Autor: “Hermann Bellinghausen”
La no utopía feminista
El sueño feminista será molesto, agresivo o pesadilla hasta que las sociedades sean horizontales y les quepan todas las libertades, sin faltar ninguna.
¿Es posible la crónica de la pandemia?
Un tópico recurrente en los pensadores en cierto modo reaccionarios, como el alemán Byung Chul Han, parte de que en la actual era virtual y digital (aumentada en pandemia) vivimos un narcisismo “en el vacío”. De allí elabora una serie de interpretaciones negativas del actual aislamiento y el reino de los autorretratos en un mundo de relaciones íntimas-próximas imposibles, suerte de espejismo. Menos terminante, más “filosófico”, Zigmunt Bauman compartía la incomodidad de Byung Chul Han con el estado de cosas en las relaciones humanas.
Los rostros perdidos
Un condón emocional domina las almas. Así, ¿cuándo volveremos a asistir al polifónico concierto de caras y rostros, sin resquemor en el aliento, libres para circular nuestras auras y ponerlas en juego con intenciones buenas o malas, pero transparentes, con nuestros verdaderos ojos y rostros, cara a cara como en los viejos tiempos?
Lo que nos enferma
La ciencia, bien entendida, no es religión ni gobierno. Sí antídoto contra el opio de los pueblos. No se le debe endiosar, sino cuestionarla siempre. En eso consiste su potencia.
México: Indígenas de Aldama denuncian incesantes ataques armados desde Chenalhó
Tan sólo este domingo 13 de septiembre se registró una “intensa agresión armada” desde casi 30 puntos de ataque en Chenalhó. “Hay detonaciones de armas de fuego de los paramilitares en toda la franja del río que divide estos dos pueblos vecinos, en contra de las comunidades de Aldama: Ch’ayom te’, Juxton, Stselej Potov, Cabecera Aldama, Ch’ivit, Yeton, Yoctontik, Sepelton, San Pedro Cotsilna’m, Tabak, Coco’ y Xuxch’en”
A quién culpamos de la pandemia
Cuando la humanidad dejó de culpar a Dios, o a los Dioses, de sus enfermedades y epidemias, aprendió a echarse la culpa y acusar-se entre sí. La aparición en Europa de la sífilis inaugura en el Renacimiento la enfermedad como consecuencia directa de nuestros pecados. El treponema traído del “nuevo mundo” por los conquistadores evidenció la promiscuidad de las realezas y la concupiscencia de las plebes cristianas. La furia calvinista vino a poner coto a las prácticas sexuales con toda clase de castigos y colores del Infierno. La licenciosidad ingenua de Bocaccio, Chaucer y el Arcipreste de Hita acabó en añicos por la Inquisición y el puritanismo angloeuropeo.
Descomunicados
Cuando más cerca parecía el mundo de sí mismo, se le atravesaron nuevas y formidables distancias. Curtidos por una larga cuarentena de hasta 80 días, retornamos a un mundo raro y, si fuera posible, más dividido que antes. Donde los besos en la mejilla son sospechosos, las conversaciones un riesgo, los espacios cerrados un manojo de nervios y las multitudes un imperativo categórico que asusta o exalta la adrenalina y se torna apuesta, albur, desafío, desdén, desobediencia.
La ¿loca? carrera por la vacuna
La frenética búsqueda de las “balas mágicas”, espoleada por los estragos de la sífilis, condujo a la era de los antibióticos ya entrado el siglo XX. Buenos para combatir bacterias, acompañaron el progreso de antimicóticos y antiparasitarios. Aunque las primeras vacunas preceden a las “balas mágicas”, no fueron bien comprendidas hasta mucho después, y se obtuvieron otras. Resultó ser la primera y mejor defensa contra los virus. Cuando era posible. Cuando no, o no daba tiempo, todo se limitaba a sobrevivir. Fue el caso de la viruela desde siglos atrás y la influenza española de 1918.
No es el virus
Ingresamos a una nueva era de salud y enfermedad que redibuja los rostros de la vida, la muerte y el buen vivir deseable. Urge pensar todo de nuevo, antes de que se nos haga tarde. El problema no es el virus, sino lo que hace posible todo lo que desencadena.
Hambre
Estamos ante una farsa genocida, en un mundo donde más de la mitad de los alimentos acaban en la basura pues lo que importa es el mercado, no la distribución justa. El colapso medioambiental, la destrucción de selvas, el derretimiento de los polos, la devastación de ríos, el envenenamiento de los océanos y la insaciable extracción minera y petrolera prevalecen sobre millones de personas.
El botín de la pandemia
Es claro que el virus enrareció el ambiente, lo espesó y le metió presión. Una olla que de manera escalonada e impredecible fue estallando de distintas maneras, y en algunos lugares del mundo la reacción social enfrenta una mano dura que ningún gobierno resiste usar estos días. La brutalidad policiaca es un ingrediente central de la actualidad. También lo hemos visto en México, sin cesar los feminicidios, secuestros, asaltos casi inverosímiles, ejecuciones que terminan en los basureros. Ello, en un país militarizado al redoble y no al contrario como se nos hizo creer, si lo comparamos con los sexenios anteriores.
