Los indígenas y el Gobierno
Con eso de la conmemoración de la derrota de los aztecas por las huestes españolas con el apoyo de los pueblos indígenas sojuzgados por aquellos, es importante saber con mayor objetividad lo que ha sucedido con los indígenas sobrevivientes de aquel episodio fundacional de México.
Para ello, seguimos el análisis que hacen dos investigadores de la Universidad Autónoma Indígena de México, en artículo publicado en la revista Ra Ximhai, vol. 3, núm. 1, enero-abril, 2007, pp. 195-224. Ellos son Leif Korsbaek, graduado en Antropología Social por la Universidad de Copenhague, Dinamarca, y Miguel Ángel Sámano Rentaría, Doctor en Historia Económica por la Universidad de Humboldt, Alemania. No pertenecen al gobierno ni a ningún partido político del país…
Según el documento, el Indigenismo ha pasado por tres periodos: 1) el “Preinstitucional”, 2) el “Indigenismo institucionalizado”, y 3) la “Crisis del Indigenismo institucionalizado” que llega a lo que se llama hoy el Neoindigenismo.
En el periodo Preinstitucional, “en el contexto de esta sociedad colonial encontramos un indigenismo caracterizado por su justificación cristiana, basándose en una política de segregación (6). Posteriormente, durante la Reforma “los gobiernos liberales no habían dejado solo al indio, al contrario: con las Leyes de Reforma, de Juárez y Lerdo (de desamortización), los reformistas habían hecho todo lo posible para borrar al indio del mapa de México, con una serie de leyes dirigidas contra las tierras colectivas de las comunidades indígenas. Sin embargo, el indio sobrevivió, y también su comunidad… Durante todo el siglo XIX la política se perfilaba como un indigenismo de erradicación, con un deseo de eliminar a los indígenas y así “blanquear” al país. Pero el liberalismo decimonónico terminó bruscamente en 1910 con el inicio de la Revolución Mexicana, que induciría a una nueva época en la historia de México” (7).
El periodo del “Indigenismo institucionalizado” se inicia después de la Revolución, realizada por “mestizos, rancheros y hacendados mexicanos, es decir, la burguesía agraria”. Se caracteriza por “la idealización del pasado indígena como evidente reacción contra el extranjerismo de la vieja clase gobernante y a la vez, como punto de apoyo en que fundamentar un nacionalismo que diferenciara a México en el concierto de las naciones” (8).
En los años veintes se centró en la Educación y las Misiones Culturales, sobre el experimento de la escuela transformadora, capacitadora e integradora del indígena (9).
Con la creación del Instituto Nacional Indigenista por Ley el 10 de noviembre de 1948, la política indigenista se formuló en el concepto de aculturación, pero la ejecución del programa se centró en la comunidad indígena y el corazón operativo del indigenismo en los centros coordinadores, etapa que culminó con Echeverría quien elevó el número de 12 a 90. En resumen, “durante la posrevolución, en los primeros años, se centró en una política de alfabetización y aculturación a través de la educación nacional y después en una política de ‘asimilación’ y luego de ‘integración’, con fuertes tintes de ‘política colonialista’”.
El tercer periodo, “Crisis y agonía del indigenismo mexicano”, se inicia con Miguel de la Madrid en 1982. Ante la situación confusa y desesperada que le deja López Portillo, “vende el futuro desarrollo de México al neoliberalismo y, posteriormente, al proceso de globalización, imponiendo un proyecto trasnacional que sustituye al proyecto nacional que ya no es realizable” (16).
En ese periodo se dan tres momentos: el discurso indigenista que es mera verborrea, luego se presenta “en su forma más pura” con el Plan Puebla-Panamá y termina con la liquidación del Instituto Nacional Indigenista (2003). Junto con esto, también se cierra más el cerco político tendido por el actual gobierno contra los pueblos indígenas de México, que insisten en hacer valer su derecho a la autonomía (17).
A partir del 2003, con la Ley que crea la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, se cierra el periodo del Indigenismo institucionalizado en México hasta llegar al actual Neoindigenismo.
Este Neoindigenismo que hoy tenemos a la vista es «un abandono de parte del gobierno de sus obligaciones formuladas bajo el concepto de justicia social, y una polarización con su contrapartida de indigenismo militante de los indígenas mismos», iniciada con la Revolución Zapatista de 1994. “Pero se ha quedado en las buenas intenciones sin lograr un cambio en la política paternalista y asistencialista que han caracterizado al indigenismo de Estado de viejo cuño… Ahora, se sigue instrumentando una política de dar, más que de capacitar y apoyar proyectos productivos alternativos para promover el desarrollo… Mientras estos exigen derechos, desde el poder le ofrecen políticas de subsistencia, para que no se mueran de hambre” (24).
Los indígenas en estas condiciones, concluyen los investigadores, tienen toda la libertad para formular su propio indigenismo. No hay ya otro más…
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