Cómo se juega y se muere en una favela de Río
Jacarezinho es noticia en el mundo por un operativo policial criminal que buscaba criminales y solo consiguió una vez más criminalizar la pobreza. La favela donde nació Romario en 1966 tiene las marcas de todas las privaciones humanas. Es, también, la favela más negra de Río de Janeiro. “Un quilombo urbano” como le explica Rumba Gabriel, uno de sus líderes sociales, al periodista Wiliam Reis en una colorida nota de Veja publicada en agosto del año pasado. Una comunidad quilombola como se las conoce en Brasil a las habitadas por afrodescendientes.
En el corazón del barrio ubicado al norte de la ciudad, su única cancha de césped sintético fue un problema durante años. Se levantaban sus panes de pasto artificial, estaba emparchada, hasta que Marcelo Crivella, el ex alcalde de la ciudad y pastor metodista – detenido a fines de 2020 por corrupción – se apiadó de quienes jugaban en esa superficie lunar. Su gobierno invirtió 900 mil reales para arreglarla y hacer otras obras.
O Baixinho recordó cuando se reinauguró Calabaza (así la llaman en el barrio): “En ese campo pasé grandes momentos de mi infancia y juventud”. El ex futbolista y actual senador nunca se acordó demasiado de la favela salvo en situaciones muy puntuales como el asesinato masivo de 29 personas el jueves 6. De esa cifra, una sola era policía y es la única identificada: se llamaba André Frias y recibió un disparo en la cabeza. Las estadísticas de muertes provocadas por la Policía Civil escalaron durante la presidencia de Jair Bolsonaro. Los años más letales coinciden con su mandato.
El viernes Romario escribió en su cuenta de Twitter: “Ayer fue otro día triste en Río de Janeiro. En la favela de Jacarezinho, donde nací, crecí y hasta el día de hoy tengo amigos. No podemos encontrar como normal que se pierdan 25 vidas en una acción policial”. Hasta ese momento los muertos no habían llegado a 29, número que la Policía Civil confirmó este sábado. El ex futbolista es el mismo que desde el Congreso votó a favor del Impeachment contra la expresidenta Dilma Rousseff en 2016. “Hay indicios de crímenes de responsabilidad cometidos por la presidenta de la República”, dijo tembloroso en aquellas jornadas destituyentes.
Pero él como político no es el mejor representante de la indignación que hoy vive la favela. Solo quedó su recuerdo de la cancha sintética, vecina al río Jacaré que Crivella mandó a dragar. Lo hizo antes de que su candidatura fallida como aliado del presidente Bolsonaro y las denuncias por corrupción activa, lavado de dinero y organización criminal lo mandaran a la cárcel por casi dos meses.
En Jacarezinho viven alrededor de 37 mil personas. Cohabitan de manera forzada con uno de los principales cárteles de la droga en Brasil: el Comando Vermelho. Esa organización delictiva y otra vinculada a la trata de niños para disciplinarlos en el narcomenudeo fueron los declamados blancos oficiales de la operación policial más letal en la historia de la cidade maravilhosa. La bautizaron Exceptis (excepción en latín).
La geografía de la favela la ubica entre las más grandes de Río. El aparato represivo del Estado ingresó en ella a matar pese a que un fallo del Tribunal Supremo Federal (el equivalente a nuestra Corte Suprema) le impedía hacer operativos en barriadas populares mientras se extendiera la pandemia. La salvedad –decía el Tribunal -eran las “circunstancias absolutamente excepcionales” que no quedaron acreditadas en este caso.
Quién sabe cuándo y cómo volverán a Calabaza los pibes asustados por tantos balazos, cuerpos inertes arrastrados en sábanas ensagrentadas y una locura homicida que observadores independientes y medios internacionales definieron como masacre. Entre enero y marzo, según datos del Instituto de Seguridad Pública, la policia de Río asesinó a 453 personas. Sumada la cifra de Jacarezinho ya se acerca al 40% de muertes de todas las contabilizadas en 2020: 1.245.
“Eran todos bandidos” declaró el vicepresidente brasileño Hamilton Mourao, un general que para ciertos analistas es la versión suavizada de Bolsonaro. “Sin pruebas”, tituló Folha da San Pablo sobre su comentario.
Los habitantes de la favela no piensan igual que el militar. Marcharon hacia una comisaría precedidos de carteles que decían: “Paren de matarnos” y “Rebelarse contra el genocidio es justo”. La mayoría eran pobladores negros. El saldo provisorio del operativo artillado y con apoyo aéreo arrojó que de 21 buscados por la policía, tres fueron detenidos y otros tres ultimados. Para las organizaciones humanitarias hubo 16 vecinos asesinados. La periodista Laura Capriglione de Jornalistas livres informó: “El fascista Bolsonaro, amigo de los milicianos (grupos armados que disputan territorios favelados con los narcos) participó de una reunión con el gobernador de Río de Janeiro, Claudio Castro, en la tarde del 5 de mayo. Menos de doce horas después, aconteció la peor masacre de la historia en una favela de Río, la de Jacarezinho…”.
