Autor: “Rafael Bautista”
La descolonización de la democracia
Si el “proceso de cambio” no contiene la radicalidad de ser un proceso constituyente, entonces no tiene sentido; acaba siendo un episodio más en el drama de recomposición del Estado moderno-colonial. Constituirse en proceso constituyente significa constituir al sujeto del cambio como impulsor, autor y creador de la nueva objetividad en cuanto Estado plurinacional comunitario. En ese sentido, apostar por el “vivir bien”, como horizonte de vida, es algo mucho más complejo que ser simplemente de izquierda o de derecha.
Bolivia: De la victoria popular al triunfo pírrico del MAS
Parece que no aprendieron nada. Y eso se viene demostrando en la continuidad de unas prácticas prebendales e instrumentales que, de nuevo, sólo hacen vislumbrar una nueva derrota, ya no sólo electoral, sino política; y desgraciadamente, otra vez, para beneficio exclusivo de una derecha, que, también, otra vez, desprestigiada completamente, recibirá, sin merecerlo, una nueva transferencia de legitimidad que siempre le fueron cediendo los desatinos que comete una izquierda, cuya única política se reduce a la lucha por el poder, a toda costa y a cualquier precio.
Bolivia: del estado de excepción al estado de rebelión
El Estado de excepción no declarado, pero en ejecución fingida, constituye el contexto ineludible que permite –en una reflexión crítica de la coyuntura– poder advertir, la más que improbable realización democrática y limpia de elecciones nacionales.
Del “mundo post-Covid” al “nuevo orden post.mundo”
Esa forma de vida es el mundo moderno, como nicho de realización de las expectativas exponenciales de este virus llamado capital-ismo. No en vano decía Marx que el capital nace chorreando sangre por todos los poros, porque es parido en el genocidio del Abya Yala y, desde entonces, para darle vida –que no la tiene– hay que privársela a otros: la humanidad y la naturaleza; por eso concluía lógicamente: “la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre”.
Si muere el capitalismo, ha de ser por una decisión humana; cuando la propia humanidad despierte y adquiera consciencia de que no es ella la que le debe su vida al capital sino al revés. Entonces el mundo se pondrá de pie y será verdaderamente mundo, como una Casa Grande, hogar natural de toda la humanidad; “donde todos quepan”, “donde todos vayamos juntos y nadie se quede atrás” y, donde “los que manden, manden obedeciendo”.
La pandemia viral como principio del “panóptico global”
La esperanza siempre estará del lado de aquellos que puedan producir comunidad como forma de vida. Así como los países que no estén tan globalizados podrán tener márgenes de sobrevivencia positiva en medio de la pandemia global, así también quienes reproducen comunidad podrán sobrevivir humanamente a una reclusión obligada. Para la subjetividad social, o sea moderna, o sea burguesa, después del capitalismo no hay nada; por eso su existencia no es capaz de vislumbrar algo más que no sea el eterno retorno de lo mismo. Sólo quienes se puedan imaginar, a sí mismos, en otro mundo, más allá de todo lo que signifique este sistema-mundo-moderno-occidental, tendrán la posibilidad utópica de trascender existencialmente los límites hasta espirituales del reino de este mundo.
Una cosa es recluirse y otra, muy distinta, encontrarse. Sólo retornando a la esencia comunitaria de la vida misma es que se podrá superar el encierro y transformarlo en apertura y trascendencia. Todo radica en la intencionalidad de lo que uno se propone. Sólo la mentalidad individualista se recluye y se encierra. Una subjetividad comunitaria se encuentra y se reconoce como pueblo. Ser pueblo es entonces una experiencia trascendental, una epifanía, que se manifiesta en una situación límite, como es la que estamos viviendo como humanidad en plena crisis civilizatoria.
Bolivia: la solución por el desastre. Derechización y advenedizos, o reencauce del proceso
Eso que se tenía que cambiar acabó domesticando a los revolucionarios y a la revolución: el pueblo desaparece de un proyecto hasta revolucionario y el mismo proyecto se reduce a una mera mantención del poder como único horizonte político. Y es el propio gobierno el que da los mejores argumentos para vaciar al propio pueblo del espíritu del cambio y trasladar éste a los contingentes de reserva sobre todo clasemediero que activa el discurso señorialista.
Descolonizaci?n de la geopol?tica, geopol?tica de la liberaci?n
El mundo ya no es unipolar y la decadencia imperial es inobjetable. Una nueva fisonom?a se abre en el tablero geopol?tico global del siglo XXI y, si bien, ya no es el tiempo del ALBA y la UNASUR, la coyuntura que se desata en Venezuela nos impele a definir en el presente todas las luchas pasadas. Tematizar el contexto epocal no es una operaci?n anal?tica del presente sino una reflexi?n hist?rica trascendental. Esto complejiza la propia aproximaci?n epist?mica a la coyuntura y nos brinda la posibilidad de superar l?mites epistemol?gicos que son, a su vez, l?mites pol?ticos.
¿Cómo descolonizar la revolución en este siglo?
- El “mito del progreso infinito”. Sin este mito, es imposible una “economía del crecimiento”, es decir, el capitalismo. Ahora bien, cuando la izquierda habla de crisis del capitalismo, nunca hace referencia a este detalle. Y esto sucede porque el socialismo se propone, también, una “economía del crecimiento”. Es decir, capitalismo y socialismo parten de la misma mitología que envuelve a la propia ciencia moderna.
- ¿Por qué las revoluciones socialistas fracasan en el siglo XX? y, ¿por qué son siempre periodos de capitalismo renovado los que los suceden? Para colmo, ¿por qué los “revolucionarios” pueden cambiar fácilmente de bando? A esto debe responderse con una crítica al sistema de categorías que sustenta al horizonte de expectativas de la propia subjetividad “moderno-revolucionaria”.
- Ante la tan denunciada pérdida de valores humanos, se hace evidente que el camino adoptado por el progreso moderno no nos lleva a nada bueno. Ponerle freno al tren de la historia sería devolverle sensatez al devenir histórico. Por eso el indio se constituía como “reserva moral de la humanidad”, no como la idílica imagen del “bon savage”, sino como el portador de un otro destino distinto al fatalismo historicista del mundo moderno. Sólo de ese modo tendría sentido un futuro, ya no como la ideológica superación nihilista del pasado, sino como la reconciliación histórica de todos los tiempos en un porvenir que sea común: un mundo en el que quepan todos.
¿Fin de ciclo o ciclo del fin?
La humanidad está hambrienta de alternativas, pero eso no nace de arriba sino se construye desde abajo