Las sangrientas protestas reprimidas con fuego real que han dejado más de mil muertos en Irán e Irak
Así como en Chile, Bolivia, Colombia y Ecuador, en Medio Oriente también han protestado en las últimas semanas contra el alza de los combustibles, los pasajes y los impuestos, que han devenido en críticas a sus propios sistemas políticos. En Irán e Irak la represión de las fuerzas de seguridad ha sido brutal
Las protestas sociales de las últimas semanas no han sido exclusivas de Sudamérica. Los reclamos por una mejora en la calidad de vida, contra los altos costos de los servicios, los impuestos, el transporte y la medicina también son reivindicaciones anheladas en otras partes del mundo. Mientras cientos de miles de manifestantes salían a las calles en Ecuador, Chile, Bolivia y Colombia, al otro lado del planeta también se encendía la calle. Irak, Irán y el Líbano han vivido desde octubre jornadas de masivas manifestaciones exigiendo mejoras económicas, sociales y el fin de la arraigada corrupción.
Sin embargo, el accionar de las fuerzas del orden ha sido brutal en Medio Oriente. Mientras en Sudamérica, el número de muertos ha rondado los 70 [lo que no lo hace menos grave], en Irak e Irán los fallecidos podrían superar largamente el millar.
Esto debido a la represión institucionalizada en ambos países, sobre todo en Irán, donde las protestas no están permitidas y son bien conocidos los antecedentes de baños de sangre contra multitudes [en el 2009 murieron unas 60 personas en protestas contra un supuesto fraude electoral, además de decenas de detenidos que terminaron ahorcados, y en el 2018 perecieron más de 20; cifras que además no son concluyentes pues son cálculos de organismos de derechos humanos].
Desde el 15 de noviembre, cuando se iniciaron protestas pacíficas en Irán, habrían muerto más de mil personas, según informaciones de la inteligencia estadounidense. El régimen islámico solo ha reconocido la muerte de dos civiles y de cuatro miembros de las fuerzas del orden.
Y en Irak, las continuas manifestaciones de los jóvenes -alentadas en redes sociales- han dejado hasta ayer 440 muertos.
Los reclamos son similares, pero hay factores que difieren y luego confluyen. En Irak, la ira de la gente ha despertado un sentimiento antiiraní -país con el que mantuvieron una sangrienta guerra en los años 80- por la injerencia de los ayatolas en la política de su país; y en Irán las quejas de la población pasan por la crisis económica y el por qué el régimen tiene que invertir millones de dólares en solventar su influencia en la región a costa de sus bolsillos.
La primavera iraquí
El 1 de octubre empezaron las protestas en Bagdad. Más de mil personas salieron a las calles para manifestarse contra la corrupción, el desempleo y el mal estado de los servicios públicos. Desde entonces, la movilización no ha parado.
Como en Chile, unos reclamos específicos terminaron destapando una olla a presión. Con el transcurrir de las semanas, a los iraquíes ya no les bastaba las medidas paliativas que daba el gobierno del primer ministro Adel Abdelmahdi, quien terminó renunciando. Pese a la represión y los más de 400 muertos, se sigue exigiendo la caída del régimen.
El Gobierno de Irak, así como el Líbano, divide sus cuotas de poder de acuerdo a la religión, grupo étnico o tribal. Los iraquíes, cuya mayoría son musulmanes chiítas, han visto como los ayatolas iraníes -también chiítas- influyen en la designación de autoridades, que forman parte de una clase política corrupta, con comprobados casos de desvíos de dinero.
“Muchos iraquíes ven a Irán como el principal garante y beneficiario del orden político iraquí. El sentimiento antiiraní es parte de un rechazo popular más amplio ante cualquier tipo de interferencia extranjera. Sin embargo, Irán inevitablemente se lleva la mayor parte del resentimiento dado que es, con mucho, el actor externo más influyente en Irak”, señala Fanar Haddad, investigador principal en el Instituto de Medio Oriente de la Universidad Nacional de Singapur, en un ensayo para el Carnegie Middle East Center.
La represión y el bloqueo
La crisis en Irán empezó el 15 de noviembre. El Gobierno había anunciado el recorte de los subsidios a la gasolina y el aumento del combustible en 50%. Con una economía asfixiada por las sanciones estadounidenses, los iraníes decidieron mostrar su descontento pese a los riesgos. Lo que empezó como una protesta económica, también devino en la frustración hacia el régimen islámico instaurado desde 1979.
“Hay quejas sobre miles de millones de dólares que Irán gasta en Siria, en el Líbano e Iraq sin nada a cambio, mientras los iraníes viven en una situación muy precaria”, dijo a EFE Ali Mamouri, analista y exprofesor de las Universidades de Teherán y Sydney.
Ese día, algunos simplemente dejaron abandonados sus carros en plenas avenidas como medida de protesta, mientras otros -más de 200 mil personas en todo el país- se animaron a gritar en las calles. Las manifestaciones fueron silenciadas por las fuerzas paramilitares iraníes y los Guardianes de la Revolución, la tropa de élite de los ayatolas.
Aún hoy los detalles de la represión no están claros, sobre todo porque el régimen decidió bloquear Internet durante más de una semana para evitar que la gente compartiera cualquier foto o video. Según el Gobierno, solo dos manifestantes murieron, pero de acuerdo a Amnistía Internacional la cifra superaría los 200. Estados Unidos incluso se animó a decir que han sido más de mil y el propio régimen aceptó que había disparado contra “alborotadores”. Alborotadores que ya empezaron a divulgar sus testimonios sobre lo que habría sido la peor matanza en los 40 años del régimen teocrático iraní.