Teolog?as extractivistas y espiritualidades herejes

A pesar de todas las evidencias y de las resistencias ciudadanas, de todos modos los extractivismos siguen avanzando. Son defendidos por empresas como todos sabemos, pero tambi?n hacen lo mismo, y con toda intensidad, casi todos los pol?ticos, la mayor?as de las academias universitarias, y una buena parte de la opini?n p?blica. El respaldo es mayoritario, especialmente en las ciudades, justamente porque esas personas viven alejadas de los sitios donde verdaderamente ocurren los impactos.
Esto obliga a reconocer que los extractivismos descansan en creencias profundamente arraigadas y que se comparten tanto por las posturas pol?ticas y partidarias de conservadores a progresistas, de derecha o izquierda. Son actos de fe.



Teolog?as extractivistas y espiritualidades herejes

Eduardo Gudynas
Ecuador Today

La cat?strofe de Brumadinho es posiblemente un ejemplo extremo de los extractivismos en el siglo XXI. Entendidos como la explotaci?n masiva o intensiva de recursos naturales para exportarlos como materias primas, por un lado son claros los enormes impactos sociales y ambientales que acarrean. La evidencia es abrumadora, y no solo por los accidentes mineros en Brasil, sino por otras situaciones, como los derrames petroleros en Ecuador, las enormes amputaciones ecol?gicas de la miner?a colombiana, o el avance de la soja en Argentina. Nadie puede sostener que los extractivismos sean seguros, dado que los accidentes se repiten en todo el continente. Tampoco puede insistirse en que autom?ticamente generar?n bienestar econ?mico, porque siguen enclavados entre los sitios m?s pobres en cada pa?s.

Pero a pesar de todas estas evidencias y de las resistencias ciudadanas, de todos modos los extractivismos siguen avanzando. Son defendidos por empresas como todos sabemos, pero tambi?n hacen lo mismo, y con toda intensidad, casi todos los pol?ticos, la mayor?as de las academias universitarias, y una buena parte de la opini?n p?blica. El respaldo es mayoritario, especialmente en las ciudades, justamente porque esas personas viven alejadas de los sitios donde verdaderamente ocurren los impactos.

Esto obliga a reconocer que los extractivismos descansan en creencias profundamente arraigadas y que se comparten tanto por las posturas pol?ticas y partidarias de conservadores a progresistas, de derecha o izquierda. Son actos de fe que los hace inmunes a todas las evidencias de impactos o accidentes.

Teolog?a extractivistas

Por todo esto es justificable abordar a los extractivismos como una teolog?a. Con ello no apunto tanto a considerar que estamos en algo as? como un cristianismo extractivista, aunque no han faltado intentos en ese sentido. Por ejemplo, en 2013 en Colombia se celebr? un muy comentado encuentro sobre ?Cristianismo y Miner?a?, donde el CEO de una empresa afirmaba que esos emprendimientos son un mandato de Dios. Aunque, en sentido contrario, la enc?clica Laudato Si? est? repleta de elementos para desmontar a los extractivismos.

En cambio, me refiero a una teolog?a pol?tica, entendida la producci?n de pol?ticas que al contrario de lo que proclaman, no son neutras ni racionales, sino que est?n inmersas en creencias y espiritualidades. En ellas se genera una cierta sacralidad es usada para legitimar y fundamentar ordenamientos y pr?cticas pol?ticas entre los humanos y en la relaci?n con la Naturaleza.

En efecto, aquella idea de la Modernidad de una secularizaci?n que la desprender?a de toda trascendencia para volverse objetiva y neutra, en realidad termin? generando otras creencias. Con ello han sido exitosos en anular la organicidad y encantamiento de la Naturaleza, pero que a la vez hemos entronizado a la utilidad y la mercantilizaci?n. All? est?n las ra?ces de teolog?as pol?ticas extractivistas que posee sus narrativas, su sacralidad y hasta sus liturgias.

Todas comparten una narrativa de lo inevitable y esencial que es el aprovechamiento intensivo de la Naturaleza. Un ejemplo conocido es la sentencia, repetida desde hace casi 200 a?os, que Per? es un pa?s minero. Parecer?a que la condici?n de la miner?a fuera una ontolog?a de todo un pa?s, de cada individuo, y de cada sitio en su geograf?a.

El crecimiento econ?mico se sacraliza como sost?n del desarrollo, y ?ste debe ser alimentado por las exportaciones de minerales, hidrocarburos o granos. De este modo se genera la condici?n de imperiosa necesidad de explotar la Naturaleza para evitar un apocalipsis econ?mico.

Se despliegan pastorales extractivistas que insisten no solamente en legitimar a los extractivismos, sino en desearlo. Desde la econom?a se editan reportes que enfatizan los ?xitos econ?micos, pero que en cambio no calculan los costos econ?micos de los impactos sociales y ambientales; desde los ministerios se imprimen folletos anunciando a los proyectos extractivos como trampolines para el desarrollo; y desde los medios de comunicaci?n se celebra las explotaciones mineras o petroleras.

