Los enganchadores que prometen fortunas permanecen en Chile
Los “enganchadores” eran elegidos por las “Compañías” entre viejos ladinos de la pampa. Su misión era engatusar a los mocetones ebrios del sueño de la fortuna, haciéndolos viajar al norte para alcanzar allí la riqueza. Esta descripción, que toma las palabras de Andrés Sabella en su “Norte Grande”, publicada en Chile en 1944, se refería a las condiciones bajo las cuales se expandió la minería del salitre. Evoca a un protagonista que no desapareció.
Aquel relato apuntaba a quienes fabulaban que en las pampas del salitre, en el norte chileno, el dinero era “repartido en todas partes”, la creencia en un paraíso extractivista nunca desapareció. En el actual debate político, tanto entre los partidos políticos que se encaminan hacia las elecciones, como en la Convención Constituyente, se escuchan las voces que defienden a los extractivismos como una salvación. Pero como advertía Sabella, esos sueños necesitan a los “enganchadores” para reclutar adhesiones, y ellos también están presentes hoy en día.
En efecto, la adhesión a la extracción y remoción de recursos naturales para exportarlos, los extractivismos, se mantiene entre muchos actores políticos. La disputa se enfoca en las estrategias para llevar adelante esa tarea, en los modos de regularla, incluyendo el papel del Estado en ello, y en la distribución sea de los beneficios que brinda como de los perjuicios que ocasiona. Se construirán animadas polémicas sobre más o menos impuesto, distintas formas de regular las concesiones y muchas otras cuestiones. Pero la esencia de los extractivismos minero, agrícola, forestal o salmonero, de esa estrategia de apropiarse de masivos volúmenes de recursos naturales que serán exportados mientras se internalizan todos sus impactos, solo unos pocos se atreven a cuestionarla.
La dificultad para asumir las raíces de esas ideas se debe, entre otros factores, a que operan los “enganchadores” propios del siglo XXI. Son los que describen a los extractivismos como indispensables para el crecimiento económico, dotados de ingenierías que repartirían sus ganancias para así invalidar cualquier crítica. Usando las palabras de Sabella, son los que se presentan como ángeles providenciales que prometen que la próxima vez sí lograrán resolver el atraso. Son lo que colocan una cortina delante de la miseria para convencer a multitudes. Hace un siglo atrás, el rebaño de engatusados viajaba hacia el “norte” chileno en busca de la fortuna prometida, mientras que hoy ofrecen otro “norte”, como puede ser el litio o el hidrógeno verde.
La sucesión de promesas se ha repetido una y otra vez desde hace más de un siglo. Se prometió el paraíso con la minería, luego con las plantaciones forestales, a la que siguieron las salmoneras, y más recientemente se regresa otra vez a la minería, pero con el litio. Y más recientemente aparece la promesa del “hidrógeno verde”.
En ese abanico actúan los “enganchadores”, y muchos de ellos operan, como señalaba Sabella, para las “Compañías”. Aquellas les daban el dinero para que deslumbraran en su apariencia, con una chalina de cuero grueso de toro colorado, un casimir inglés, una cadena de oro con una libra esterlina, y hasta zapatos brillantes. Hoy eso se reconvierte en campañas de publicidad, estudios de consultores, y seminarios.
Las recientes actividades alrededor del llamado “hidrógeno verde” son un claro ejemplo, ya que por detrás de ellas hay un enorme conjunto de empresas (1), con muchas promesas aunque dependen de tecnologías que todavía son limitadas, inciertas y caras (2). De todos modos hay una certeza: su principal destino sería suplir de energía a la minería, o sea, otro regreso a un extractivismo clásico.
