DECLARACIÓN DE LOS ARTISTAS PLANTADOS AFUERA DEL MINISTERIO DE CULTURA
«NOSOTROS, artistas e intelectuales cubanos, repudiamos, denunciamos y condenamos la incapacidad de las instituciones gubernamentales en Cuba para dialogar y reconocer el disenso, la autonomía activista, el empoderamiento de las minorías y el respeto a los derechos humanos y ciudadanos».
«NOSOTROS, en solidaridad con nuestros hermanos del Movimiento San Isidro, exigimos que la justicia no se ejerza a discreción. La justicia no puede proteger al Gobierno por encima de los derechos de sus ciudadanos».
«NOSOTROS sabemos que la Cuba de hoy exige que el Gobierno elimine el odio político y cree sistemas reales y efectivos desde donde se escuchen las demandas de la ciudadanía estableciendo garantías para un diálogo desprejuiciado y honesto que no tenga represalias para los que alzan su voz».
«NOSOTROS no podemos seguir viviendo en un país donde no hay seguridad para los periodistas, los activistas y los que disienten. Basta de arrestos arbitrarios, de causas creadas a conveniencia y de caprichos desde el poder, que hoy no ha sabido responder al pueblo sino a su propia supervivencia en el poder».
«HOY nos debemos una Cuba diferente, donde todos tengan la misma posibilidad de participar en el rumbo que tome el país. solidarizados con el Movimiento San Isidro y la brutalidad, la incapacidad para dialogar de manera honesta, y la propensión a la difamación, la violencia y el descredito del Ministerio del Interior y las instituciones que se muestran ante el mundo como representantes de los intereses legítimos de la sociedad cubana. Exigimos el cese inmediato de estas actitudes y el inicio de un proceso que pase por el diálogo, pero que se conduzca hasta la conformación de una sociedad en que todos los cubanos tengamos la libertad de expresarnos y ña posibilidad de participar en el rumbo que tome el país». (Fuente: Diario de Cuba)
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Cuba y el Movimiento San Isidro: El tiempo de los jóvenes
Odette Alonso
El viernes 27 de noviembre de este tremendo 2020, las puertas del Ministerio de Cultura de Cuba amanecieron rodeadas por un centenar de jóvenes artistas que demandaban ser recibidos por el ministro de Cultura. La razón de esta solicitud era, en primer lugar, que la noche anterior, con el pretexto del protocolo sanitario contra el coronavirus, ambulancias y personal estatal allanaron la sede del Movimiento San Isidro, en La Habana Vieja, y sustrajeron del domicilio a todos los artivistas que allí se encontraban en huelga de hambre o acompañando a los huelguistas.
El Movimiento San Isidro es un grupo de creadores y activistas jóvenes que desde hace años desarrollan un trabajo de integración cultural con la comunidad del barrio en el que se encuentra su sede. La autodescripción de su cuenta de Twitter dice: “Empoderando a la sociedad hacia un futuro con valores democráticos. Unidos para promover la libertad y la cultura”. Entre sus principales batallas estuvo la condena al decreto 349, que estipula, en esencia, que todo proyecto cultural debe ser aprobado por las instituciones gubernamentales o, de lo contrario, será ilegal y se desmantelará.
La rebeldía nunca le ha agradado al gobierno cubano, por lo que el Movimiento San Isidro, su líder Luis Manuel Otero Alcántara, sus integrantes y sus simpatizantes han sido sistemáticamente vigilados, agredidos y desacreditados. En fecha reciente, uno de ellos, el rapero Denis Solís, fue arrestado y sometido a juicio relámpago en el que se le sentenció a ocho meses de encarcelamiento acusado de desacato, es decir, de no ser sumiso y obediente. Este suceso desencadenó protestas pacíficas de sus compañeros frente la estación de policía donde estaba detenido e incomunicado, una acción cultural llamada “susurro poético” que recorrió varios puntos de la capital cubana y, finalmente, la huelga de hambre y sed de algunos de sus integrantes, incluido su líder, quienes solicitaban, en primer lugar, la liberación de Denis Solís.
Cuba, desde hace sesenta y tantos años, siempre ha sido un galimatías, un lugar fuera del tiempo, contradictorio e inexplicable. Sin embargo, en medio de la era de la internet y de la globalización, a las que el gobierno cubano tuvo que abrirse, aun a regañadientes, este movimiento —tanto San Isidro como los demandantes del Ministerio de Cultura– se inserta en la ola de movimientos juveniles de los últimos años en el continente y en el mundo. El disentimiento con los mecanismos estatales y su asunción pública los emparenta.
Los manifestantes del viernes 27 se mantuvieron durante todo el día ante la sede del Ministerio de Cultura, cercados por policías que rociaban con gas pimienta a quienes intentaban sumarse al grupo de inconformes, y por camiones llenos de personas movilizadas por el gobierno para agredirlos en cuanto recibieran la orden superior de hacerlo (forma clásica de represión paraestatal en Cuba). Ya de noche, quitaron la electricidad en la zona, como el día anterior habían desconectado las redes sociales para evitar que se transmitiera en vivo el allanamiento “sanitario” en San Isidro.
Finalmente, al filo de la madrugada, el viceministro de Cultura recibió a una comisión que le planteó sus demandas fundamentales: libertad de expresión y de creación, derecho a disentir, revisión del expediente policial por el cual se condenó a Denis Solís y que se permitiera regresar a su casa a Luis Manuel Otero Alcántara, todavía en huelga de hambre y no localizado después del secuestro policial en San Isidro. El resultado de esa reunión es prácticamente irrelevante, de antemano se sabe que el gobierno cubano no cumplirá lo que allí prometió; lo relevante es la oportuna reacción de estos jóvenes, su capacidad de convocatoria, la exigencia de un diálogo que las autoridades tuvieron que atender. Y especialmente, la comunicación inmediata de estos sucesos a todo el mundo a través de las redes sociales.
Estos jóvenes cubanos tendrán que abrirse paso y tratar de mantenerse a flote entre un gobierno que les califica de delincuentes y marginales y un pueblo amaestrado para autoagredirse y autodestruir en cuanto el amo lo ordena. No es un camino fácil. Y aunque no reciban la misma solidaridad ni sean vistos con la simpatía que recibieron los estudiantes chilenos, la marea verde, el Black Lives Matter, el pueblo de Perú o las feministas mexicanas, porque las izquierdas están instruidas, desde los tiempos de la Unión Soviética, para no permitir ningún tipo de crítica o señalamiento, en Cuba hay ahora mismo un foco rojo que no deja de parpadear y que, ¡ojalá!, otros sí miren y atiendan.
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