La oposici?n es imposible, pero adem?s es casi impensable. Los que critican a los extractivismos estar?an locos dec?a el presidente de Ecuador Rafael Correa, y alertaba que en un pa?s desarrollado todo ellos estar?an encerrados en el manicomio.

Estamos rodeados de liturgias extractivistas. Son las celebraciones de presidentes, ministros o empresarios que festejan una nueva mina o torre petrolera, o un incremento en las exportaciones. Tal vez uno de los ejemplos m?s dram?ticos lo dio el presidente de Bolivia, Evo Morales, en 2015 en el acto de inauguraci?n de la explotaci?n de un nuevo yacimiento que triplicaba las reservas de hidrocarburos del pa?s. El presidente se encontraba rodeado de ministros y otras altas autoridades, y a su frente se encontraba el p?blico y la prensa. Parado al pie de una enorme v?lvula, la gir? para empapar su mano en crudo, y luego, como si fuera el p?rroco oficiando la misa dominical en la iglesia del barrio, pas? a untar crudo en los casos que ten?an cada una de esas autoridades. La bendici?n pol?tica gubernamental se hac?a con crudo.

Tambi?n existe una institucionalidad extractivista que alimenta estas teolog?as. En ellas se encuentran las grandes asociaciones empresariales de mineros, petroleros y de agronegocios. Todo este entramado legitima y defiende a los extractivismos, pero adem?s incide en las pol?ticas p?blicas, genera campa?as de publicidad y hasta puede decidir el nombramiento de un ministro).

Espiritualidades herejes

Es necesario entender estas teolog?as extractivistas para poder plantear alternativas que sean capaces de llegar a ese profundo n?cleo de conceptos, sensibilidades y espiritualidades. La soluci?n a los extractivismos no pasa por un mero cambio entre elencos de gobiernos, entre quienes de dicen de derecha o de izquierda, y los pa?ses del sur ya lo saben muy bien porque han vivido todo tipo de experiencias extractivas.

Este esfuerzo no es solo necesario sino urgente. La acumulaci?n de impactos sociales y ambientales es intolerable en Am?rica del Sur, y ha alcanzado niveles tan altos que la integridad ecol?gica de todo el planeta est? en cuesti?n. El cambio clim?tico global es un claro ejemplo de esto.

El primer paso en romper con las teolog?as extractivistas es recuperar la capacidad de pensar alternativas y en poder decidir otros caminos, ensayar o incluso desear otro modo de relaci?n con la Naturaleza y con las personas. Dicho de otro modo, necesitamos herejes que puedan poner en entredicho a esas teolog?as. Recordemos que m?s all? de sus usos corrientes, herej?a en su significado original quiere decir elecci?n. El concepto hoy est? revestido de sentidos negativos, y por ejemplo se denuncia como herej?a plantear, pongamos por caso, una moratoria a la explotaci?n de petr?leo en la selva amaz?nica ya que ello violar?a las necesidades de los mercados. Pero si se apela a su sentido original es la elecci?n la que nos permitir?a construir espiritualidades herejes para pensar y sentir otro tipo de v?nculos entre nosotros humanos y con la Naturaleza (1).

Estamos rodeados de esos intentos y ensayos, aunque las teolog?as extractivistas los invisibilizan y ocultan. Pero hay m?ltiples experiencias en toda Am?rica Latina de relaciones con la Naturaleza que no descansan en los extractivismos, y que aseguran la calidad de vida. Tambi?n hay organizaciones que ofrecen espacios para hacer evidentes los impactos de los extractivismos y explorar respuestas desde la fe, como es el caso de la red Iglesias y Miner?a (2).

Es posible compartir algunos elementos de esas espiritualidades herejes a modo de una primera reflexi?n. Es claro que se deben abordar tanto el pensar como el sentir ?es por lo tanto un cambio en los sentipensares. No bastan las transformaciones en tecnolog?as o planes de desarrollo, sino que tambi?n las afectividades deben cambiar.

Sin duda se debe asegurar la calidad de vida de las personas y que eliminar la pobreza, pero tambi?n hay que admitir que los actuales niveles de consumismo son intolerables. Entonces estamos frente a espiritualidades que incorporan la austeridad.

Se debe romper con la dominaci?n y en todas sus formas. Esto incluye tanto la dominaci?n por ejemplo de veteranos sobre j?venes, como las de los varones sobre las mujeres. Es por lo tanto un esfuerzo que apuesta a la vez a la convivialidad y a la despatriarcalizaci?n.

Las nuevas espiritualidades deben ser ecum?nicas e interculturales. Distintos aspectos de los sentipensares de los pueblos ind?genas nos ense?an otros tipos de v?nculos con el ambiente y los territorios.

A partir de esto se pueden derivador otros elementos. Comenzar? por se?alar la importancia de escuchar a las rocas. En las teolog?as de los extractivismos los empresarios y los economistas ?escuchan? al mercado, y nadie parece sorprenderse por ello. Por lo tanto, la alternativa es comenzar a escuchar a las rocas, al suelo, a los ?rboles. Esto no quiere decir que se les ense?ar? a hablar, pero es nuestra responsabilidad y tenemos la capacidad de descifrar lo que ellos nos dicen sobre la salud del ambiente. Y all? hay todo tipo de se?ales y mensajes sobre el drama ecol?gico.