Es casi milagroso que en lugares como ése, -sitiados por la parca que es presencia cotidiana y viste de uniforme-, sobreviva un semillero de pibes. Chicos que aspiran a ser futbolistas entre programas sociales que intentan darles una salida. Craques do Futuro es uno de ellos. También se acercan algunos jugadores en actividad y en retiro que intentan alentarlos. Rumba Gabriel le contó al periodista de Veja que ése no fue el caso de Romario. “Creó los Romarinhos, una especie de pequeña Villa Olímpica, pero no hizo nada aquí. Solo cuando comenzó la campaña electoral”.
La masacre de Jacarezinho llegó a Naciones Unidas y a la CIDH. El portavoz de Derechos Humanos de la primera, Rubert Colville, dijo en Ginebra, Suiza, que la policía brasileña tiene un historial de uso “desproporcionado e innecesario” de la fuerza. “Es totalmente inaceptable que las fuerzas de seguridad sigan cometiendo graves violaciones de derechos humanos como las ocurridas en Jacarezinho contra residentes de las favelas, unas personas en su mayoría negras y que viven en la pobreza” comentó Jurema Werneck, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Brasil. El juez del Tribunal Supremo Federal, Edson Fachin, declaró que existen indicios de “ejecución arbitraria”.
En ese escenario que un cinéfilo vincularía de inmediato con la película Ciudad de Dios, hubo ejecuciones extrajudiciales, allanamientos en viviendas de vecinos ajenos a los hechos y sangre impregnada en una habitación de niños como quedó reflejado en una fotografía. Una pelota y una cancha de fútbol como la Calabaza, todavía les permiten a esos pibes favelados iusionarse con llegar a Vasco da Gama – el primer club de Romario -, Flamengo, Flumninense o Botafogo para evitar caer bajo las balas policiales y de las milicias afines a Bolsonaro o ser reclutados a la fuerza por el Comando Vermelho.
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Brasil: en medio de protestas entierran a los muertos del operativo policial más letal en años
En medio de protestas y reclamos, en Río de Janeiro se desarrollaron este 8 de mayo los funerales de las personas fallecidas durante un operativo el pasado jueves, que según la Policía se desarrolló contra una banda de narcotraficantes que además reclutaba menores para comercializar los estupefacientes. La operación en la empobrecida favela de Jacarezinho, que dejó al menos 28 personas muertas y es la más letal en años, recibe una avalancha de críticas y un pedido de la ONU para investigar un presunto abuso policial. Las autoridades lo rechazan.
“Esta ha sido una de las acciones más salvajes de la policía de Río (…) Estamos pidiendo justicia por una masacre injustificable”, dijo el estudiante Roger Denis, quien participó en el cortejo fúnebre.
Este sábado continuaron los funerales que comenzaron el viernes para honrar a las personas fallecidas en una cuestionada operación de la Policía de Río de Janeiro. El operativo se realizó el pasado jueves y dejó al menos 28 personas muertas, según la última cifra actualizada por las autoridades. La prensa brasileña y grupos de derechos humanos la califican como la operación más letal en la historia de la ciudad. Incluso, la Policía reconoció que es la más fatídica al menos desde 2007.
Según las autoridades, el operativo que convirtió en un campo de batalla a la empobrecida favela de Jacarezinho se ejecutó tras un trabajo de inteligencia y fue ejecutada contra una presunta banda de narcotraficantes. Este grupo está acusado de homicidios, robos, secuestros de trenes SuperVia y del reclutamiento de niños para trabajar en el tráfico local de estupefacientes.
Pero los relatos de testigos han llevado a varios organismos de derechos humanos a rechazar la acción policial. La Organización de Naciones Unidas pide investigar posibles ejecuciones arbitrarias.
Una habitante de Jacarezinho contó a la AFP que un joven fue abatido en su casa, donde se había refugiado herido.
“El chico llegó baleado y como ningún habitante de la comunidad puede echar a otro, se quedó. Pero los policías vieron sangre y entraron gritando: ‘¿Dónde está? ¿dónde está?’. Yo solo tuve tiempo de llevar a mis hijos para atrás mientras ellos lo mataban en el cuarto”, contó la mujer.
Otra residente contó al portal UOL que su marido, Jonas do Carmo dos Santos, de 32 años y quien trabajaba como obrero de la construcción, fue baleado por la policía cuando había salido para comprar pan.
La policía afirma que las víctimas eran “criminales”, pero hasta ahora no identificó los cuerpos, al tiempo que proliferan denuncias de abusos.
El despliegue policial será investigado por las autoridades judiciales, de acuerdo con declaraciones de la Fiscalía General de Brasil.
Según la agencia de noticias AFP, el portavoz del Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, Rupert Colville, señaló desde Ginebra (Suiza) que “los incidentes deben ser investigados de forma independiente. Las autoridades brasileñas deben saber que la violencia solo debe usarse en casos extremos”.
La situación, que vuelve a poner sobre la palestra los casos de presuntos abusos policiales en Brasil, provocó que cientos de personas se lanzaran a las calles de São Paulo, importante centro financiero de la región y una de las ciudades más pobladas del país, para rechazar este tipo de actos por parte de los uniformados y exigir justicia por lo ocurrido.