Sabella agudamente entendió que la mentira terminaba por atrapar al enganchador, que pasaba a creerse muchos de sus propios inventos, aunque no era más que un embaucador. Tal vez hoy en día, sombras de ese tipo alcancen a unos cuantos publicistas, analistas económicos y comentaristas políticos que defienden a los extractivismos prometiendo millonarios ingresos en dólares para las regiones o el Estado, miles de puestos de trabajo, y los mejores controles sociales y ambientales. Anuncios que nunca se cumplen de esos modos. Esos fracasos en predicciones y promesas no debería sorprendernos, porque esos analistas, aunque dictan las recetas para ser millonarios, ellos mismos no lo son; permanecen como simples jornaleros sea en consultoras, ministerios o universidades. Sabella sostenía que en el enganchador “se escondía siempre un resentido”, alguien que se burlaba de su fracaso.
Entretanto, los extractivismos mantienen los problemas sociales más severos mientras multiplican sus impactos ambientales. Otra vez la descripción de Sabella se confunde con el presente: a inicios del siglo pasado, cuando los enganchados llegaban al supuesto paraíso de salitre, no encontraban un jardín del Edén. Por el contrario, los esperaba la miseria, las casas de latas, la denigración, la necesidad de deambular por un mendrugo de pan y el padecimiento del infierno.
Sin embargo las promesas se repiten año tras año. Las posiciones ante el programa de Hidrógeno Verde son uno de los ejemplos más recientes. Recibe el apoyo de casi todo el espectro político, desde múltiples empresas (agrupadas en la Asociación Chilena de Hidrógeno), políticos vinculados al gobierno, hasta en el otro extremo, Gabriel Boric, quien considera que ese plan es “esperanzador” (3).
Esta persistencia del mito del desarrollo a partir de los extractivismos está muy arraigada en Chile. Como las políticas públicas y la gestión está tan pero tan recostadas hacia las miradas conservadoras, propias de la derecha, los enganchadores tienen amplias oportunidades para incidir con sus promesas, e incluso otorgando concesiones, aunque sin poner en riesgo la esencia de los negocios extractivistas. Por ejemplo, a cambio de mantener la megaminería pueden aceptar algún tipo de reforma en las evaluaciones ambientales o un modesto incremento en las regalías.
Más allá de los discursos y la publicidad, ya no se pueden acallar las repetidas alertas sobre los impactos de los extractivismos, ni se pueden ocultar la existencia de alternativas sustanciales. Es el debate constituyente el que permite dar unos pasos más allá de esa política convencional, para sopesar la necesidad y la viabilidad de los extractivismos en sí mismos. No basta debatir sobre su instrumentalización o sobre su gestión económica, sino que lo que debe estar en cuestión es si son todos necesarios, y si sus impactos negativos son tolerables. Dicho de otro modo, se deben abordar los postextractivismos, o sea, las transiciones de salida de la dependencia extractivista. En cambio, los principales partidos políticos, y en especial los actores que se aprontan a la carrera electoral, posiblemente lo evitarán, porque comulgan en esas ideas de extractivismos como indispensables e irrenunciables. Bajo esas condiciones hay que estar alertas porque volverán, otra vez, los enganchadores a prometer el paraíso.
Notas
1. H2 Chile, Asociación Chilena de Hidrógeno, www.h2chile.cl
2. Hidrógeno verde o cómo profundizar el extractivismo (Parte I), L. Cuenca, Diario U Chile, 26 agosto 2021, https://radio.uchile.cl/2021/08/28/hidrogeno-verde-o-como-profundizar-el-extractivismo-parte-i/
3. Gabriel Boric F., El hidrógeno verde tiene grandes oportunidades para Chile y tener la posibilidad de contar con la expectativa de bajar en un 50% la utilización de combustibles fósiles y traspasarlos a energías renovables a 2035, tal como lo dijimos en el foro – twitter 31 agosto 2021.
Eduardo Gudynas es analista en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES) e investigador asociado del Observatorio Latino Americano de Conflictos Ambientales (OLCA). Es autor de “Derechos de la Naturaleza” publicado en Chile por Quimantú.Twitter: @EGudynas