocer el 20 de septiembre último por la empresa Datafolha.

Pero el perfil de Bolsonaro preocupa y no sólo en Brasil sino en todo el continente. Su ascenso en el escenario político con siete legislaturas como diputado por Rio de Janeiro, no ha estado exento de polémicas, con declaraciones controvertidas como por ejemplo que prefería un hijo muerto a uno homosexual. Además, su desprecio por las mujeres lo hacen blanco de críticas desde el movimiento feminista que rechaza su misoginia y que ha impulsado un movimiento en su contra durante la actual campaña.

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Incluso, la semana recién pasada un artículo de The Economist advierte sobre los alcances de Bolsonaro como eventual mandatario de Brasil.

En el escrito se plantea la situación que vive la nación enfrentada a un incremento importante de la delincuencia y el crimen organizado, además de una dura recesión que ha rebajado el ingreso per cápita en un 10% entre el 2014 y 2016, lo que hace caldo de cultivo en un electorado que busca respuestas en sectores menos tradicionales de la política.

A esto se suman los casos de corrupción en los que se ha involucrado a casi toda la clase política, incluyendo al ex presidente Luis Inacio Lula da Silva que fue impedido de participar en la elección al estar recluido en un recinto policial en Curitiba luego de recibir una condena en un proceso ampliamente cuestionado.

The Economist sostiene que “para los brasileños desesperados por deshacerse de los políticos corruptos y los traficantes de drogas asesinos, Bolsonaro se presenta como un sheriff sensato”.

De hecho describe su perfil como el de un “cristiano evangélico, mezcla el conservadurismo social con el liberalismo económico, al cual se ha convertido recientemente”.

En ese punto destaca el medio norteamericano que el principal asesor económico de Bolsonaro es Paulo Guedes, “educado en la Universidad de Chicago, un bastión de ideas de libre mercado”.

The Economist adelanta que uno de los objetivos de Guedes –y por extensión a un posible Bolsonaro presidente- es “la privatización de todas las empresas estatales de Brasil y la simplificación ‘brutal’ de los impuestos. Bolsonaro propone recortar el número de ministerios de 29 a 15 y poner a los generales a cargo de algunos de ellos”.

Además, repasa su nostalgia por la dictadura militar brasileña y su reconocimiento constante a oficiales involucrados en violaciones a los derechos humanos, dejando la puerta abierta a la integración de uniformados en retiro en un eventual gobierno.

Sin embargo, la carrera no está concluida y Bolsonaro deberá enfrentar a Fernando Haddad en la segunda vuelta del 28 de octubre quien fue designado por el Partido de los Trabajadores como el reemplazante de Lula en la disputa presidencial.

Según los datos de las encuestadoras Ibope y Datafolha, Haddad se afianza en el segundo lugar con un apoyo probable de un 22 por ciento del electorado. Enfrentados en una posible segunda vuelta el 28 de octubre, quien reemplazó al encarcelado ex presidente Luiz Inácio “Lula “da Silva se impondría sobre Bolsonaro con el 43 por ciento frente al 37 por ciento de los votos.

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Para Brasil lo que ocurra en los próximos 35 días será fundamental para el rumbo que tome el país desencantado con las políticas de ajuste de la administración de Michel Temer y con interés por avanzar en la restitución de derechos perdidos en este periodo, como por ejemplo en el plano laboral.

Democracia o barbarie, señalan algunos analistas brasileños sobre el momento que vive el país más grande de América Latina. The Economist va más allá y sostiene que además de ser una amenaza, Bolsonaro podría abrir paso a alguien peor al frente de la administración del Estado, similar a un Donald Trump, mientras sus apoyos y alianzas en el Parlamento son prácticamente inexistentes, lo que daría paso a querer gobernar con más militares que con civiles en las calles y en la sede del gobierno en Brasilia.