Autor: “Ra?l Prada Alcoreza”
Crisis del estado -naci?n y de la democracia formal
Definamos la democracia formal como la democracia, en sentido pleno, como autogobierno del pueblo, restringida institucionalmente; acotada, limitada por el Estado y circunscrita al juego democr?tico representativo y por delegaci?n. El pueblo, en sentido efectivo, ha desaparecido, para ser mediado por las representaciones y las delegaciones encomendadas electoralmente.
La entrega de un refugiado. Italia acusa de terrorista a un refugiado izquierdista en Bolivia que Evo Morales detiene y entrega
Es menester salir del esquematismo simple del amigo/enemigo; el enemigo no es el endemoniado que hay que asesinar o castigar. El enemigo es el c?mplice de la reproducci?n del poder de ?izquierdas? y ?derechas?. Es menester resolver los problemas pendientes, desde los cruciales, que atentan a la supervivencia humana, como la crisis ecol?gica, tambi?n los problemas heredados de guerra pasadas, donde los bandos apostaron a la aniquilaci?n del enemigo.
Politizaci?n y vida cotidiana en tiempos de crisis
En la coyuntura presente, de crisis m?ltiple del Estado-naci?n, cuando uno de sus desenlaces se manifiesta en el dramatismo pol?tico de un golpe de Estado jur?dico-pol?tico, circunstancias y condiciones que definen un gobierno de facto sui generis, la politizaci?n de la vida cotidiana aparece de manera fragmentada, intermitente, concurriendo en determinados momentos de intensidad, como las movilizaciones, las marchas, los bloqueos, las interpelaciones; empero, no concurre todav?a su generalizaci?n al pueblo y la sociedad. La posibilidad de la sublevaci?n es todav?a te?rica, aunque est? latente.
El derecho a la subversi?n (r)
La subversi?n no solamente es una acci?n de rebeli?n, sino, sobre todo, es la realizaci?n de la potencia social, en las din?micas complejas del tejido espaciotemporal-territorial-social. La subversi?n, entonces, forma parte de la capacidad creativa de las sociedades y colectivos humanos.
Los otros perfiles del servilismo
En el poder no se salvan siquiera los que tuvieron formaci?n militante. ?stos, a pesar de su formaci?n pol?tica, a pesar de venir de tradiciones de luchas, cuando se encuentran cumpliendo funciones administrativas, como funcionarios, o como militantes oficialistas, como propagandistas, incluso como difusores del programa de gobierno, se dejan atrapar por las telara?as del poder. Pierden todo el sentido cr?tico, que, quiz?s manten?an al principio de la gesti?n de gobierno. Se convierten como los otros, en celosos e intransigentes defensores del gobierno, al que consideran fin de la historia, la apoteosis misma de la ?revoluci?n?. En vez de hacer an?lisis, terminan haciendo cantos y loas a todo lo que hace el gobierno, incluyendo sus crasos errores y evidentes contradicciones. Lo aprueban todo como indulgentes militantes. ?Por qu? pasa esto, en quienes se esperar?a una actitud m?s atenta, si es que no pueden que sea cr?tica? ?El poder los toma, los absorbe, los seduce, de tal manera, que pierden toda cordura?
Quiz?s el militante retrocede poco a poco; al principio resisti?ndose, poniendo reparos; despu?s, justificando sus primeros pasos; para luego embarcarse vertiginosamente en la ca?da. Adquiere el perfil de todos los pol?ticos de Estado. C?nico, maquiav?lico vulgar, pragm?tico hasta la m?dula.