Autor: “Raul Prada Alcoreza”
Venezuela: La alternativa política al callejón sin salida
Ni ustedes, ni ellos, los otros; ambos, enemigos entre sí, enamorados del poder; sino nosotros, el pueblo. Este es el sentimiento que prepondera en muchos barrios populares de Caracas y de otras ciudades de Venezuela.
Estos reduccionismos forman parte no solo de la ideología aplicada, en contextos de ausencia de deliberación y debate, de escaza y empobrecida discusión, sino de ciertas tradiciones políticas, que confunden la política con la orden dada y la sumisión y la obediencia del resto. Por cierto, es difícil, incluso insostenible, llamar a estas tradiciones autoritarias, política; pues la política, mas bien, emerge de la deliberación; es más, de la Asamblea.
¿Qué son entonces estas expresiones, modalidades y formas, que se presumen de políticas? Son formas, modalidades y expresiones de ejercicios de poder y prácticas de poder. Si bien la política forma parte de las genealogías del poder, incluso, en sentido pleno, la política, como suspensión de los mecanismos de dominación, forma parte de las contra-genealogías de los contra-poderes; la política no ocupa todos los ámbitos de los ejercicios del poder. La política no es sinónimo de poder, como cierta interpretación de la ciencia política considera, sino es una forma de ejercer el poder, pasando por las construcciones de legitimación.
a opción es la continuidad del substrato de la sociedad alterativa; que irrumpe, en coyunturas de crisis, suspendiendo las regularidades, inhabilitando las estructuras de poder - cuando lo hace -, abriendo otros horizontes histórico-políticos-culturales. En el caso que nos ocupa, es la continuidad del caracazo; también, dada la resultante de la correlación de fuerzas, de la revolución bolivariana; es la defensa de la Constitución de 1999, que es el producto jurídico-político de esa revolución.
No es el momento de detenerse en importantes disquisiciones, como las relativas a las preguntas sobre el papel de los intelectuales, orgánicos y tradicionales, hablando el lenguaje de Antonio Gramsci; sino de lanzarse al encuentro con la experiencia popular, aprender, participar, apoyando la potencia social, la potencia creativa de la vida. Nadie sabe lo que viene, que depende de la correlación de fuerzas; pero sabemos, que no hay peor derrota que no haberlo intentado. En todo caso, en el peor de los casos, si somos derrotados, lo seremos junto al pueblo; en el mejor de los casos, si se logra salir del círculo vicioso del poder, si esta opción alternativa se realiza, se habrán abierto caminos hacia otros mundos posibles.
La guerra o la paz
Hay que ir más allá de la guerra y de la paz; hemos propuesto este más allá como armonía, incluso como sincronía.
El ayllu (comunidad andina) en el desierto capitalista
Se dice que el ayllu es la comunidad, en este caso, la comunidad andina. Sin embargo, decir comunidad es decir una generalidad que compete a lo común de todas las comunidades de la tierra. De lo se trata es de saber sobre la estructura y genealogía de las comunidades andinas, cuya procedencia data del ayllu histórico; es decir de la conformación de las estructuras estructurantes de las sociedades andinas. Requerimos entonces comprender la especificidad de esta forma de organización comunal que llamamos ayllu, pero también sobre su forma de reorganización, adecuación y transformación en los distintos contextos temporales y en el devenir de la formación social.
La responsabilidad de los pueblos del mundo
No se puede separar la lucha contra el capitalismo de la lucha contra el poder, en todas sus formas, entre ellas, el Estado. Hacerlo, como se lo ha hecho, ha ocasionado otras rutas de la reproducción del sistema-mundo capitalista a través de otras formas de poder. Sin embargo, esta separación entre estas luchas, es asumida por versiones “revolucionarias”, que creen que tomando el Estado puede combatir al capitalismo; es más, pueden salir del capitalismo. La historia de las revoluciones nos ha mostrado claramente que esto no ocurre; sino que lo que pasa es que se ingresa a otra forma del capitalismo, sostenido por otra forma de poder.
Patetismos del teatro político
Consideran que están sobre la Constitución, que lo que dicen es ley; son los jueces supremos, sobre todo juez funcionario del Estado. Poseedores de la verdad indiscutible. En estas circunstancias, su rostro se templa como mármol, para mostrar que lo que deciden es como la petrificación de su voluntad.
