La falta de unidad de la oposición a la dictadura de Nicaragua radica en el miedo de empresarios y partidos a la unidad de organizaciones autónomas con los sandinistas que rompieron con Ortega

La izquierda burocrática está declinando en el continente entregándose a la socialdemocracia progresista, en tanto los pueblos avanzan sin partidos que van detrás del poder, como los progres mexicanos agreden a las comunidades invadiendo con los megaproyectos capitalistas, los izquierdistas de Yaku Pérez obsesionados por los cargos en Ecuador, los del MAS de Evo Morales en Bolivia perdiendo terreno y bases en varias regiones, los izquierdistas chilenos tragados por la constituyente, Fernando Dorado en Colombia llamando a los movimientos a ponerse detrás de los progresistas, etc. Si la resistencia popular en Nicaragua no acrecienta la autoorganización local de barrios y comunas y las capacidades propias de los vecinos de administrar sus barrios, seguirán en medio de las discusiones de quien ocupará los cargos y serán tragados como fue la izquierda chilena tras la entrega del gobierno de la dictadura a la partidocracia.



 


Desconfianza y razones ideológicas dividen a la oposición a la tiranía de Daniel Ortega


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LOS INTENTOS DE UNIDAD ENTRE SECTORES DE LA OPOSICIÓN HAN SUFRIDO REVESES
 

A casi tres años de las multitudinarias protestas contra el régimen de Daniel Ortega, y a ocho meses de las elecciones presidenciales, la crisis socio política continúa afectando a Nicaragua, la oposición que se prepara para participar en los comicios no ha logrado la unidad para enfrentar a Ortega.

Entre las causas de la división figuran aspectos ideológicos, la imposición de agendas progresistas y personales, además de la llegada de representantes exaliados de Ortega que generan desconfianza. Todo lo anterior resulta muy beneficioso para el régimen.

Los intentos de unidad han sufrido reveses. Mientras el 62% de los nicaragüenses no tiene simpatía por ningún partido político, según la última encuesta de Cid Gallup a inicios de febrero.

La Alianza Cívica y la Coalición Nacional surgieron tras las protestas de abril. La primera esta integrada por empresarios que mantuvieron alianza con Ortega hasta antes de abril de 2018, también la integran grupos de estudiantes. Recientemente se han aliado a Ciudadanos por la Libertad, un partido político de centro derecha. Han creado la Alianza Ciudadana.

La Coalición Nacional surgió en junio de 2020 y se adjudica la representación de la oposición, agrupa a exaliados de Ortega del Movimiento Renovador Sandinista cuyos fundadores fueron altos cargos durante la primera dictadura, pero el mes pasado se cambió de nombre por el de “Unamos”. También la integran la articulación de movimientos, grupos feministas, organismos no gubernamentales y dos partidos políticos.

 

Ambas agrupaciones se organizan para ir a elecciones el 7 noviembre próximo, aunque aseguran que eso dependerá de las reformas electorales que recaen en la voluntad de Ortega y cuyo plazo vence en mayo próximo.

Un tercer grupo de opositores no está con ninguno de las dos agrupaciones, es crítico del sandinismo en general y se inclina a valores conservadores.

Tras su creación, la Coalición asegura ser inclusiva de todas las fuerzas democráticas para unirse en la lucha cívica contra la dictadura.

Pero Kitty Monterrey, presidenta de Ciudadanos por la Libertad (CxL) sostiene que la raíz de la división de sectores opositores es ideológica, aunque algunos representantes de la Coalición sostienen que la meta debe ser derrocar a Ortega y los puntos de vista ideológicos se resuelven después.

“Aquí este pueblo no es de izquierda, la responsabilidad de todo lo que sucedió en los 80 está aún representada por personas que están en la Coalición y la mayoría del pueblo que es cristiano, no está de acuerdo ni creo que lo vayamos a estar, esa es la realidad”, apuntó Monterrey en alusión a grupos sandinistas que gobernaron con Ortega en la década de los 80, cuyos crímenes y robos no enfrentaron la justicia.

Luis Carrión, uno de los nueve comandantes de la “revolución”, hoy fundador del MRS o “Unamos”, reconoce uno de los crímenes cometidos por ese régimen cuando era viceministro del Interior.