De virus y cristianos
El negacionismo de los seguidores de esta inabarcable variedad de iglesias resultó un obstáculo más a la cuarentena y las medidas de cuidado y prevención contra la pandemia. En ciertas comunidades fue determinante, y aún están por verse los efectos. Su impacto aculturizador salta a la vista, y resulta muy útil para la introducción “por las buenas” del extractivismo y los megaproyectos de un capitalismo más o menos nacionalista.
El peso de los muertos de Covid-19
No todos los muertos pesan lo mismo. Diversos autores (Asa Cristina Laurell en estas páginas) destacan que, pese a la virulencia y los efectos sociales de la epidemia mundial, en nuestro país las principales causas de muerte siguen siendo otras; algunas verdaderamente absurdas. No que sean desdeñables los más de 7 mil muertos (al 24 de mayo) y el millar de paisanos en la capital mundial de la muerte viral. Norman la vida de todos, aún de los negacionistas y los idiotas felices. ¿Son más importantes que los decesos del hambre por miseria, las diarreas y neumonías infecciosas, las plagas del otrora llamado subdesarrollo? Sí, lo son. Pregunten si no a los médicos, un poder en primera línea estos días.
Fenomenología de la cuarentena
En fechas recientes, al menos dos sicoanalistas me confiaron que durante esta temporada de sesiones a distancia, mediante aplicaciones e Internet, el mayor tormento de muchas personas es su convivencia con quienes comparten el encierro. No todos poseen paciencia, capacidad o voluntad conciliadora. O no todo el tiempo.
Nosotrosm decimos que esta realidad podemos cambiarla progresivamente compartiendo los roles domésticos, es decir mediante la democratización horizontal de las relaciones en casa.
La inmunidad del inmóvil
Mascarillas para el exterior, donde acecha un extraño enemigo. También están los que se ríen de la muerte y retan las nuevas reglas de distanciamiento físico. Los que se resisten a cambiar sus modales, los que necesitan sacar varo de donde puedan, los creyentes de algo tipo: “ni modo que por andar en su procesión me vaya a perjudicar Jesús crucificado”. Los que confunden al gobierno con la realidad. Los que no soportan un minuto más en el departamento y salen a pasear el perro, aunque sea de peluche. Y por último, los que les vale madres.
De todos modos, la vida no seguirá igual, ni siquiera para estos últimos que parecieran los más vacunados. Se volvió difícil seguir la indicación de Elías Canetti: “actúa como nunca volverías a hacerlo”. Pronto será necesario actuar como nunca lo hemos hecho.
Lo impensable
Necesitamos un nuevo futuro. Quizá llevan razón los analistas latinoamericanos, como Raúl Zibechi, y las organizaciones indígenas: la clave (el modelo) puede estar en los mayas, los mapuches, los kichwas, quechuas, nasas o aymaraes: en la construcción solidaria y comunitaria de los que han demostrado que saben durar.
Caminos para la oscuridad
Una fácil descalificación proveniente del así llamado “campo progresista” en esta América Latina inquieta como nunca, dirigida a los críticos de los gobiernos supuestamente “no capitalistas”, es que, al ser “antielectorales”, oponen la utopía de los movimientos a la realpolitik de los partidos que se presentan como única posibilidad contra el neoliberalismo, muy publicitariamente promovido como el “mal a vencer” por gobiernos como los nuevos de México y Argentina, o los ya defenestrados o derrotados en Brasil, Uruguay, Ecuador y Bolivia.
Los pueblos no son los únicos que plantean resistencia y construyen alternativas locales que necesitan de autonomía efectiva, no antinacional, aunque de eso acusen Piñera a los mapuches y AMLO a los mayas del sureste. Combatidos y minados en las entidades donde luchan los movimientos regionales (sean los Chimalapas, el Valle del Yaqui, el Istmo o tantas experiencias más), son de los que, como expresa el CNI, construyen “un camino que perdure en medio de la oscuridad”
Postales de la revuelta: La tolerancia, una virtud inmensamente impopular
No son buenos tiempos para la tolerancia. Faltan argumentos ante la polarización y elcontrapunteo en que nos movemos. Es más fácil la intolerancia, requiere menor esfuerzo emocional, le bastan un tweet o un eslogan para imponerse. Ser tolerante en cambio demanda paciencia, razonamiento, conciencia del pasado, cierto sacrificio mental
Hay una negación deliberada de que la vida está en otra parte
Los pueblos ya dejaron de perder, son los que se organizan. Todo los empuja a perder, pero si algo hemos aprendido es que no se dejan. No les han ganado.
Ecuador a mediodía
Más allá de que los países son inventos que nos hacemos, de que las fronteras suelen ser por capricho y luego sirven como pretexto supremo para cualquier clase de arbitrariedades, en Ecuador lo maravilloso y lo real transcurren simultáneos.
Aunque la esperanza esté hoy explicablemente desprestigiada (¡ay, Pandora!), en Ecuador respira la resistencia popular de la esperanza.