La máquina estatal en coyunturas de crisis
El pueblo, hijos y nietos del caracazo, se encuentran divididos, además de asombrados por el decurso de los acontecimientos. Una parte del pueblo todavía defiende el “chavismo”; no puede renunciar a sus esperanzas, aunque ya no haya expectativas. Otra parte ha quedado inmovilizada por el asombro, el desconcierto y de desencanto. Otra parte, se moviliza contra la simulación de disfrazados en “revolucionarios”. Los intelectuales críticos de izquierda y los ex-ministros de gobiernos de Hugo Chávez, sumando a la participación interpeladora y valiente de la Fiscal General, reaccionan, pero un poco tarde; lo mismo tenemos que decir de los intelectuales críticos de izquierda del mundo. Sin embargo, parece que por aquí se encuentra la oportunidad de una salida, de salir del círculo vicioso del poder, donde orbitan tanto la “izquierda” oficial y la “derecha” opositora.
Angustia filosófica
La separación entre naturaleza y cultura fue una hipótesis metodológica y epistemológica de las ciencias modernas, así como de la filosofía moderna. No hay tal separación, salvo en el imaginario moderno, vale decir, en la ideología.
Desde la perspectiva de la complejidad, lo que importa es comprender cómo funciona la complejidad integral de la vida. En el caso que nos ocupa, cómo se generan las estructuras y composiciones culturales, a partir de las estructuras y composiciones vitales.
La actitud que prima ya no es la armonía integral para con la vida, siendo la vida la sincronización integral compleja de los tejidos en el espacio-tiempo, sino la disociación de las sociedades humanas respecto a sus substratos ecológicos. Entonces, el resultado no es solo la separación institucional e imaginaria de la cultura respecto a la naturaleza, sino que el fin ya no es el potenciamiento de la vida sino, mas bien, el atribuir “vida” propia, como si la tuviera, a la heurística instrumental institucional. Valorando las construcciones institucionales humanas, ya no como instrumentos para la sobrevivencia y el potenciamiento de la vida, sino como si fuesen los referentes supremos humanos; convertidos en fines.
La responsabilidad con la vida propia, del otro y de los demás. ¿Y la responsabilidad con la vida?
No se trata solamente de la vida de uno o de una misma, tampoco solo de la vida del otro o de la otra, incluso de los otros, sino de la vida como acontecimiento, que comprende las innumerables formas de vida dadas y por darse.
Invención política en vez de repetición
Se trataba, según Marx, de ruptura histórica, política, económica, social y cultural con las tradiciones heredadas de las dominaciones históricamente dadas. Esto es precisamente lo que no aconteció, desde la primera revolución proletaria, asumida como tal por la versión marxista.
Lo que llama la atención es que los marxistas, que se supone que son los discípulos de Marx, hacen todo lo contrario de la sugerencia de Marx. Más bien, se invisten de las glorias de las revoluciones pasadas, convierten en protagonistas a individuos carismáticos o clarividentes; si no son los nuevos cristos, son los intelectuales lucidos; la expresión más luminosa de la ciencia moderna. Los marxistas mataron a Marx al hacer lo contrario de su sugerencia política.
Karl Marx escribió en el 18 de brumario de Luis Bonaparte; la revolución proletaria no se inviste de los oropeles, aureolas y los ropajes de las revoluciones anteriores.
La revolución proletaria altera esta historia, desecha la herencia; se asume como una nueva época, no solo con otros discursos y enunciados, con otros protagonistas, que no son los héroes de epopeya, sino colectivos sociales sublevados.
La revolución y sus máscaras
No se crea que porque se mata a nombre de la revolución el asesinato se convierte, por arte de magia, por arte de las palabras, en acto “revolucionario”. Esto es lo que siempre han dicho y han querido hacer creer todos los que han empleado el terror para imponerse, cuando precisamente eran impotentes. Esto es discurso, es más, es justificación retórica del empleo de la violencia, en su tonalidad de terror.
La paradoja del amigo y enemigo, la aporía del santo y el demonio
La paradoja del santo y el demonio absoluto puede plantearse de la manera siguiente: el santo es santo precisamente por la existencia del demonio absoluto. El santo no lo sería sin la maldad absoluta, la que tiene que señalar, prohibir y exorcizar. El demonio absoluto o la maldad absoluta es una necesidad para el santo, pues tiene que demarcarse radicalmente respecto de él. La bondad absoluta no existiría sin la existencia de la maldad absoluta. Se requieren. Ciertamente todo esto, si se quiere esta dialéctica del mal y del bien, es imaginaria, mejor dicho, es el fondo secreto de lo imaginario.