Ocurrió el 30 de mayo de 1984, en La Penca, un atentado que dejo 7 muertos y 22 heridos, durante la explosión de una bomba en medio de una conferencia de prensa a la que había citado el guerrillero Edén Pastora.

Para Monterrey, la verdadera causa de la falta de unidad es el predominio de la “extrema izquierda [que] son grupos vinculados a la corrupción en gobiernos anteriores y de otros grupos que lo hacen dependiente del régimen sandinista, eso frustró el intento de crear una Coalición Nacional”.

La integración del Movimiento Campesino a la Coalición Nacional ha creado división dentro de esa organización. Varios de sus líderes no están de acuerdo con la presencia de su representante Medardo Mairena en la recién creada Coalición.

Freddy Navas, líder del Movimiento Campesino y expreso político del régimen sandinista, sostiene que decidió no ser parte de la Coalición porque existen “intereses personales, políticos y partidarios”.

“Nunca participé ni firme nada con la Coalición porque como dice monseñor Rolando Álvarez (obispo de la Diócesis de Matagalpa), al pueblo ya no le pueden dar atol con el dedo, todo sabemos, yo lo sé que el MRS, los grupos feministas, las articulaciones de Movimientos Sociales, y las ONG que están en la Coalición son de tendencia de izquierda y son liderados, financiados y asesorados por los cabecillas del MRS, no es un secreto para nadie, los que muestran la cara no tienen poder de decisión”.

“No me voy a sumar con la izquierda, yo soy una de las víctimas de la gente que está ahí [el MRS] con mi familia en los años 80, y no les voy a respaldar”, concluyó Navas.

Gemma Serrano, periodista, exiliada política, cree que la unidad se ha convertido en una utopía. “Aunque todos digan esforzarse para conseguirla. En 2018 la unidad fue una realidad porque quienes la consiguieron, ejerciendo resistencia [en las calles] perseguían el único interés de terminar con la dictadura de Ortega y devolver a Nicaragua a los cauces democráticos, que ahora que lo pienso jamás hemos tenido”.

“La unidad difícilmente se puede dar en un escenario donde todos persiguen los mismos cargos, en dónde pasando por encima de la inteligencia popular, convocan elecciones sin “condiciones mínimas”, no contando con los graves casos de tortura, asesinatos, presos políticos, y represión. Deben exigirse condiciones máximas para resguardo de la población, algo en lo que Ortega no cederá”.

 

Serrano tiene orden de captura, tuvo que abandonar su país tras la “operación limpieza” ordenada por Ortega para desmontar las protestas que dejó más de 300 asesinatos documentados por organismos de derechos humanos.

Leopoldo Gómez es un político independiente, cree que en Nicaragua no hay unidad porque en su opinión “imperan los intereses de cúpulas opositoras versus los intereses del pueblo y este último no tiene representatividad en esta oposición donde hay más candidatos a presidentes que partidos”.

“Prácticamente lo que inició como la lucha por la libertad (Insurrección de abril 2018) se convirtió en parte de lo mismo, oposición funcional al régimen Ortega-Murillo”, asegura Gómez.

Ir a elecciones con Ortega, no solo es legitimar a un régimen, en caso de perder las elecciones Ortega gozaría de inmunidad que le permite la diputación regalada por el pacto con el expresidente Arnoldo Alemán.

De ocurrir ese escenario, para Serrano la realidad no será distinta que en los 90, donde los crímenes quedaron impunes, y el sandinismo gobernó desde abajo causando muertes, robos y asonadas.

“Se negoció para bien de los delincuentes y se exterminó a quienes lucharon por un cambio real. Se planea edificar sobre los mismos viejos y podridos cimientos, las mismas caras y actores de los errores del pasado buscando rejuvenecer elevando el perfil de monigotes, la misma cultura rastrera, carroñera y caníbal queriendo aparentar ser la tabla de salvación del pueblo, cuando una y otra vez lo condenan a la misma miseria histórica”, subrayó.

La desconfianza hacia exaliados de Ortega y a los que se han sumado a respaldar esas políticas de izquierda, y los llamados a “cohabitar” y “dialogar” con Ortega como han sugerido recientemente el exgeneral Humberto Ortega, y la precandidata presidencial Cristiana Chamorro, acentúan esa desconfianza y mantienen dividida a la oposición, de acuerdo con el exiliado Christiam Martínez.