Autor: “Michel Foucault”

No hay poder político sin dominación

La violencia encuentra su anclaje más profundo y extrae su permanencia de la forma de racionalidad que utilizamos. Se ha pretendido que, si viviésemos en un mundo de razón, podríamos desembarazarnos de la violencia. Esto es completamente falso. Entre la violencia y la racionalidad no hay incompatibilidad.


La locura, la ausencia de obra. Del libro “Historia de la locura”.

¿Cuál será, se preguntarán, esa extraña delimitación que estuvo vigente desde principios de la Edad Media hasta el siglo XX, y tal vez más allá? ¿Por qué la cultura occidental expulsó a sus extremidades la misma cosa en la que podría haberse reconocido fácilmente, donde de hecho se había reconocido de manera oblicua? ¿Por qué, desde el siglo XIX, pero también desde la época clásica, había declarado claramente que la locura era la verdad desnuda del hombre, solo para colocarla en un espacio pálido y neutralizado, donde se canceló casi por completo?


Una introducción a la vida no fascista (r)

Prefacio de Michel Foucault a la edición estadounidense de El Anti-Edipo.


Prefacio a la transgresión

La sexualidad nunca ha tenido un sentido más inmediatamente natural y sin duda nunca ha conocido una “felicidad de expresión” tan grande como en el mundo cristiano del pecado y los cuerpos desposeídos de la gracia divina.


La verdad, el poder, el yo (r)

Lo que temo del humanismo es que presenta una cierta forma de nuestra ética como modelo universal para cualquier tipo de libertad. Creo que hay más secretos, más libertades posibles y más invenciones en nuestro futuro de lo que podemos imaginar en el humanismo.


«Lacan aterrorizaba a los que tenían miedo»

El quería simplemente ser “psicoanalista”. Lo que a sus ojos suponía una violenta ruptura con todo lo que tendiera a hacer que el psicoanálisis dependiera de la psiquiatría, o a hacerlo un capítulo algo sofístico de la psicología.
El quería sustraer al psicoanálisis de la proximidad, que consideraba peligrosa, de la medicina y las instituciones médicas.
Buscaba en él no un proceso de normalización de los comportamientos, sino una teoría del sujeto.
Su pensamiento no era ajeno a los esfuerzos que se habían hecho para cuestionar las prácticas de la medicina mental.


Una introducción a la vida no fascista

(Prefacio de Michel Foucault a la edición estadounidense de El Anti-Edipo)


Sexo, poder y la política de la identidad

Queremos que algunas de nuestras prácticas sexuales sean prácticas de resistencia, en el sentido político y social. ¿Cómo es posible esto, sin embargo, cuando el fomento del placer puede dar pie a ejercer un dominio, un control? ¿Cómo estar seguros de que no se producirá una explotación de esos nuevos placeres -pienso en el modo en como la publicidad utiliza y manipula el estímulo del placer como instrumento de dominio y de control social?


Las redes del poder (r)

Voy a intentar mostrar en qué dirección se puede desarrollar un análisis del poder que no sea simplemente una concepción jurídica, negativa, del poder, sino una concepción positiva de la tecnología del poder.


El poder, esa bestia magnifica

Se comenzó a aislar a los locos al margen del sistema general de la sociedad, a ponerlos aparte, a no tolerarlos ya en una suerte de familiaridad cotidiana, a no soportar ya verlos circular así, mezclarse en la vida de todos los días y toda la gente… Entonces, se los aisló, se los encerró en una especie de gran encierro, que afecto no solo a los locos sino también a los vagabundos, los pobres, los mendigos. Un mecanismo de segregación social en el cual los locos quedaron atrapados; y poco a poco, en ese régimen general de encierro, se definió para ellos un lugar específico y de allí salió el hospital psiquiátrico moderno.