El dramatismo de la guerra, que es como el substrato de la política, saca a relucir este secreto. Aparecen las concomitancias y complicidades paradójicas, se hacen visibles o evidentes. Es en el sacrificio que exige la guerra como tributo de muerte donde se hacen patentes estas complicidades paradójicas. El amigo y enemigo danzan con el demonio absoluto el baile macabro de la muerte.
El problema es que no solamente el amigo y el enemigo están involucrados, primero, en este ritual de convocación e invocación, después, en la danza macabra, sino que también comprometen a un tercero, al pueblo. Que de espectador termina participando tanto en el ritual como en la danza. Este es el asunto.
La conclusión de esta reflexión es que para dejar de ser dominado, el pueblo tiene que salir de este juego de poder, de este juego ritual de invocación y convocación, que se convierte en danza macabra; tiene que salir del círculo vicioso del poder. Tiene que abandonar al amigo y al enemigo, a sus juegos de poder, cuya verdad es la dominación del pueblo.
Dibujo a mano alzada, mediante escritura, del inquisidor moderno
Se creen “revolucionarios”; es más, incluso radicales. Pero en sus esquemas de comportamiento y su esquematismo simple de pensamiento expresan, sin darse cuenta, los conservadurismos más recalcitrantes. Son machistas, patriarcalistas y autoritarios; están enamorados del símbolo del caudillo, la convocatoria del mito. Consideran que el mundo se divide entre fieles e infieles, como en la época de la inquisición o de las guerras santas.
Los que están con ellos o son como ellos mismos, son “revolucionarios” o “anti-imperialistas”. Su “anti-imperialismo” se reduce a defender al gobierno que consideran “revolucionario”, “anti-imperialista”, incluso “anti-colonial”; sin embargo, cuando este gobierno se enmarca en el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, como hicieron todos los gobiernos de la oligarquía, en sus distintas tonalidades – lo que implica aceptar los condicionamientos de la geopolítica del sistema –mundo capitalista -, no son capaces de explicar esta contradicción. Acuden a hipótesis ad hoc, considerando que se trata de transiciones. Las que no terminan nunca o más bien se tratan de transiciones regresivas.
ya no se trata de tomar el poder, sino de destruirlo. De construir colectivamente, participativamente y de manera consensuada, la institucionalización dinámica y cambiante de la potencia social liberada.
Más allá del circulo vicioso del poder
No son culpables, como algún a “izquierda”, supuestamente radical los considera, incluso “traidores”. Son sencillamente otras víctimas de la maquinaria del poder, que se mueve en el círculo vicioso del poder. Es una tontería juzgarlos; es como hacer lo que ellos mismos hacen; juzgar. Por ejemplo, dicen los que no están conmigo están con el enemigo, la “derecha”, el imperialismo. Juzgarlos es no salir del círculo vicioso del poder, repetir los mismo, la pelea por las verdades; quién tiene la verdad; quién es el juez. No se trata de eso, sino de salir del círculo vicioso del poder, de los juegos de poder, de los juegos de verdad.
Venezuela: ¡La lucha continua!
La burocracia partidaria y la burocracia estatal se apropiaron de la conducción del proceso político, suplantando las voluntades singulares convergentes del pueblo movilizado bolivariano; se apropiaron como toda nueva élite política y económica lo hace; a nombre de la revolución, del pueblo y de la Constitución Bolivariana de Venezuela; la que no cumplen y vulneran en el ejercicio del poder. El símbolo del caudillo sirve a esta burocracia como emblema para justificar sus fechorías y la regresión en la que se ha encaminado; todo, nada menos, que a nombre mismo de la revolución.
En Venezuela se vive una guerra civil, entre dos Venezuelas; una comandada, como reconocen, por una burocracia usurpadora y bloqueadora de la democracia participativa y de la autogestión comunitaria[3] - dos ejes transversales de la construcción colectiva de la revolución bolivariana, que se encuentran establecidas en la Constitución -. La otra comandada por las expresiones políticas de la oligarquía derrocada.
La intelectualidad apologista
La historia se repite, no solo como comedia y farsa, es decir, como simulación, sino de una manera cada vez más grotesca. No es, de ninguna manera acertado, decodificar en los síntomas de la decadencia de los “gobiernos progresistas” proyecciones transformadoras, pues no aparecen, en ninguna parte de sus manifestaciones, ejercicios de poder, nada parecido a esto. Se trata, mas bien, de repeticiones de los mismo, del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, solo que en versiones populistas.