El ritmo del tiempo es de los alerces. Las teolog?as de los extractivismos siempre trabajan en el muy corto plazo, e incluso es raro que vayan m?s all? de unos pocos a?os propios de una presidencia. Para ellas no existen las generaciones futuras. Ante esto, los el ritmo de los alerces nos ilustran c?mo debe entender el tiempo estas espiritualidades herejes. Esos majestuosos ?rboles andinos que pueden vivir mil a?os, y por ello con cada incendio que destruye bosques nativos en el sur de Chile y Argentina, queda claro que las medidas de restauraci?n ecol?gica debe ponerse pensarse en el tiempo que necesitan los alerces para recuperarse. O sea, mil a?os. Esto mismo se repite en los dem?s ambientes sudamericanos. Todo esto nos lleva a repensar nuestras responsabilidades en el largo plazo, y comenzar a abordar una cuesti?n que cada vez ser? m?s necesaria ?c?mo podemos ser mejores ancestros para asegurar que las generaciones futuras puedan vivir?

La justicia por cierto que es imperativa, pero debe ser una justicia social y ecol?gica. De un lado, los extractivismos actuales est?n repletos de injusticias, con el caso extremo de violencias contra personas y la Naturaleza, y las teolog?as dominantes las han naturalizado. Es necesario rebelarse hasta hacer intolerable que, por ejemplo, se asesina impunemente a l?deres ambientales o se destruyen miles de hect?reas de ambientes naturales. La erradicaci?n de la pobreza debe ir de la mano con la preservaci?n ambiental.

Finalmente, es fundamental un cambio radical en c?mo se entienden los valores. La visi?n tradicional, compartida por muy distintas corrientes propias de la Modernidad, insiste en que ?nicamente los humanos son sujetos de valor y por ello la Naturaleza termina siendo una colecci?n de objetos que pueden ser aprovechados. Eso permite el reduccionismo de concebir a la Naturaleza pero tambi?n a las personas como recursos, algunos con valor econ?mico y otros que pueden ser desechables. Las categor?as de capital social o naturales se aceptaron y un utilitarismo mercantilista se convirti? en la forma generalizada de sentir y entender el entorno ecol?gico y social. Posiblemente la herej?a mayor se encuentra en romper con esas ataduras y reconocer que otras formas de vida tambi?n tienen valores que les son propios y que ?stos son independientes de la utilidad para los humanos. El antecedente m?s claro de ese esfuerzo es el reconocimiento de los derechos de la Naturaleza en Ecuador, a los que han seguido, por ejemplo un reconocimiento an?logo a la Amazonia de Colombia ?otra vez queda en claro que estamos rodeados de ensayos de alternativas. Este es un cambio ?tico, pero no sobre su dimensi?n moral, sino sobre c?mo se entiende el valor y c?mo se lo adjudica.

Todos estos puntos, que no dejan de ser preliminares, tienen en com?n intentar romper con los blindajes que las creencias otorgan a los extractivismos. Esa es una dimensi?n que es por muchos rechazada o menospreciada, asumiendo que las transformaciones no son cosas de los sentimientos sino de la raz?n. Pero las teolog?as extractivitas existen y nos dejan en claro que es indispensable abordarlas para promover cambios reales. Y, tal como se indic? arriba, es indispensable hacer esto antes de que sea demasiado tarde.

Por: Eduardo Gudynas

Notas

Deriva del lat?n heresie, que a su vez proviene del griego, hairesis, que es elegir o decidir. En la Edad Media el hereje era aquel que ?tras una elecci?n personal o colectiva, disiente de una parte de los valores (teol?gicos o morales), admitidos oficiales por la comunidad de los creyentes, poniendo en duda sus fundamentos o sus aplicaciones. Ver Bonassie, P. (1983). Vocabulario b?sico de la historia medieval. Barcelona: Cr?tica.
(2) La Red Iglesias y Miner?a es un espacio ecum?nico que reacciona frente a los impactos y violaciones de los derechos sociales y ambientales provocados por la miner?a en Am?rica Latina. Esta red agrupa a una amplia diversidad de organizaciones, desde la Consejo Latinoamericano de Iglesias y el Observatorio de Conflictos Mineros de Am?rica Latina (OCMAL) a grupos nacionales como Muqui en Per? o Justicia en los Caminos de Brasil. https://iglesiasymineria.org

Eduardo Gudynas es analista en el Centro Latino Americano de Ecolog?a Social (CLAES). El texto es parte de las ideas compartida en una mesa redonda organizada por la red Iglesias y Miner?a, red Muqui y la Comisi?n Episcopal de Acc?n Social de Per?, en la Universidad Jesuita Ruiz de Montoya en Lima. El autor puede ser seguido en www.AccionyReaccion.com y en twitter @EGudynas.