“Veintinueve personas murieron, asesinadas por la policía de Río de Janeiro. Para nosotros, esto es absurdo, ilegal. Estamos en una pandemia, y los jóvenes negros de nuestra sociedad están siendo asesinados todos los días”, dijo Egle Maite a la agencia de noticias Reuters en medio de la marcha.
Policía de Río de Janeiro presenta la lista de muertos, pero rechaza las denuncias de abuso por parte de la fuerza pública
De acuerdo con medios brasileños como ‘Folha de Sao Paulo’, que cita declaraciones del jefe de la Policía Civil de Río de Janeiro, Alan Turnowski, el operativo dejó un saldo de 28 personas muertas. Entre ellas, se incluye al agente de la institución André Frías.
El 7 de mayo, medios de la nación señalaron que los uniformados retiraron los cuerpos de otras tres personas en la favela de Jacarezinho.
“La inteligencia confirmó que todos los muertos eran narcotraficantes. Dispararon para vigilar posiciones, para matar. Tenían órdenes de confrontar”, dijo la autoridad policial citada por medios de la nación.
El gobernador del estado de Río de Janeiro, Cláudio Castro, ofreció respaldo a la actuación policial. Esto ocurrió después de que el fiscal general de la República, Augusto Aras, le pidiera a Castro aclarar lo ocurrido.
“La reacción de los bandidos fue la más brutal de la historia. Registrado en todos los casos armas de guerra para repeler la acción del Estado (…) En ningún lugar del mundo se recibe a la policía con fusiles y granadas cuando van a cumplir con su función”, dijo el gobernador en un comunicado.
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Veamos como Lula y Bolsonaro han tenido la misma actitud represiva contra las favelas:
Lula manda al Ejército a las favelas de Río para ganar la guerra a los narcos
Las fuerzas de seguridad cercan en un barrio de la ciudad a los pistoleros responsables de la muerte de 30 personas en una semana
Más de 800 soldados de los tres ejércitos, carros de combate provistos de ametralladoras, helicópteros. Con este arsenal, Brasil declaró el jueves la guerra a los narcotraficantes de Río de Janeiro. Si ese día fue la favela de Vila Cruzeiro el escenario de los combates, anoche, al cierre de esta edición, ya estaba todo preparado para el asalto al Complejo del Alemán, donde las fuerzas de seguridad creen que pueden ocultarse dos centenares de narcos huidos de otros barrios deprimidos de la ciudad.
La mayor parte de los soldados, todos con experiencia de combate en áreas urbanas o ex miembros de las fuerzas de la ONU que combatieron a las bandas criminales que actuaban en Puerto Príncipe (Haití), tomaron posiciones el jueves en los accesos a las dos favelas más peligrosas de Río, donde se esconden los pistoleros responsables de una ola de violencia que ha dejado, desde el sábado, 30 muertos y 96 vehículos incendiados.
«Estaremos en un área de conflicto. La misión que recibimos es precisa: otorgar seguridad. Pero tenemos armas y las usaremos si es necesario», advirtió el general Adriano Pereria, que coordina el apoyo militar a las operaciones de la Policía de la ciudad.
Vila Cruzeiro, considerada la favela más peligrosa de Río, fue ocupada el jueves por la Policía en una exitosa operación que contó con el apoyo de seis tanquetas blindadas de la Marina de Guerra. Pero al menos 200 pistoleros que se encontraban en su interior protagonizaron una fuga masiva hacia el Complejo del Alemán, un conjunto de barriadas pobres también controlado por el «Comando Vermelho» («Comando Rojo»), la mayor organización criminal de la ciudad y a la que se le atribuyen los ataques de los últimos días.
Tras el éxito del operativo en Vila Cruzeiro, el gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral, decidió pedir más apoyo de las Fuerzas Armadas y fue rápidamente atendido por el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva. Además de los 800 miembros de un batallón de Paracaidistas del Ejército, el Ministerio de Defensa autorizó ayer el uso de diez tanquetas blindadas y tres helicópteros de la Fuerza Aérea.
«Se trata de un día histórico. Las fuerzas armadas y las civiles estamos hermanadas en este desafío. No tengo duda de que el apoyo militar será de enorme importancia para que podamos reconquistar territorios (favelas controladas por criminales)», afirmó Cabral.
La situación de orden público en Río de Janeiro era más tranquila ayer, tras cuatro días consecutivos de violencia. En la mayoría de los ataques los pistoleros bloquearon importantes vías de la ciudad, asaltaron a los conductores de los vehículos y, tras ordenar a sus pasajeros que los abandonaran, les prendieron fuego en medio de la calle.
Mientras tanto, el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), Ricardo Teixeira, prometió que el Mundial de 2014 tendrá lugar en un «clima de normalidad», pese a la violencia de esta semana. Por su parte, el comité organizador de los Juegos Olímpicos de 2016, que se celebrarán en Río, también prometió que la cita deportiva se desarrollará sin problemas y respaldó los planes para erradicar a los narcos de las favelas.