La intelectualidad a la que le cuesta hacer la crítica a estos teatros políticos, a esta simulación, expresa, lamentablemente, su entrañable juego de poder, la gloria del prestigio, de la ceremonialidad del poder, de los que están con los cambios de la historia. De manera concomitante a los revolucionarios de pacotilla, que son los “gobiernos progresistas” de Sudamérica, esta intelectualidad crítica no hace otra cosa que avecindarse a la gloria de hojalata de estas “revoluciones” chafas.
A esta intelectualidad tenemos que decirle que no se puede apoyar a “gobiernos progresistas” que repiten, intensivamente y expansivamente, el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente; que no se puede apoyar a gobiernos, que a nombre del socialismo, reproducen el regreso al Estado policial; incapaces de debatir.
Convocatoria de la vida
Las sociedades alterativas o, si se quiere, el substrato dinámico de las sociedades humanas, han intervenido intermitentemente, entre lapsos, más o menos largos, re-adecuando a las sociedades institucionalizadas de acuerdo a las condiciones de posibilidad existenciales y vitales. Ahora, a las alturas de la crisis ecológica, se requiere de intervenciones de mayor escala y duración de la alteratividad de estas sociedades alterativas. Por otra parte, se requiere que liberen a las sociedades institucionalizadas, de sus amarres, de sus capturas institucionales. Liberen su potencia social inhibida por las mallas institucionales del Estado.
La convocatoria es de la vida y lo hacen las naciones y pueblos indígenas a todos los pueblos del mundo. Concretamente desde Asamblea Constitutiva del Concejo Indígena de Gobierno de México[1]. Se trata de desmantelar las máquinas de poder, las máquinas de guerra, las máquinas económicas, los carteles, del sistema-mundo capitalista.
La independiencia fue una ilusión. Carácter continuado y reiterativo de la conquista en nuestro continente Abya Yala
Ocurre como con el caballo de Troya. El caballo de madera obsequiado por los griegos a los troyanos contiene en sus entrañas el arma o la pequeña armada que los va a derrotar, justamente en el festejo de la supuesta victoria. El discurso populista, “socialista” y “comunitarista”, incluso “anti-colonial”, contiene en sus entrañas enunciativas el paradigma colonial que va a colonizar a los pueblos que festejan su supuesta victoria.
Todas estas formas de gubernamentalidad distintas son dispositivos para cumplir con el “desarrollo”. Son parte reproductiva de esta ilusión inventada por el sistema-mundo capitalista. La colonización, en la modernidad tardía se ejecuta mediante esta apertura y construcción del camino al “desarrollo”.
Ya que la conquista es persistente, repetitiva, la guerra anti-colonial, iniciada desde el comienzo mismo de la colonización, también es permanente. No se puede derrotar a la conquista reiterada, por lo tanto, a la colonización continua, sino se desmantelan sus máquinas de poder, sus máquinas de guerra, sus máquinas económicas. No hacer esto, es hacerle el juego, concomitantemente, a nuevas olas de conquista y colonización.
El acontecimiento abrumador de la conquista de nuestro continentye Abya Yala por los portadores de enfermedades
Colisión de dos civilizaciones o de dos sistemas-mundos.
Uno de los sistemas-mundos puede interpretarse como sostenido por filiaciones y alianzas territoriales, basado en complementariedades que, logran tejidos móviles y flexibles, sin embargo, consistentes.
El otro sistema-mundo puede interpretarse como sostenido en geopolíticas estatales, que pueden llegar a constituirse en imperios, por conquista, anexión o pactos, y por circuitos de intercambio que conforman lo que la economía denomina mercado.
La política generalizada del terror
El terror es el efecto buscado de una política exacerbada y demoledoramente represiva, que busca dominar y controlar, precisamente mediante el despliegue atroz de la violencia desmedida.
Los juegos de poder
Los juegos de poder no se restringen al campo político, sino que se extienden a todos los campos sociales. Se puede decir que al ocurrir esto, este abarcamiento de los juegos de poder, pasa como si saturaran de las lógicas de poder todos los campos sociales. No decimos que se politizan los campos sociales, pues esto es otra cosa; se ha entendido como si la politización implicara la consciencia de las luchas emancipatorias, extendidas a todos los campos sociales. En el caso de los juegos de poder, deberíamos, mas bien, decir, que las formas de dominación se dan en todos los campos sociales.