Diálogo sobre el poder

FOUCAULT: Un maoísta me decía: «Comprendo perfectamente por qué está Sartre con nosotros, por qué hace política y en qué sentido la hace; en cuanto a ti, en realidad lo comprendo bastante, ya que siempre haz planteado el problema del encierro. Pero a Deleuze, realmente, no lo comprendo». Esta afirmación me asombró sobremanera, ya que para mí la cosa está muy clara.
DELEUZE: Tal vez es que estamos viviendo de una nueva manera las relaciones teoría-práctica.


La Escuela de Frankfurt

“En lo que a mí respecta, creo que la Escuela de Frankfurt planteó problemas en los que todavía se está trabajando”
- Michel Foucault-


¿Qué es ejercer el poder?

Debemos alzarnos contra todas las formas de poder, pero no entendido simplemente en el sentido restringido de poder de un tipo de gobierno, o de un grupo social sobre otro; eso no es más que un elemento entre otros. Llamo «poder» a todo lo que tiende de hecho a hacer inmóvil e intocable lo que se nos ofrece como real, como verdadero, como bien.


El origen de la sociedad disciplinaria

“Las cárceles, los hospitales y las escuelas presentan similitudes porque sirven para la intención primera de la civilización: la coacción”
-Michel Foucault


Racionalidad y conducta humana

“En las sociedades humanas no hay poder político sin dominación. Pero nadie quiere ser mandado —incluso si son numerosos los ejemplos de situaciones en las que la gente acepta la dominación. ” - Michel Foucault


¿Qué es la Ilustración?

“Lo importante de la Revolución no es la propia Revolución sino lo que acontece en la cabeza de quienes no la hacen o, en todo caso, de quienes no son sus principales actores”-


La verdad, el poder, el yo

Entrevista


Tres textos sobre el poder, de Michel Foucault

Lo que es interesante es, en efecto, saber cómo en un grupo, en una clase, en una sociedad operan mallas de poder, es decir, cuál es la localización exacta de cada uno en la red del poder, cómo él lo ejerce de nuevo, cómo lo conserva, cómo él impacta en los demás, etc.
Contenido:
El ojo del poder
¿A qué llamamos castigar?
Las redes de poder


Las redes del poder

Conferencia dictada por Foucault en 1976 en Brasil. Publicada en la revista Barbarie, Nros. 4 y 5. Traducción: Heloísa Primavera


Historia de la sexualidad. 1 La voluntad de saber (Primera parte)

Mucho tiempo habr?amos soportado, y padecer?amos a?n hoy, un r?gimen victoriano. La gazmo?er?a imperial figurar?a en el blas?n de nuestra sexualidad retenida, muda, hip?crita.
Todav?a a comienzos del siglo XVII era moneda corriente, se dice, cierta franqueza. Las pr?cticas no buscaban el secreto; las palabras se dec?an sin excesiva reticencia, y las cosas sin demasiado disfraz; se ten?a una tolerante familiaridad con lo il?cito. Los c?digos de lo grosero, de lo obsceno y de lo indecente, si se los compara con los del siglo XIX, eran muy laxos. Gestos directos, discursos sin verg?enza, trasgresiones visibles, anatom?as exhibidas y f?cilmente entremezcladas, ni?os desvergonzados vagabundeando sin molestia ni esc?ndalo entre las risas de los adultos: los cuerpos se pavoneaban.
A ese d?a luminoso habr?a seguido un r?pido crep?sculo hasta llegar a las noches mon?tonas de la burgues?a victoriana. Entonces la sexualidad es cuidadosamente encerrada. Se muda. La familia conyugal la confisca. Y la absorbe por entero en la seriedad de la funci?n reproductora. En torno al sexo, silencio. Dicta la ley la pareja leg?tima y procreadora. Se impone como modelo, hace valer la norma, detenta la verdad, retiene el derecho de hablar -reserv?ndose el principio del secreto. Tanto en el espacio social como en el coraz?n de cada hogar existe un ?nico lugar de sexualidad reconocida, utilitaria y fecunda: la alcoba de los padres. El resto no tiene m?s que esfumarse.